Cuarenta a?os no es nada
Busco en la prensa escrita noticias de la Rep¨²blica de Georgia y me encuentro con una nota sobre los cuarenta a?os de la invasi¨®n de Praga, en los tiempos de la desaparecida Checoslovaquia, por las tropas del Pacto de Varsovia. Sucesos de una ¨¦poca pasada y enterrada, me digo, y a la vez, de un modo parad¨®jico, no tan pasada ni tan enterrada. Ten¨ªamos la impresi¨®n, hasta hace muy poco, de que el temible Ej¨¦rcito Rojo se hab¨ªa desmoronado, pero ahora, a juzgar por las noticias de Georgia y de Osetia del Sur, parece que hubiera renacido de sus cenizas.
Un editor extranjero nos record¨® ayer o anteayer una frase de Ambrose Bierce, autor norteamericano del Diccionario del Diablo y de otros textos notables: las guerras son los medios que emplea Dios para ense?arnos geograf¨ªa. Y para ense?arnos o refrescarnos la historia, podr¨ªamos a?adir.
En Praga sentimos que la izquierda del mundo perd¨ªa la esperanza de un cambio renovador
Los rusos de hoy sienten nostalgia del imperio, de su influencia perdida
Busco Georgia en un atlas universal, trato de ubicar Osetia del Sur y Abjasia, y recuerdo, como si fuera hoy, las im¨¢genes de los j¨®venes checos que les tiraban piedras a los tanques sovi¨¦ticos que ingresaban a la Plaza de Wenceslao. ?Significa esto que la historia se repite, que no hay progreso posible, que la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn fue una simple ilusi¨®n? Habr¨¢ que ir por partes: tendremos que tratar de entender lo que ha sucedido despu¨¦s del fin de la Guerra Fr¨ªa. El cambio existe, desde luego, pero los viejos imperios, con sus largas tradiciones, con sus rupturas y revoluciones, cambian menos de lo que uno tiende a suponer.
En Rusia siempre hubo alg¨²n Stalin antes de Stalin, como sugiri¨® con astucia, tratando de eludir la censura, Sergio Eisenstein en su extraordinaria pel¨ªcula Iv¨¢n el Terrible. Y suponemos que siempre existi¨® alg¨²n tenebroso Lavrenti Beria, el jefe de la polic¨ªa secreta estaliniana, antes del propio Beria. Lo cual nos conduce a preguntarnos cu¨¢l es y d¨®nde est¨¢, por qui¨¦n ha sido asumida, la herencia, la continuaci¨®n actual de aquellos personajes.
El a?o 1968 fue un a?o agitado, pesado, contradictorio, lleno de ilusiones y desenga?os dram¨¢ticos. Visit¨¦ Cuba por primera vez en enero y pas¨¦ tres d¨ªas en Praga a fines de febrero. Sal¨ª a la calle una ma?ana, guiado por un amigo hispanista, editor y traductor, y nos encontramos con una multitud exaltada, que escuchaba a dos dirigentes pol¨ªticos asomados a un balc¨®n. Uno era Novotny, representante de un r¨¦gimen estalinista que daba la impresi¨®n de encontrarse en sus etapas finales, y el otro, Alexander Dubcek, el aparente profeta y conductor de los nuevos tiempos. Cuando hablaba Dubcek, la gente agolpada en aquella plaza aplaud¨ªa y lanzaba ovaciones a rabiar, en un estado
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