Latitud 40? 25' norte / Longitud 3? 41' oeste
En la noche de la meseta, a la mitad triangulada de la Pen¨ªnsula, en latitud 40? 25' Norte / longitud 3? 41' Oeste, V¨ªctor ten¨ªa un sue?o. La imagen fija era la misma: un cuerpo que se adentraba en la oscuridad y se desvanec¨ªa hasta no saber si lo que se intu¨ªa era un reflejo poderoso de la imaginaci¨®n, o era en verdad un cuerpo en movimiento hacia la soledad improrrogada.
Desde la huida primeriza de Paloma, escapando del agua, a menudo V¨ªctor hab¨ªa planeado descender desde la cima del faro tecnol¨®gico y caminar hacia el sur en busca del desierto. S¨®lo su sentido del deber cient¨ªfico y su lealtad a la espera de su esposa le reten¨ªan en las horas m¨¢s complicadas de acortar, las horas que ¨¦l mismo hab¨ªa decretado como horas de sue?o, no de sue?o noct¨¢mbulo, sino de tiempo de ausencia de la tristeza y de la continua remembranza.
"V¨ªctor se forzaba a recordar el calor del sol reverberante sobre su casa"
"Miraba... Abajo, las cumbres y la planicie. Abajo, un mar s¨®lido sin base"
Bajo el aislamiento ps¨ªquico al que el fr¨ªo le obligaba era inevitable caer en la trampa de la renuencia, en el pensamiento vicioso de los bucles de recuerdos en los que una lucecita de af¨¢n luchaba por entrometerse y modificar el pasado. Una variaci¨®n, casi, casi, un nuevo intento, hab¨ªa un dedo que se adelantaba para cambiar una esquina de la secuencia, casi, casi, pero en el bucle no hab¨ªa posibilidad, todo segu¨ªa intacto, y no obstante...
Para dormir, pese a su voluntad, V¨ªctor rememoraba su recuerdo. Sab¨ªa que le hac¨ªa mal, puesto que m¨¢s bien le inquietaba, no lo apaciguaba. En las horas de mayor control absoluto se forzaba a recordar el calor reverberante del sol sobre su casa de Madrid, a su esposa Paloma sonriendo desde el ¨¢ngulo secreto de la alcoba, a su hermana llegando tarde a la hoguera de San Juan. En esa enso?aci¨®n s¨ª pod¨ªa intervenir. Pod¨ªa incluso vislumbrar el futuro inmaculado dentro del pasado ya cerrado y se volv¨ªa a ver joven, impartiendo conferencias por toda Europa con su ensayado tono de profeta y volv¨ªa a proyectar sus palabras en ingl¨¦s, sus mejores esl¨®ganes, frases pronunciadas con su tosco acento extranjero, mas tan elegantes, tan bien formuladas, que fundar¨ªan un idilio con la prensa.
Lo declarar¨ªan el mejor divulgador de la Nueva Ecolog¨ªa, el ¨²nico en lograr el objetivo, el ¨²nico cient¨ªfico que convencer¨ªa a la poblaci¨®n, y forzar¨ªa a los pol¨ªticos a revertir el proceso. A¨²n hab¨ªa tiempo. Vencer¨ªa. Ni siquiera necesitar¨ªa desear la incompetencia de otros profetas paralelos: ¨¦l sab¨ªa que el Cambio llegar¨ªa hasta el Hielo y no parar¨ªa en el Agua. Su delirio fatuo le hac¨ªa sonre¨ªr al entrever lo armonioso de un plan que le proporcionar¨ªa una heroicidad hist¨®rica, privada, y el ¨¦xito de su empresa, tan p¨²blico: salvar los climas y los microorganismos, salvar un modo de vida. La heroicidad doble de salvar su mundo.
En realidad sab¨ªa que esas horas de deleite sobre un pasado inconmovible pod¨ªan, en el mejor de los casos, proporcionarle un poco de solaz, pero presentaban la desventaja de robarle tiempo de descanso. La ¨²nica invocaci¨®n que funcionaba era ese otro recuerdo tan desfavorable para su tranquilidad, el recuerdo del sue?o m¨¢s nocivo que guardaba.
