?Reprogramando la ciudad?
El t¨ªtulo de este art¨ªculo puede parecer excesivo, pero he de advertir de que mis pretensiones se limitan a la ciudad, y he a?adido prudentes interrogantes. En la Bienal de Venecia de este a?o, el arquitecto Vicente Guallart, con mucha m¨¢s valent¨ªa que yo y sin interrogante alguno de cautela, ha titulado su instalaci¨®n Hyperhabitat. Reprogramando el mundo. Mi intenci¨®n es aprovechar el manifiesto del comisario de la Mostra Internazionale di Architettura que se encuadra en la Bienal, Aaron Betsky, en el que plantea el dilema "edificios o arquitectura", para aportar mi granito de arena a tan ambiciosa tarea.
Por lo que se desprende de los res¨²menes de prensa que se han publicado acerca de los objetivos de la Mostra de este a?o, su planteamiento trata de evitar la tendencia a disociar la labor del arquitecto del entorno en el que se inscribe. Betsky denuncia que la tarea espec¨ªfica del proyecto de edificio, con las limitaciones cada vez mayores que incorporan los c¨®digos t¨¦cnicos y las condiciones de seguridad e higiene, ha ido reduciendo al m¨ªnimo la capacidad de experimentaci¨®n de la arquitectura con relaci¨®n a la estructura, a la forma o al espacio. "Una arquitectura que pretenda dar soluciones construyendo es falsa, est¨¢ muerta. Los edificios son la tumba de la arquitectura". Como provocaci¨®n no est¨¢ nada mal, y de alguna manera se alude y se critica la moda de contratar arquitectos que dejan caer sus edificios en una ciudad o espacio con una l¨®gica autista, indiferente a su entorno.
Hemos de superar esa visi¨®n estrecha que prima los lugares f¨ªsicos y la ornamentaci¨®n sobre las personas
El problema es descubrir cu¨¢les ser¨ªan las salidas a esa hipot¨¦tica par¨¢lisis autocontemplativa. Y por lo que aparece en los medios acerca de las propuestas recogidas en la Mostra veneciana, no podemos ser demasiado optimistas. Por una parte, se exploran dise?os de interiores, de objetos, de muebles. Por otra, se apuesta por la interconectividad entre los espacios construidos y el mundo exterior. En la propuesta de Guallart, todos los objetos de las seis viviendas para j¨®venes, con un macroespacio compartido, disponen de equipamiento electr¨®nico, que les permite comunicarse entre ellos y con el exterior. El crucifijo con el Vaticano, la bombilla con la central nuclear. Y como afirm¨® Guallart al respecto, la paella con los potenciales interesados en su ingesta inmediata o la postergada de los restos que acaben sobrando. El objetivo aparente ser¨ªa avanzar en la optimizaci¨®n de servicios y la autosuficiencia de cada pieza y de la vivienda en su conjunto, "en pos de una mayor eficacia, del ahorro energ¨¦tico, de una mayor interacci¨®n social, de un mundo m¨¢s humano". El objetivo es ambicioso, ya que nada m¨¢s y nada menos se quieren sentar las bases de una nueva organizaci¨®n mundial.
Simpatizo con la incomodidad que producen esos edificios ic¨®nicos convertidos en la expresi¨®n m¨¢s evidente e hiriente de una arquitectura al servicio del marketing de ciudades, de la ciudad espect¨¢culo o de la "ciudad de pensamiento ¨²nico", en afortunada expresi¨®n de la urbanista brasile?a Erminia Maricato. Y concuerdo con la necesaria b¨²squeda de espacios que permitan encontrarnos. Pero lo menos que se puede afirmar es que la propuesta de Betsky est¨¢ llena de contradicciones, al plantear este tipo de dilemas invitando a "repensar el mundo" a arquitectos como Frank Gehry o Zaha Hadid, que m¨¢s bien parecen representar la tendencia que se discute. Frente a las din¨¢micas econ¨®micamente hegem¨®nicas, en las que se prima la hipermovilidad de unos cuantos (los frequent flyer class) y al mismo tiempo el repliegue defensivo del lugar en el que tratan de refugiarse, deber¨ªamos poder postular pol¨ªticas e intervenciones urbanas que traten, al mismo tiempo, de constituir un lugar com¨²n (de todos y para todos), la mayor facilidad para la movilidad colectiva (evitando el sentido de clausura, de exilio de la periferia) y la capacidad de gobierno conjunta de esos espacios compartidos. Y para ello hemos de superar esa visi¨®n estrecha que prima los lugares f¨ªsicos y la ornamentaci¨®n sobre las personas, y que acostumbra a dar por supuestas las pr¨¢cticas o relaciones sociales a partir de lo construido.
Esa "ideolog¨ªa espacialista" (como dice Olivier Mongin) ha tratado de defender la idea que la clave de la convivencia estaba en el dise?o de los lugares, en la combinaci¨®n de edificios y flujos. Y sin restarle importancia al tema, deber¨ªamos reivindicar la aceptaci¨®n de una mayor complejidad conceptual y operativa. Para que los ciudadanos puedan hacerse suyos esos lugares, deben poder practicar en ellos su autonom¨ªa, ejercitar su diferencia, hacer reales las posibilidades de solidaridad e igualdad. Y sin empleo, sin formaci¨®n, sin condiciones dignas de habitabilidad, sin transportes adecuados, sin salud o sin seguridad, ello se hace muy dif¨ªcil. ?Se puede reprogramar el mundo s¨®lo desde la arquitectura? Necesitamos espacios, pero espacios practicados, espacios conquistados y vividos. Y espacios conectados. La condici¨®n de movilidad para todos es hoy esencial. Sin movilidad ya no podr¨¢ haber lugares. Una de las formas m¨¢s evidentes de desigualdad social en la actualidad es precisamente las grandes diferencias que se generan en la capacidad de moverse, de desplazarse, de salir y entrar. Buscamos sitios en los que permanecer y vivir, pero tambi¨¦n sitios de los que salir.
No acabo de ver (quiz¨¢ por mi propia incredulidad ante esos ejercicios elitistas de aparente renovaci¨®n conceptual que acaban cayendo en los propios vicios autistas y esteticistas que aparentemente denuncian) que las propuestas de la Mostra de Venecia apunten en esa direcci¨®n. Lo que necesitamos es conceptualizar y materializar nuevas aproximaciones a los problemas urbanos (sostenibilidad, inclusi¨®n social...) y hacerlo no con una estricta mirada disciplinaria, sino con di¨¢logo y la puesta en cuesti¨®n de los par¨¢metros que hasta hoy han impulsado la construcci¨®n de la ciudad. Y en un plano m¨¢s operativo, no podemos desvincular esas reflexiones de la existencia de conflictos, de la necesidad de plantearnos nuevas formas de gobernar las ciudades. Una agenda urgente y exigente de nuevas pol¨ªticas urbanas y sociales en la que la arquitectura, con sus espacios, edificios y capacidad reflexiva, debe estar presente, en di¨¢logo con muchos otros actores y colectivos.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB
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