El cambio en Paraguay
Cada pa¨ªs tiene una historia a la cual responde. A¨²n los vecinos que integramos hoy el Mercosur nos definimos mediante caracter¨ªsticas peculiares a cada historia nacional. Sin ir m¨¢s lejos, mientras Brasil celebra en este 2008 la llegada de la monarqu¨ªa portuguesa a Brasil, que gobernar¨ªa casi un siglo, el resto comenzamos la evocaci¨®n del proceso de la independencia, que se desencadenar¨¢ dos a?os m¨¢s tarde en una vasta rebeli¨®n armada. En esa mirada, el Paraguay luce singular¨ªsimo desde la ¨¦poca espa?ola, como centro de la colonizaci¨®n del R¨ªo de la Plata, m¨¢s tarde rep¨²blica aislacionista y luego epicentro de una formidable tragedia militar, que a¨²n pesa sobre su alma. En los estertores del siglo XX termina con un largo per¨ªodo dictatorial, abri¨¦ndose a una democracia incipiente que vive en estos d¨ªas un cambio copernicano con el advenimiento del obispo Lugo al poder, luego de 61 a?os de gobierno del Partido Colorado.
El Gobierno de Lugo se juega su credibilidad en la renegociaci¨®n del Tratado de Brasil sobre la represa de Itaip¨²
?Podr¨¢ Lugo marcar un estilo diferente al del hist¨®rico Partido Colorado?
Nada se puede entender sin esa historia. El proceso colonial tuvo su epicentro en Asunci¨®n "madre de ciudades", desde la cual, a partir de 1537, se condujo la colonizaci¨®n del R¨ªo de la Plata, fundando nada menos que Santa Cruz de la Sierra (1561), Santa Fe (1573), Buenos Aires (1580) y Corrientes (1588). Una in¨¦dita amalgama del espa?ol y el ind¨ªgena guaran¨ª, es pac¨ªficamente impulsada por su primer gobernante, Domingo Mart¨ªnez de Irala. De ella nacer¨ªa una nueva clase, los "mestizos" o "mancebos de la tierra", que, adem¨¢s de adquirir un protagonismo impensable en otras partes de Am¨¦rica, consolidaron un idioma, el guaran¨ª, que hasta hoy convive con el castellano en una arm¨®nica dualidad.
Ya en el siglo XVI se ve a criollos encumbrados en el gobierno, como el c¨¦lebre Hernandarias, o -en la vida intelectual- el cura asunce?o Rui D¨ªaz de Guzm¨¢n, el primer historiador del R¨ªo de la Plata. A esta particular historia ha de a?ad¨ªrsele la de las misiones jesuitas, que entre 1607 y 1767 desarrollaron una formidable experiencia de enculturaci¨®n ind¨ªgena, que mantuvo la frontera espa?ola frente al avance de los codiciosos bandeirantes portugueses. Desde la explotaci¨®n econ¨®mica de la yerba mate hasta la invenci¨®n de instrumentos musicales, como el arpa paraguaya, desde la publicaci¨®n de una gram¨¢tica guaran¨ª hasta la formaci¨®n de un ej¨¦rcito disciplinado y eficaz, todo fue posible para aquellos pueblos asentados en lo que hoy son tierras paraguayas, brasile?as y argentinas.
La independencia tambi¨¦n fue diferente a la del resto. Estuvo precedida de fuertes movimientos comuneros de autodeterminaci¨®n y cuando finalmente se proclame, no es reconocida por Argentina hasta despu¨¦s dela ca¨ªda de Juan Manuel de Rosas, que no se resignaba a ese desgajamiento. All¨ª, Gaspar Rodr¨ªguez de Francia -magistralmente descrito por Arturo Roa Bastos en su novela Yo el supremo- instaura una autocracia aislacionista, que separa al Paraguay de toda la regi¨®n que hab¨ªa formado. Como un Robespierre criollo, conduce un Estado omnipresente hasta en la propiedad de la tierra y un pueblo encerrado en sus fronteras. Esa sensaci¨®n de aislamiento, curiosamente, sobrevivir¨¢ hasta nuestros d¨ªas, pese a toda el agua que pas¨® bajo los puentes. Ello se explica porque cuando Paraguay intent¨® retornar a la escena internacional con el desp¨®tico mariscal Solano L¨®pez, termin¨® en una tragedia sin precedentes: le declar¨® la guerra a la Argentina y el Brasil, se sum¨® en su contra al Uruguay, y luego de una resistencia tan heroica como sin sentido, qued¨® econ¨®micamente destruido y demogr¨¢ficamente diezmado por las matanzas ocurridas en los sombr¨ªos a?os que van desde 1864 hasta 1870. Recuperado del desastre, otra guerra afrontar¨ªa a¨²n el Paraguay, con Bolivia, a partir de 1933, por la posesi¨®n del Chaco, en la que una vez m¨¢s demostrar¨ªa la bravura de su gente, en esta ocasi¨®n, con m¨¢s ¨¦xito y sentido.