Era un sue?o de otros. Ignoraba a cu¨¢l de los hombres pertenec¨ªa, parec¨ªa ser una fusi¨®n de varias visiones sintetizadas y emplastinadas en una. Ya todo proven¨ªa de la Edad del Fuego.
El sue?o se habr¨ªa desprendido de alg¨²n div¨¢n de su memoria o ser¨ªa patrimonio del div¨¢n com¨²n de los sue?os de todos los hombres. Un recuerdo secreto o compartido, accesible desde la enso?aci¨®n m¨ªtica de siglos de presentimiento del Cambio. Desde luego, se trataba de Paloma corriendo como una loca hacia el sur, huyendo del agua. Y despu¨¦s de los dem¨¢s: hombres, nombres que intu¨ªa pero que nunca hab¨ªa conocido. Antes del fr¨ªo hab¨ªan sido muchos. Eran todos y ninguno, pero tambi¨¦n iba ser ¨¦l, demasiado tarde, virtualmente duplicado por la sinraz¨®n del espejo de hielo. La reci¨¦n inaugurada Edad del Hielo.
En la noche de la meseta, a la mitad triangulada de la Pen¨ªnsula, en latitud 40? 25' Norte / longitud 3? 41' Oeste, V¨ªctor ten¨ªa un sue?o.
Un ave se adentraba en la espesura de la noche. A lo lejos, frente a ¨¦l, la eterna promesa del sol despertando la madrugada, la luz retenida por los f¨®rceps c¨®ncavos del Sur. Se equivocaba.
Propulsado por la fuerza del deseo, V¨ªctor se convert¨ªa en el ave. Sus ojos eran los de ella, sus brazos semirr¨ªgidos se transformaban en ¨¢giles alas de torsi¨®n perfecta.
Ascendi¨®, mir¨® atr¨¢s, mir¨® al ojo de la luz y la tormenta y se inclin¨® hacia lo oscuro, en l¨ªnea recta.
De su mente se hab¨ªa desplazado la idea. Ya no hab¨ªa idea, en su lugar hab¨ªa frescor y altura, densidad hacia el avance, suspensi¨®n sobre los trazos del aire, zarpazos de las cuerdas rotas de agua helada.
El vuelo.
Poco a poco, no obstante, algo dificultaba su trayectoria. Su cuerpo, cada vez, pesaba m¨¢s.
Miraba. Nada se interpon¨ªa pero algo la sujetaba. A un lado y al otro, abajo la llanura escarpada, abajo las cumbres y la planicie, abajo un mar s¨®lido sin base.
Volaba. Y miraba.
Hasta que en un parpadeo sus ojos no se pudieron volver a cerrar.
Intent¨® un graznido de sorpresa. Y el agua congelada entreverada en sus cristales de hielo invisibles al ox¨ªgeno penetr¨® en tromba y en punta a su garganta. Y la boca no la pudo volver a cerrar.
Ahora el terror se apoder¨® de todo su cuerpo porque lo recorri¨® a golpe de latido sangu¨ªneo. Pero la sangre no pudo afluir a la totalidad de sus arterias.
Tras un bateo oxidativo, las alas no respondieron m¨¢s.
Y ah¨ª fue la gravedad y el hielo desgarrando a jirones sus plumas y sus ojos como dos canicas secas y sus patas arrugadas y la baja densidad de un aire avaricioso que con desd¨¦n rehusaba retener su cuerpo gr¨¢cil y redondo.
Caer. Caer. Como una bola arrugada. Caer.
Y despertar.
La imagen fija era la misma: un cuerpo que se adentraba en la oscuridad y se desvanec¨ªa hasta no saber si lo que se intu¨ªa era un reflejo poderoso de la imaginaci¨®n, o era en verdad un cuerpo en movimiento hacia la soledad improrrogada.
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