"El teatro es esa madre que siempre te acoge"
L¨¢stima que hoy, d¨ªa de calor, las mesas del Thaidy luzcan medio vac¨ªas. Los potenciales clientes se est¨¢n perdiendo un espect¨¢culo en toda regla. A cada rato Gabino Diego se levanta, rasguea una guitarra imaginaria y canturrea alg¨²n cl¨¢sico de su repertorio: Bob Dylan, Johnny Cash, Neil Young, Elvis Presley o Los Secretos. A cualquiera que cerrase los ojos le dar¨ªa un soponcio, porque el rubiales de la sonrisa socarrona clava las imitaciones. Y en ¨¦sas que Diego se pone en el pellejo de un cliente pijo: "Oyesss, ?te sabesss alguna de Hombresss G?". La consiguiente parodia de David Summers es irreproducible. Almudena, su chica, y Nico, el responsable de prensa, se tronchan mientras el camarero tailand¨¦s nos dedica una mirada entre divertida y estupefacta.
El actor interpreta ahora a 13 personajes, muy en la l¨ªnea de su hiperactividad
Diego ha cumplido estos d¨ªas 42 a?os, pero conserva casi el mismo aspecto jovial, tierno, guas¨®n y perplejo de aquel zangolotino que aprendi¨® el oficio de actor junto a Fernando Fern¨¢n-G¨®mez en El viaje a ninguna parte (1986). "Yo nac¨ª el 6 de septiembre, pero por un l¨ªo de papeles con mis padres, los dos cubanos, no me registraron hasta el 18. Ya empec¨¦ llegando tarde a los sitios, no tengo remedio", advierte, burl¨®n. Pero se pone serio cuando repara en los estragos del tiempo. "He tenido la suerte de aprender no s¨®lo de Fernando, sino de Aurora Redondo, Alberto Closas o Agust¨ªn Gonz¨¢lez, y de pronto ya no est¨¢n. Es cuando dices: 'Ostias, c¨®mo funciona esto de la vida...".
Anda ahora inmerso en la adaptaci¨®n teatral de Los 39 escalones, transfigurada en comedia de enredo donde ¨¦l interpreta 13 personajes distintos. Patricia Conde, Jorge de Juan y Diego Molero completan un plantel en cartel en el madrile?o teatro Maravillas, pero nuestro personaje omite el tedioso discurso promocional. "Ahora hago teatro porque es esa madre que siempre te acoge. Por eso y porque me atrae la vida n¨®mada, lo de viajar de pueblo en pueblo como si fu¨¦ramos un grupo de rock".
Ah, el rock: palabras mayores. Igual que el jazz, el country o la cl¨¢sica. Diego atesora en casa cerca de 4.000 ¨¢lbumes, entre vinilos y ced¨¦s, adem¨¢s del imponente piano de cola para Almudena. "Siempre admir¨¦ m¨¢s a los m¨²sicos que a los actores", confiesa. "Piensa en Barenboim, un hombre con centenares de sinfon¨ªas en la cabeza. Es asombroso. El d¨ªa que encuentre a un actor que haya interiorizado todo Shakespeare, me quitar¨¦ el sombrero".
Imposible mantener una conversaci¨®n lineal con el hombre que trocea el mango con deleite. Tan pronto habla de su imponente colecci¨®n fotogr¨¢fica ("me hice amigo de Robert Freeman, el fot¨®grafo de los Beatles, y me meti¨® el gusanillo") como de su fascinaci¨®n por los trenes ("son un micromundo"), su escaso aprecio por las nuevas tecnolog¨ªas, la pujanza de la cultura jud¨ªa o las tardes en casa de su amigo Espinosa, el que le anim¨® con 13 a?os a tocar la guitarra en el metro "por pura necesidad de tener un p¨²blico". Hasta sale a colaci¨®n el se?or Forc¨¦n, su profe de lengua en quinto de EGB, que le puso un 10 el d¨ªa que montaron en clase una obra de teatro. "Esa misma tarde, llam¨® a mi madre y le dijo: 'Mire, el chaval es un desastre en todo, pero esto del teatrillo no se le da nada mal...".
Y en ¨¦sas estamos.
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