LOS CICLONES PASAN
La forma en espiral de un hurac¨¢n se deja ver en el mapa del anuncio meteorol¨®gico. El nombre del fen¨®meno puede tener el tierno aspecto de Denis o las reminiscencias terribles de Iv¨¢n, pero el temblor es el mismo entre aquellos que habitan en viviendas con riesgos constructivos. Un cicl¨®n malcriado y zigzagueante hace que los viejos se persignen y que los ni?os se alegren de no tener que ir a la escuela. Como no hay padre m¨¢s protector que uno autoritario, el Estado puede demostrarnos en la temporada cicl¨®nica los beneficios de tener una sociedad controlada y militarizada.
La ciudadan¨ªa est¨¢ protegida y a la misma vez totalmente dependiente del amparo que le brindan las estructuras oficiales. Es mucha la indigencia que tenemos ante los fen¨®menos de la naturaleza, pues apenas si podemos por nosotros mismos asegurar nuestros bienes. Conseguir clavos y tablas para fortalecer puertas y ventanas es una ilusi¨®n raramente convertida en realidad. La ventaja de este desvalimiento es que las personas no se atrincheran en su casa a resistir los embates del viento, sino que se dejan evacuar y eso disminuye el n¨²mero de v¨ªctimas.
En esas circunstancias los gobernantes crecen y se les nota paternalistas y magn¨¢nimos. Un hurac¨¢n es como la tan anunciada invasi¨®n que nunca lleg¨®; el momento ideal para probar que la isla entera funciona como un campamento militar. Cuando el meteoro se va, comenzamos a escuchar las cifras de los da?os en la agricultura y sabemos que habr¨¢ que trabajar muy duro para restablecer las reservas del pa¨ªs. Quedar¨¢ poco espacio para el hero¨ªsmo tan publicitado en las horas de "combate" y los funcionarios, que en los d¨ªas del cicl¨®n exhib¨ªan sus uniformes y sus galones militares, volver¨¢n a la rutina en sus climatizadas oficinas.
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