Rostros
Hay rostros adultos que permiten adivinar al ni?o, al adolescente y al joven que llevan dentro todav¨ªa. El observador los puede imaginar uno debajo del otro, como sucede con las mu?ecas rusas. Con el tiempo este efecto desaparece. El ni?o, el adolescente y el joven, que duermen superpuestos en nuestro interior, finalmente se extinguen y durante un periodo m¨¢s o menos prolongado el rostro adopta una personalidad est¨¢tica sin que afloren en ¨¦l las im¨¢genes del pasado. Un d¨ªa, el efecto de la mu?eca rusa vuelve a funcionar, aunque en sentido contrario. En el rostro del adulto comienza a vislumbrarse el viejo que ya lleva en su interior, de modo que es posible imaginarlo con 60, 70, 80 a?os e incluso dentro de un f¨¦retro con las manos atadas con un rosario de cuentas. Este sortilegio no s¨®lo es aplicable a la edad. Tambi¨¦n ata?e a la moral y a la ideolog¨ªa. En el interior de algunas personas instaladas en las altas finanzas se puede divisar todav¨ªa el lejano perfil del cr¨ªo mimado, del chaval repeinado y empoll¨®n, del licenciado por Harvard con una borla en la oreja, pero llega un momento en que este vestigio se pierde. De pronto cambia la fase y en la cara de este ser inofensivo se instala la silueta inconfundible del tibur¨®n con tres filas de dientes en el paladar y as¨ª permanece por un tiempo hasta que esta figura atroz va tomando lentamente el dise?o de un honorable caballero, de un anciano patriarca, de un benefactor de la patria. Por el lado contrario, baja empu?ando el m¨¢stil de la bandera espa?ola, a modo de estaca, un reaccionario desdentado, que en su d¨ªa fue un rojo muy puro, dispuesto a cambiar el mundo y que hoy arrastra los cad¨¢veres del ni?o rebelde, del adolescente so?ador y del joven inconformista. Nuestra mu?eca rusa puede desarrollar tambi¨¦n los momentos m¨¢s bellos del pasado y todos los retos del futuro. La ni?a de oro, que al madurar obligaba a los hombres a volver la cabeza ser¨¢ una abuela feliz rodeada de nietos; el ni?o desnudo que pescaba cangrejos en la cala se convertir¨¢ en un joven atl¨¦tico y en un viejo soleado ma?ana. Dentro est¨¢ todo, el cobarde que un d¨ªa mat¨® un le¨®n con las manos, el perdedor nato que hizo saltar la banca y el aventurero que nunca sali¨® de casa.
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