?Qu¨¦ hacer con Rusia?
El Consejo Europeo se re¨²ne hoy en sesi¨®n extraordinaria para evaluar la crisis georgiana y estudiar las medidas a tomar. Se trata de una reuni¨®n forzada por el incumplimiento de los acuerdos de alto el fuego por parte de Mosc¨² y, ante todo, por el giro cualitativo introducido por Rusia al reconocer la independencia de Abjazia y Osetia del Sur.
Lamentablemente, una vez m¨¢s, la Uni¨®n Europea parece desbordada por los hechos y dividida respecto a las medidas a tomar. Los intentos de mediaci¨®n anteriores a la crisis fracasaron por falta de respaldo colectivo, pero tambi¨¦n en raz¨®n de su tibieza. Como resultado, las partes en conflicto, en lugar de recurrir a cualquiera de los m¨²ltiples mecanismos existentes para la gesti¨®n de conflictos (algunos de ellos espec¨ªficos al ¨¢mbito europeo, como la Organizaci¨®n para la Seguridad y la Cooperaci¨®n en Europa -OSCE- o el Consejo de Europa), consideraron inevitable o incluso provechoso recurrir a medidas de fuerza unilaterales. Posteriormente, durante la crisis, la presidencia francesa, presionada por la necesidad de detener las hostilidades, pec¨® de ingenuidad y falta de firmeza al promover unos acuerdos ya de por s¨ª excesivamente generosos con Mosc¨² que, adem¨¢s, han sido claramente incumplidos.
En su af¨¢n de situar a Rusia en el siglo XXI, Vlad¨ªmir Putin se est¨¢ llevando a su pa¨ªs al XIX
Es cierto que algunos encuentran consuelo en el rid¨ªculo hecho por Washington, incapaz pese a sus inmensos recursos diplom¨¢ticos, militares y de inteligencia de prever, primero, o gestionar, despu¨¦s, la crisis; ello pese al intens¨ªsimo v¨ªnculo personal entre el presidente georgiano, Mija¨ªl Saakashvili, y la Casa Blanca. Viendo c¨®mo la Administraci¨®n de Bush protege a sus amigos, es incluso posible que algunos vecinos extraigan como lecci¨®n la necesidad de diversificar algo m¨¢s sus estrategias y acercarse algo m¨¢s a Bruselas. ?Pero est¨¢ la UE preparada, adem¨¢s de para dar una respuesta coherente a corto plazo, para generar una reflexi¨®n estrat¨¦gica m¨¢s a largo plazo respecto a Rusia y el conjunto de pa¨ªses de la extinta URSS?
El acuerdo sobre las medidas m¨¢s inmediatas no parece problem¨¢tico. Se tratar¨ªa de exigir a Rusia la retirada de sus tropas, el env¨ªo de observadores para preparar el despliegue de una misi¨®n internacional y la puesta en marcha de iniciativas de mediaci¨®n entre georgianos, surosetios y abjazos. Tambi¨¦n habr¨ªa que aprobar un paquete de emergencia para los m¨¢s de 100.000 desplazados georgianos e iniciar de forma inmediata la reconstrucci¨®n de las infraestructuras locales. M¨¢s adelante, habr¨ªa que revisar los acuerdos entre la UE y Georgia para sacar el m¨¢ximo partido a sus posibilidades comerciales, financieras y de asistencia t¨¦cnica. De la misma manera, la UE se ver¨¢ obligada a reexaminar en profundidad sus relaciones con Ucrania, de tal manera que las autoridades de Kiev encuentren en Bruselas un apoyo sostenido para su proceso de modernizaci¨®n, as¨ª como un baluarte frente a las presiones y chantajes de Mosc¨².
Estas medidas ayudar¨¢n a la UE a elevar su perfil en la zona. Pero la verdadera discusi¨®n no es sobre Georgia, sino sobre Rusia. Putin pod¨ªa haberse conformado con tomar el control de Abjazia y Osetia del Sur sin grandes alharacas, crear un hecho consumado y dejar que el tiempo jugara a su favor. Sin embargo, ha decidido deliberadamente mantener abierta la crisis tanto desde el punto de vista ret¨®rico (con referencias a la guerra fr¨ªa y amenazas sobre el suministro energ¨¦tico) como pr¨¢ctico (con el reconocimiento de dos rep¨²blicas por el precio de una y, sobre todo y de forma m¨¢s grave, por la injustificada presencia de sus tropas en el puerto georgiano de Poti). Todo ello no s¨®lo es inaceptable sino que, como se ha dicho estos d¨ªas, refleja que en su af¨¢n de situar a Rusia en el siglo XXI, Vlad¨ªmir Putin se est¨¢ llevando a su pa¨ªs al siglo XIX.
El dilema es ejemplar. Por un lado, la firmeza ante Mosc¨², como preconizan Gordon Brown y David Miliband (secundados por escandinavos, b¨¢lticos y los nuevos miembros de Europa Central y Oriental), acentuar¨¢ los sentimientos de aislamiento y humillaci¨®n y alejar¨¢ a Rusia de las instituciones democr¨¢ticas y del orden multilateral. Pero por otro lado, contemporizar con Mosc¨² (como parece preferirse desde Par¨ªs, Berl¨ªn, Madrid y Roma) e intentar aislar la crisis muy probablemente enviar¨¢ el mensaje equivocado y reforzar¨¢ a los que, como Putin, desprecian a la Uni¨®n Europea por considerarla una mera forma de pensamiento blando. ?Reforma o ruptura? La vieja pregunta leninista no termina de pasar de moda. En cualquier caso, Rusia parece haber optado por la segunda opci¨®n.
Jos¨¦ Ignacio Torreblanca es director de la Oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR).
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