El sexo es divertido (a¨²n)
Reprimo la arcada de almibarada nostalgia que me asciende del est¨®mago al enterarme de la publicaci¨®n de la nueva edici¨®n brit¨¢nica, completamente renovada por la psic¨®loga Susan Quilliam, de The Joy of Sex (1972), el libro de Alex Comfort que revolucion¨® el modo de entender el sexo en los pa¨ªses desarrollados durante los a?os setenta. Los m¨¢s j¨®venes quiz¨¢s no puedan entenderlo, pero aquel volumen contribuy¨® a eliminar muchos complejos y culpabilidades, dio respuesta a preguntas que nadie se atrev¨ªa a formular al m¨¦dico de cabecera, ayud¨® a tomar decisiones respecto a los gustos de cada cual y, sobre todo, vino a consagrar como normal lo que la gente "normal" practicaba sistem¨¢ticamente.
No puedo evitar el viaje en el tiempo hasta un saloncito 'progre' con, como humilde 'coffee-table book', el libro de Comfort
Treinta y seis a?os m¨¢s tarde y con m¨¢s de ocho millones de ejemplares vendidos en todo el mundo -una frusler¨ªa, en todo caso, si lo comparamos con los superventas de hoy- vuelvo a ojear la primera edici¨®n espa?ola (Blume, 1977), prudentemente publicada tras la muerte del asexuado dictador, y no puedo evitar el viaje en el tiempo hasta un t¨ªpico saloncito de pareja progre (lo dec¨ªamos con "ese") de entonces, en el que no faltaba la reproducci¨®n del Guernica, la foto del Che de Korda o el cartel de Casablanca (depend¨ªa de la militancia) y, como humilde coffee-table book, el libro de Comfort, con las ilustraciones (realizadas sobre fotograf¨ªa, lo que le daban un aire m¨¢s as¨¦ptico) de Chris Foss en las que los modelos llevaban cabellos largos y revueltos, como los chicos de Led Zeppelin cuyos vinilos sonaban en el tocadiscos.
No era un asunto balad¨ª: entre nosotros el manual de Comfort -que lo deb¨ªa casi todo al c¨¦lebre Human Sexual Reponse (1966), la revolucionaria investigaci¨®n de Masters y Johnson- ven¨ªa felizmente a sustituir al retr¨®grado y verboso Libro de la vida sexual (Danae, 1968), de Juan Jos¨¦ L¨®pez Ibor, la obra que convenci¨® a no pocos nacionalcat¨®licos de que, al fin y al cabo, el matrimonio les permit¨ªa practicar con la leg¨ªtima cosas que s¨®lo se atrev¨ªan a llevar a cabo pagando (aunque desaconsejaba la pr¨¢ctica "por s¨ª misma" de la felaci¨®n, considerada una "parafilia patol¨®gica"). Por el contrario, en su Kamasutra de nuevo cu?o Comfort hablaba sin aspavientos de roles (los gustos de la mujer contaban), de homosexualidad masculina y femenina, de swinging y sexo en grupo, de dildos y dem¨¢s juguetes para el amor, de posturas, lametazos y succiones, de introducciones y sexo anal (en la primera edici¨®n no era muy partidario), de pr¨¢cticas (amablemente) sadomaso y de fetichismos varios. Y todo con el desparpajo de quien todav¨ªa ignora el sida y cuya divisa impl¨ªcita es "el sexo es divertido". Pacifista y anarquista militante (y tambi¨¦n novelista, por cierto), el doctor Alexander Comfort (1920-2000), conocido por sus alumnos como "Dr. Sex", logr¨® insuflar a su texto m¨¢s c¨¦lebre -el que le permiti¨® ganar una fortuna de m¨¢s de 3 millones de d¨®lares en derechos de autor- algo de su propio esp¨ªritu libertario e inconformista. Le¨ªdo con ojos de hoy, a menudo resulta tierno de puro arqueol¨®gico.
The Joy of Sex permaneci¨® 70 semanas en los primeros puestos de la lista de best-sellers de The New York Times. Si de algo estoy seguro es de que la nueva edici¨®n de la doctora Quilliam no conseguir¨¢ igualar la marca, a pesar de que en su "puesta al d¨ªa" haya introducido 43 nuevas secciones (incluyendo todo lo referente al cibersexo y al "sexo seguro", dos asuntos a los que entonces nadie prestaba mucha atenci¨®n), y suprimido un 9% del original. Y es que la pr¨¢ctica, abundancia y concepto de las relaciones sexuales han cambiado mucho (al menos en esta parte del mundo) desde 1972. Y en lo que a m¨ª respecta, mejor no les cuento, que llueve.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.