Occidente se equivoca con Rusia
Desde que el mundo existe, cuando un Ej¨¦rcito extranjero cerca una ciudad es para obligarla a capitular y rendirse o para atacarla y destruirla. La historia est¨¢ llena de episodios de este car¨¢cter. El esp¨ªritu de conquista y la voluntad de dominaci¨®n atraviesan la historia universal a lo largo de los siglos y hasta nuestros d¨ªas.
Un espectador objetivo que mire un mapa y contemple lo que est¨¢ sucediendo hoy, tiene que reconocer que no ya una ciudad, sino todo un pa¨ªs que por el estrecho de Bering linda con Estados Unidos y ocupa una enorme extensi¨®n del continente euroasi¨¢tico, un pa¨ªs que luch¨® en la Primera Guerra Mundial al lado de las potencias liberales de la ¨¦poca y en la Segunda Guerra Mundial fue un factor decisivo en la destrucci¨®n de la poderosa m¨¢quina militar nazi, sin cuya derrota no existir¨ªa hoy una Europa libre, est¨¢ siendo cercado militarmente por Estados Unidos, directamente o utilizando la OTAN.
Es normal que a una gran naci¨®n le moleste que EE UU le haga un cerco militar
?Acaso EE UU es una democracia perfecta? ?Y Guant¨¢namo?
El pretexto para esta operaci¨®n colosal, que no hubieran so?ado ni C¨¦sar ni Alejandro ni Napole¨®n, es unas veces la implantaci¨®n del escudo antimisiles de los norteamericanos, otras el terrorismo de Bin Laden y otras la defensa del derecho de autodeterminaci¨®n de Kosovo y la oposici¨®n a este mismo principio en Osetia y Abjazia. Un pretexto que por mucha verborrea y mucha tinta que se derrame en su defensa no se tiene en pie.
No es ¨¦sta una operaci¨®n nueva. Antes hemos conocido un aspecto distinto de la misma operaci¨®n; aludo, como habr¨¢ adivinado el lector, a la guerra fr¨ªa librada por EE UU con el apoyo de Europa contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Cierto que entonces hab¨ªa razones ideol¨®gicas que a los ojos de un amplio sector de la opini¨®n p¨²blica pod¨ªan justificar tal pol¨ªtica: en la URSS, hab¨ªa un sistema econ¨®mico-social que representaba un peligro para el sistema capitalista. Se le denominaba comunismo, aunque s¨®lo fuera un sistema en que la propiedad estaba en manos del Estado. Pero esto, junto con el r¨¦gimen de partido ¨²nico, daba fundamento a dicha guerra fr¨ªa.
Pero aquel sistema hizo implosi¨®n. Y el Estado ruso qued¨® moment¨¢neamente vacilante como un gigante sonado; hab¨ªa perdido su poder y parec¨ªa descomponerse. Cambi¨® el sistema social, surgi¨® una burgues¨ªa salvaje que se apoder¨® de las riquezas creadas con el trabajo del pueblo, aparecieron los nuevos ricos y el pluralismo pol¨ªtico, con partidos que defend¨ªan los intereses de las diversas clases sociales. Hubo elecciones de estilo occidental y Rusia volvi¨® a integrarse en el mundo capitalista. Territorios importantes, tanto en Europa, como en Asia Central, en Transcaucasia y la Costa del Mar Negro, que llevaban siglos perteneciendo al imperio ruso y despu¨¦s de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, lograron su independencia transform¨¢ndose en nuevos Estados. La Rusia surgida de las ruinas de la Uni¨®n Sovi¨¦tica acept¨® los cambios y, poco a poco, apoy¨¢ndose en su riqueza en materias primas, y sobre todo en petr¨®leo y gas, fue poni¨¦ndose en pie. Y el mundo pudo ver que Rusia, pese a todo, segu¨ªa siendo una gran naci¨®n, con un peso internacional disminuido, pero todav¨ªa grande. Es una realidad: Rusia ha perdido la guerra fr¨ªa pero no ha desaparecido. Est¨¢ ah¨ª, forma parte del concierto mundial, con una posici¨®n privilegiada entre Asia y Europa.
?Y qu¨¦ tratan de hacer los que promet¨ªan un nuevo orden mundial de paz y colaboraci¨®n en este planeta? Levantar una barrera de sospecha frente a la Rusia de hoy que recuerda el cord¨®n de seguridad frente a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, llevar su poder¨ªo militar a los nuevos Estados en Europa y Asia, crear un anillo militar en su torno. Y si faltaba algo, ese clon de Bush que est¨¢ resultando ser McCain ya incluye a Rusia, junto a Ir¨¢n, entre las amenazas a EE UU y a Occidente.
Examinemos fr¨ªamente la realidad: la Rusia de hoy ya no se diferencia ideol¨®gicamente de Occidente. Seguramente su democracia tiene imperfecciones. Pero ?acaso EE UU, particular-mente bajo la presidencia de Bush, es una democracia perfecta? ?Y Guant¨¢namo? ?Y la supresi¨®n del h¨¢beas corpus y los miles de presos sin juzgar durante a?os por no haber de qu¨¦ inculparlos? ?Y las prisiones secretas que los norteamericanos mantienen en pa¨ªses extranjeros, donde se tortura a los presos? Un observador objetivo tiene que reconocer que el conflicto entre Rusia y Occidente no tiene actualmente m¨¢s causas que las que han provocado la mayor parte de las guerras que ha conocido el mundo: el ego¨ªsmo imperialista. Rusia posee petr¨®leo y gas y otras materias primas. Y si se le cerca militarmente es para arrebat¨¢rselas.
Tenemos que entender que estamos en un mundo que hace unos a?os era bipolar, pero que marcha hacia la multipolaridad inexorable. China e India, por referirme a los ejemplos m¨¢s evidentes, est¨¢n ah¨ª llamando a la puerta.
El interregno entre la bipolaridad y la multipolaridad lo utiliza EE UU para intentar ser el ¨²nico l¨ªder mundial. Pero, adem¨¢s de ser esto imposible, EE UU ha demostrado que no est¨¢ cualificado para ocupar este puesto, pues lo que ha conseguido montar es el nuevo desorden mundial que hoy reina.
El intento de hacer de Rusia un sat¨¦lite de Occidente no es m¨¢s que un dislate que hay que rectificar, pues a lo ¨²nico que nos llevar¨ªa es a una tercera guerra mundial.
Y eso es lo que estamos a¨²n a tiempo de evitar.
Este mundo necesita un cambio de rumbo radical si quiere no seguir marchando hacia un porvenir tr¨¢gico.
Ya s¨¦ que estoy haciendo un planteamiento que puede parecer brutal y tremendista. Pero en los centros de poder internacional hay mucho loco e "imb¨¦cil culto", tantos que si volaran oscurecer¨ªan el sol. Si nos descuidamos puede hacerse tarde para el cambio, para enderezar el rumbo de la pol¨ªtica mundial.
En todo el planeta existe hoy el sentimiento, quiz¨¢ confuso, de la necesidad de cambio. Pero el cambio urge. Y es triste contemplar a los pol¨ªticos y a los diplom¨¢ticos reunirse constantemente para no llegar a un buen resultado, mientras los conflictos y los problemas se eternizan sin soluci¨®n.
Santiago Carrillo, ex secretario general del PCE, es comentarista pol¨ªtico.
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