Dos etapas
No me hagan mucho caso, que no soy yo un experto en cuestiones de reglamento, pero creo que desde hace alg¨²n tiempo est¨¢n prohibidos en el ciclismo los dobles sectores. Pero, hecha la ley, hecha la trampa: hay organizadores que esquivan al reglamento recurriendo a la l¨®gica: si no se pueden hacer dos semietapas en un d¨ªa, se hacen dos etapas y asunto concluido.
No es ¨¦ste el problema de las grandes vueltas, pues en tres semanas hay tiempo para todo sin tener que optar por la condensaci¨®n. Pero hay d¨ªas, como el de ayer, en los que uno recurre mentalmente al mismo truco. Ves el recorrido, tuerces el gesto y divides autom¨¢ticamente la etapa en dos partes. Pero no cometes el error de pensar en dos mitades, no. Son dos etapas independientes. Una no tiene nada que ver con la otra; sobre todo, porque las sensaciones -malas- que sabes que tendr¨¢s en la primera no tendr¨¢n nada que ver con las de la segunda. Parece una tonter¨ªa, pero aseguro que el truco a veces funciona. Por ejemplo, ayer sin ir m¨¢s lejos.
La etapa sal¨ªa de Sabi?¨¢nigo y terminaba en un lugar indefinido situado entre el mismo alto de Monrep¨®s y los alrededores de la ciudad de Huesca. La primera etapa, me refiero. Despu¨¦s del d¨ªa anterior -el d¨ªa rectangular, ya saben-, ya imaginaba que la subida al puerto no ser¨ªa f¨¢cil. No me equivocaba lo m¨¢s m¨ªnimo. Por eso, si consegu¨ªa llegar al alto en el pelot¨®n, el objetivo del d¨ªa estar¨ªa cumplido. En caso contrario, como al final ocurri¨®, el objetivo era reintegrarme al pelot¨®n lo antes posible. Los que me acompa?aban y yo lo conseguimos despu¨¦s de un par de kil¨®metros de descenso. Objetivo cumplido, mero tr¨¢mite de supervivencia.
La otra etapa, la que verdaderamente importaba, comenz¨® m¨¢s adelante. Salida en el avituallamiento y llegada en las calles de Zaragoza. Terreno llano y ventoso, el mejor caldo de cultivo para la tensi¨®n. Pero, finalmente, nada pas¨® y asistimos a lo predecible, la llegada al sprint. A m¨ª me tocaba cubrirle las espaldas a Freire, que se levant¨® con ganas. Tres kil¨®metros, dos y pronto llegar¨ªa el momento de entrar en acci¨®n. Pero un ataque suicida de Pozzato desbarat¨® la organizaci¨®n y perdimos el contacto visual. Bajo el tri¨¢ngulo rojo del ¨²ltimo kil¨®metro, me sent¨ª como un ni?o perdido en una feria. Pegamos un aceler¨®n tratando de remontar posiciones antes de la ¨²ltima curva. All¨ª le dej¨¦, cuarto o quinto en la curva, y a partir de ah¨ª ya no s¨¦ lo que pas¨®. Que sea ¨¦l quien responda.
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