Balance
Recuerdan la an¨¦cdota del orador que se levanta para pronunciar su alocuci¨®n tras el banquete y pregunta a un comensal remoto: "Usted, all¨ª al fondo, ?me escucha bien?". Y el otro responde: "Perfectamente, pero voy a cambiarme con aquel se?or, porque parece que all¨ª ya no se oye". Tambi¨¦n yo he estado esperando hasta que han respondido al Manifiesto por la Lengua Com¨²n incluso los que se sentaban voluntariamente all¨ª donde es imposible escuchar lo que dice. Pensando a veces, con cierto desaliento, que es una seria objeci¨®n contra la existencia de la lengua com¨²n el que muchos que parecen comprenderla malinterpreten tan patentemente un texto sencillo como ¨¦se. Pero en todo caso me parece una obligaci¨®n de cortes¨ªa intentar finalmente hacer balance y responder a quienes se han molestado en hacer objeciones inteligibles a esa propuesta. Desde luego, s¨®lo voy a tomar en cuenta las de cierto calado, que no han sido las m¨¢s numerosas. En cuanto a las dem¨¢s... bueno, a pesar de la artritis estoy dispuesto a agacharme ocasionalmente un poco para quedar a la altura de ciertos argumentos y seguir la discusi¨®n, pero no pienso ponerme a cuatro patas, como se requerir¨ªa para responder a otros. Asumo mis limitaciones por arriba... y por abajo.
Un texto tan sencillo como el Manifiesto es patentemente malinterpretado
Se trata, en efecto, de una cuesti¨®n pol¨ªtica como dicen algunos cr¨ªticos
Tampoco me detendr¨¦ en algunos reproches que considero desenfocados. Por ejemplo, los de quienes han insistido en recordar que la lengua castellana -pujante y cada vez m¨¢s extendida por el planeta- no necesita defensa ninguna. El Manifiesto confirma ese punto desde su primer p¨¢rrafo y evidentemente trata de otra cosa, por lo que s¨®lo puedo rogar a los obstinados que se molesten en leer al menos sus cinco primeras l¨ªneas. Por cierto, es curioso que en el pasado mes de julio -cuando d¨ªa s¨ª y d¨ªa no se nos recordaba en todos los medios de comunicaci¨®n la invulnerabilidad del castellano- la Junta de Castilla-La Mancha y la Fundaci¨®n Santillana otorgasen un merecido premio a Carlos Fuentes y a Lula de Silva, "por su defensa del idioma espa?ol", seg¨²n dijo la prensa. Esper¨¦ sobrecogido una lluvia de protestas o la universal rechifla ante tarea tan superflua, pero nadie dijo ni p¨ªo: por lo visto, entonces no tocaba. Otros han expresado su recelo ante el apoyo que mostraron al manifiesto ciertos medios de comunicaci¨®n y personas conocidas que no les parecen con suficiente garant¨ªa de salubridad progresista: por lo visto, para ellos todo lo que no se promueve desde la izquierda oficial est¨¢ pol¨ªticamente "manipulado", pecado grande. Reconozco ser poco sensible ante esta grave imputaci¨®n. Es la costumbre: si los movimientos c¨ªvicos m¨¢s activos del Pa¨ªs Vasco, en los que he militado, hubi¨¦semos esperado el apoyo o tan siquiera el permiso de los medios de comunicaci¨®n y los intelectuales llamados "progresistas" para ponernos en marcha, todav¨ªa estar¨ªamos en v¨ªsperas de salir por primera vez a la calle... A¨²n peor: si hubi¨¦ramos escuchado luego a bastantes de ellos, a¨²n estar¨ªamos d¨¢ndonos golpes de pecho por haber salido. De modo que miren: no.
Pero pasemos a las objeciones que merecen mayor atenci¨®n. Una de las m¨¢s frecuentes asegura que en cualquiera de las autonom¨ªas biling¨¹es sigue siendo el castellano la lengua mayoritariamente utilizada por los hablantes. Personalmente no lo dudo, pero... ?es esto un pecado? ?Es una injusticia que debe ser corregida o una enfermedad que ha de ser curada? Por razones hist¨®ricas y culturales, el castellano no s¨®lo es la lengua com¨²n de Espa?a, as¨ª establecida constitucionalmente, sino tambi¨¦n uno de los idiomas internacionales de mayor peso presente y futuro. Ofrece ventajas evidentes respecto a otras a los empresarios y comerciantes, a los viajeros y a quienes buscan bibliograf¨ªa. Los medios de comunicaci¨®n de masas suelen preferirla por razones de eficacia econ¨®mica: hay inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica en la escuela, pero no en la prensa, y La Vanguardia sigue public¨¢ndose en castellano. Se trata de una primac¨ªa pr¨¢ctica perfectamente razonable, no de un monopolio dictatorial: las otras lenguas oficiales siguen teniendo su debido reconocimiento y su viabilidad a todos los niveles en las ¨¢reas regionales que les corresponden. Lo que resultar¨ªa un poco raro es llamar "normalizaci¨®n" al empe?o de corregir por las bravas, a base de prohibiciones e imposiciones, esta preferencia de tantos hablantes, biling¨¹es o no... como si se tratase de un atropello. Puede que no haya un precepto constitucional que establezca que cada cual pueda ser educado en la lengua que prefiera -es lo que el Manifiesto propone corregir-, pero a¨²n menos en ninguna parte de la Constituci¨®n se dice que en las comunidades biling¨¹es la lengua co-oficial deba alcanzar forzosamente un uso igual o mayor que el castellano.