El Paraguay contempor¨¢neo registra un per¨ªodo de inestabilidad que culmina con el ascenso al poder del general Alfredo Stroessner, quien gobern¨® desp¨®ticamente 35 a?os, en nombre del Ej¨¦rcito y del Partido Colorado. Abroquelado en el viejo aislacionismo, su Gobierno fue de estabilidad y silencio, con una r¨¢faga de prosperidad cuando la construcci¨®n, en sociedad con los brasile?os, de la gran represa de Itaip¨². Derrocado Stroessner en 1989 por sus propios correligionarios, se suceder¨¢n varios gobiernos colorados hasta que la ¨²ltima elecci¨®n marque una vuelta de campana sorprendente en la pol¨ªtica paraguaya: gana un obispo (hoy relevado de su cargo), afecto a la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n, asociado al viejo partido liberal, que vuelve al poder luego de casi 70 a?os.
Lugo obtuvo el 42% de los votos, frente a un 32% de Blanca Ovelar, la candidata colorada, y a un 23% del general Oviedo. Sin embargo, no tiene bancada parlamentaria propia y, como apoyo, cuenta con su vicepresidente, l¨ªder del Partido Liberal, y los parlamentarios de esa colectividad, importantes pero no suficientes. Precisar¨¢ acuerdos, entonces. Y eso es lo que est¨¢ intentando, al tiempo que marca una impronta personal en la constituci¨®n del gabinete, que no ha respondido a la expectativa de los liberales, incluso designando, como ministro de Econom¨ªa, a quien ocup¨® ese cargo durante los primeros tiempos del anterior presidente colorado. Por cierto, ha sido una se?al tranquilizadora para el empresariado, pero preocupante para los movimientos sociales de izquierda que le apoyaron y que todav¨ªa sue?an con cambios estructurales m¨¢s bien intencionados que realizables.
En la campa?a electoral, un punto clave fue la propuesta de renegociar el Tratado con Brasil sobre la represa de Itaip¨², recurso fundamental del Paraguay. Conforme al Tratado, los dos pa¨ªses tienen derecho al 50% de la producci¨®n, pero el socio que no agote ese porcentaje est¨¢ obligado a venderle al otro el excedente al precio de costo. Como Paraguay consume s¨®lo el 5% del total, reclama que ese excedente que compra Brasil se haga a un verdadero valor de mercado. Se supone que Brasil no aceptar¨¢ abrir el Tratado, pero s¨ª buscar una soluci¨®n que econ¨®micamente satisfaga al Paraguay. En cualquier caso, en este asunto, el nuevo Gobierno no s¨®lo se juega importantes recursos, sino tambi¨¦n su credibilidad.
Las expectativas de cambio, a partir del 15 de agosto, son muy grandes. Empiezan en Itaip¨², pero siguen en el empleo y en toda una gama de reivindicaciones sociales que rodean la propia figura de Lugo. ?Podr¨¢ colmar esa esperanza? ?Podr¨¢ marcar un estilo diferente al del hist¨®rico Partido Colorado? Los primeros pasos han sido cautos. Necesitar¨¢ de mucho m¨¢s para que las inercias hist¨®ricas no lo empantanen y la falta de experiencia pol¨ªtica del propio presidente no le permita vadear los obst¨¢culos que las propias expectativas han creado.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti, ex presidente de Uruguay, es abogado y periodista.
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