La frustraci¨®n terrorista
Los grupos terroristas rara vez tienen ¨¦xito en su desaf¨ªo al Estado. Su violencia suele ser una se?al inequ¨ªvoca de su debilidad, de su aislamiento con respecto a la sociedad en cuyo nombre matan
Seg¨²n una de las creencias m¨¢s arraigadas en nuestras sociedades, el terrorismo es fruto de la pobreza y la opresi¨®n. Quienes han estudiado estos asuntos saben, sin embargo, que no es as¨ª, pues hay multitud de grupos terroristas que han surgido en democracias desarrolladas. De hecho, para algunos autores, la democracia es un tipo de r¨¦gimen pol¨ªtico que da ciertas facilidades para la formaci¨®n de grupos violentos clandestinos. En efecto, quienes piensan en la posibilidad de coger las armas son muy conscientes de la ventaja que para ellos supone el hecho de que en una democracia haya libertades y el Estado est¨¦ sometido a fuertes limitaciones a la hora de ejercer la represi¨®n.
En cuanto a la pobreza, las cosas son m¨¢s complejas de lo que parecen a primera vista. Sabemos que, en general, hay mayor violencia en pa¨ªses pobres que en pa¨ªses ricos. As¨ª ocurre especialmente con las guerras civiles y las guerrillas. En los pa¨ªses pobres, el Estado es d¨¦bil y tiene pocos recursos para imponer el orden. En consecuencia, los rebeldes o insurgentes pueden organizarse y lograr sin demasiadas dificultades liberar territorio del control del Estado, normalmente en la jungla o en las monta?as, donde permanecen a veces por largo tiempo.
El dicho de que el terrorismo es la guerrilla de los pa¨ªses ricos es bastante atinado
Su violencia es la respuesta al fracaso de otras estrategias. Hay un elemento de desesperaci¨®n
En los pa¨ªses desarrollados, en cambio, el Estado cuenta con m¨¢s medios para frenar a los potenciales rebeldes. De ah¨ª que tienda a haber menos violencia y que, cuando ¨¦sta surge, sus autores no tengan posibilidad de robarle territorio al Estado. En esas condiciones, su ¨²nica opci¨®n es formar una organizaci¨®n secreta o clandestina, es decir, una organizaci¨®n terrorista. Parece bastante atinado, en este sentido, el dicho de que el terrorismo es la guerrilla de los pa¨ªses ricos.
Pensemos en los mao¨ªstas de los a?os setenta del pasado siglo. En un pa¨ªs desarrollado como Espa?a, se constituyeron en los GRAPO, una organizaci¨®n terrorista peque?a que a lo largo de sus m¨¢s de 25 a?os de actividad mat¨® a m¨¢s de 80 personas. Una tragedia, sin duda, pero incomparable con la de un pa¨ªs menos desarrollado como Per¨²: all¨ª, los mao¨ªstas de Sendero Luminoso consiguieron imponerse en zonas rurales y monta?osas, formando una especie de Estado paralelo que desencaden¨® una terrible guerra civil en la que perdieron la vida m¨¢s de 70.000 peruanos.
Parece, por tanto, que la riqueza de los pa¨ªses produce menos violencia, aunque la violencia que llega a darse en los pa¨ªses ricos adopta la forma de terrorismo. No habr¨ªa contradicci¨®n entonces entre afirmar que la pobreza genera violencia y que el terrorismo no es consecuencia de la miseria.
En cualquier caso, estas grandes "causas", como la pobreza o la opresi¨®n, no consiguen explicar por qu¨¦ en unos pa¨ªses ricos surge el terrorismo y en otros no, o por qu¨¦ unas democracias lo sufren y otras no. Ni tampoco arrojan mucha luz sobre los factores pol¨ªticos que hacen que algunas personas consideren aceptable empu?ar las armas y matar personas.
Es f¨¢cil darse cuenta, sin embargo, de que hay una caracter¨ªstica recurrente, casi universal, en el terrorismo. ?ste surge como consecuencia de un fracaso previo. La violencia terrorista es la respuesta al fracaso de otras estrategias. Hay, pues, un elemento de frustraci¨®n o de desesperaci¨®n que es pr¨¢cticamente consustancial al desaf¨ªo del terrorismo.
Los inventores del terrorismo moderno, los anarquistas de finales del siglo XIX, eligieron la v¨ªa de la "propaganda por el hecho" tras comprobar que las masas no ten¨ªan la conciencia revolucionaria que ellos esperaban encontrar. Trataron de organizar insurrecciones en Espa?a y en Italia, pero sin ¨¦xito alguno. Su sensaci¨®n de aislamiento con respecto a la clase trabajadora, entonces el sujeto revolucionario, les llev¨® a adoptar la estrategia terrorista. La soledad y el delirio de los anarquistas quedaron muy bien reflejados en El agente secreto, la novela de Joseph Conrad.