Otros de nuestros cr¨ªticos (por ejemplo, el propio ex presidente Pujol, en una entrevista reciente) nos recuerdan que los ni?os en Catalu?a conocen perfectamente el castellano, aunque estudien en catal¨¢n. Incluso podr¨ªamos a?adir que en los ex¨¢menes para determinar los resultados del informe PISA, los estudiantes vascos -aunque estudien en euskera- hacen las pruebas en castellano para mejorar sus resultados. Pero nada de esto tiene que ver con el fondo del asunto. No se trata de que los ni?os (o los ciudadanos adultos, tanto da) sepan o no castellano: lo aprender¨¢n sin duda de un modo u otro, como terminar¨¢n adquiriendo nociones de ingl¨¦s a trav¨¦s de las letras de sus grupos preferidos de rock, porque se trata de idiomas de comunicaci¨®n internacional cuya pujanza no podr¨¢ ser cortocircuitada por ninguna burocracia etnicista local. Pero no es lo mismo conocer una lengua de modo m¨¢s o menos sobrevenido que estudiar en ella y aprovechar todos sus recursos expresivos o bibliogr¨¢ficos, as¨ª como utilizarla habitualmente para recibir informaci¨®n de las autoridades o comunicarse institucionalmente. Y lo m¨¢s importante, est¨¢ en juego el derecho a poder utilizar siempre que uno lo desee la lengua oficial del pa¨ªs del que somos ciudadanos, aun all¨ª d¨®nde coexiste con otras regionales. Invocar este derecho no es una reminiscencia franquista, salvo para quienes han olvidado lo que estipulaba la Constituci¨®n republicana de 1931 en su art¨ªculo 4 (bastante m¨¢s perentoria y n¨ªtida al respecto que la actual). Por cierto, cuando uno ve los obtusos y sectarios que son respecto al presente ciertos adalides de la memoria hist¨®rica, entran dudas respecto a la exactitud de la visi¨®n del pasado que tratan de oficializar.
?Ah, pero hablar de derechos ling¨¹¨ªsticos es embrollar las cosas, seg¨²n dicen algunos sabios del establishment! ?La "demagogia de los derechos" no soluciona nada! Es mejor resolver esos temas por medio de acuerdos consuetudinarios y confiar en el sentido com¨²n. Dejemos a un lado los derechos y volvamos a los apa?os: ins¨®lito consejo, por cierto, para venir de profesionales de la filosof¨ªa pol¨ªtica... Sin embargo, perd¨®n por la insistencia: ?hay alg¨²n otro pa¨ªs en la CE -dejemos a un lado la nada envidiable B¨¦lgica- en que los ciudadanos se vean impedidos para usar normal y culturalmente la lengua mayoritaria en determinadas regiones de su territorio? ?no es l¨®gico que entonces invoquen su derecho a algo tan elemental, sean cuales fueren las "costumbres" que otros tratan de imponerles?
Con todo, hay algo de verdad en la teor¨ªa de los "apa?os": es cierto que en las comunidades biling¨¹es los ciudadanos conviven y se entienden con pocos roces en las lenguas co-oficiales. Los problemas vienen cuando all¨ª se legisla de tal modo que esa armon¨ªa se rompa para obstaculizar institucionalmente el derecho a usar una de ellas. Porque el busilis de la cuesti¨®n no es el biling¨¹ismo, desde luego, sino el biestatismo que los nacionalistas pretenden imponer en sus autonom¨ªas. Es decir, que haya dos Estados superpuestos, el local que ellos controlan m¨¢s y m¨¢s, junto al general que soportan y al que s¨®lo acuden cuando esperan beneficios. En tal empe?o biestatal, la marginaci¨®n de todo elemento com¨²n con el resto del pa¨ªs -empezando por la lengua- es una herramienta esencial. Como esencial resulta para quienes pensamos de otro modo oponernos a tal tendencia y denunciarla. Se trata, en efecto, de una cuesti¨®n pol¨ªtica, como con rara clarividencia han se?alado algunos de nuestros cr¨ªticos...
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense.
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