Algo similar ocurri¨® con los nihilistas rusos de la ¨¦poca. Se trataba de peque?os grupos compuestos por la inteligencia local de las ciudades, que organizaron peregrinajes al campo para implicar a los campesinos en su proyecto de revoluci¨®n. Sus consignas, no obstante, apenas tuvieron eco. Despu¨¦s de comprobar que el campesinado no estaba por la labor, decidieron actuar por su cuenta, iniciando una campa?a terrorista que culmin¨® con el asesinato del zar Alejandro II en 1881.
La oleada de terrorismo revolucionario de izquierdas durante la d¨¦cada de 1970 puede en parte entenderse como la respuesta de los m¨¢s radicales ante el debilitamiento del gran ciclo de protesta colectiva en torno a mayo de 1968. Cuando se hizo patente que las movilizaciones deca¨ªan, los radicales no renunciaron a las aspiraciones de un cambio profundo en las formas de vida y de producci¨®n, sino que intentaron realizar esas aspiraciones mediante tiros y bombas. Quisieron compensar con las armas la falta de apoyo social a sus tesis.
Podr¨ªa parecer, por las ilustraciones anteriores, que esta frustraci¨®n a la que me estoy refiriendo s¨®lo se da en grupos izquierdistas que quieren llevar a cabo una revoluci¨®n social. Pero es f¨¢cil detectarla tambi¨¦n en muchas otras organizaciones terroristas. Incluso en el caso de Al Qaeda, un grupo cuyas caracter¨ªsticas no encajan bien en las categor¨ªas existentes, cabe encontrar el mismo patr¨®n. En efecto, Al Qaeda nace como consecuencia del fracaso a la hora de establecer reg¨ªmenes islamistas. Como ha explicado Stephen Holmes, su ¨¦xito se debe a la capacidad que ha tenido para formar una coalici¨®n de insurgencias islamistas nacionales que no consiguieron, salvo en Sud¨¢n y Afganist¨¢n, imponer un orden pol¨ªtico teocr¨¢tico.
De hecho, la experiencia de Al Qaeda no es, en el fondo, tan diferente de la de otros grupos revolucionarios, ya que lo que esta organizaci¨®n pretende en ¨²ltima instancia es la movilizaci¨®n masiva de los musulmanes partidarios del califato, un proyecto no tan alejado del comunista en cuanto a ambici¨®n y utopismo. Es la falta de respuesta de la gran mayor¨ªa de los musulmanes lo que les lleva a la pr¨¢ctica de un terrorismo especialmente brutal.
El caso de ETA no es muy distinto de los anteriores. En los a?os sesenta, ETA consider¨® que en el Pa¨ªs Vasco se daban las condiciones para reproducir la lucha popular de liberaci¨®n nacional de los nuevos Estados que se libraban del yugo colonial. Pronto descubri¨®, para su pesar, que los vascos no iban a embarcarse en esa aventura liberadora. La llegada de la democracia fue la ¨²ltima oportunidad. Al menos hasta la primavera de 1977, hab¨ªa cierta unidad entre todas las fuerzas nacionalistas y era concebible, por tanto, que las movilizaciones sociales produjeran la ruptura con el franquismo y con Espa?a. Por eso hubo pocos atentados mortales entre la muerte de Franco y 1978.
La verdadera ofensiva terrorista se inici¨® a finales de 1977, tras la ruptura del nacionalismo en dos bloques, el encabezado por el PNV y el encabezado por la izquierda abertzale, y cuando cesaron las movilizaciones masivas que se hab¨ªan producido en el Pa¨ªs Vasco en petici¨®n de la liberaci¨®n de los presos debido a la aprobaci¨®n en el Parlamento de la Ley de Amnist¨ªa del Gobierno de Adolfo Su¨¢rez en octubre de ese a?o. ETA sab¨ªa que su base social no era suficiente, ni estaba suficientemente movilizada, para lograr los objetivos perseguidos, y por eso decidi¨® embarcarse en una estrategia de guerra de desgaste dur¨ªsima contra el Estado.
En suma, los terroristas recurren a la violencia porque han comprobado antes que sus reivindicaciones no encuentra el apoyo popular que ellos esperaban. La violencia terrorista, de este modo, es casi siempre el reconocimiento t¨¢cito de un fracaso anterior. Partiendo de un fracaso, siendo una salida desesperada, se explica f¨¢cilmente que en tantos casos la estrategia terrorista no sirva para conseguir los objetivos que los terroristas persiguen. Los grupos terroristas rara vez tienen ¨¦xito en su desaf¨ªo al Estado porque su violencia suele ser una se?al inequ¨ªvoca de su debilidad, es decir, de su aislamiento con respecto a la sociedad en cuyo nombre mata.
Esta frustraci¨®n original tambi¨¦n debe tener algo que ver con el odio, el resentimiento y el fanatismo que son perceptibles entre quienes practican el terrorismo.
Ignacio S¨¢nchez-Cuenca es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad Complutense de Madrid.
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