Polit¨¦cnica sostenible
La Universidad Polit¨¦cnica de Valencia celebra este a?o su 40 aniversario, y si bien toda efem¨¦ride de este tipo deber¨ªa ir acompa?ada de una reflexi¨®n cr¨ªtica, poco o casi nada hemos o¨ªdo como contrapunto a cierto triunfalismo. Varios campos pueden llevarnos a esa reflexi¨®n, pero este escrito va directo al ¨¢rea de medioambiente. Fue la corbata del ministro de Industria (un episodio que apenas rebas¨® la condici¨®n de an¨¦cdota) la que me anim¨® a escribir estas l¨ªneas para preguntarme por qu¨¦ una instituci¨®n tan potente contribuye de manera tan d¨¦bil a uno de los retos m¨¢s importantes de nuestro tiempo: la crisis ambiental.
Cualquier usuario del campus de Vera (suponemos que algo parecido ocurre con nuestros vecinos de la Universitat de Val¨¨ncia) puede comprobar, al menos, dos importantes disfunciones ambientales. Una, relacionada con el uso interno de la energ¨ªa. La otra, la manera en que nos desplazamos al centro.
?Por qu¨¦ esta universidad contribuye tan poco a uno de los mayores retos de nuestro tiempo?
Otras materias merecer¨ªan la misma atenci¨®n, como las que se citan en el Plan ambiental de 2008 de la propia UPV: recogida selectiva de residuos, reciclado del papel, tratamiento de los vertidos o el control del ruido generado por la UPV. Si se accede a la informaci¨®n facilitada por el ¨¢rea de medioambiente de la universidad, se puede comprobar que la mayor¨ªa de estos asuntos est¨¢n pendientes.
Sobre la factura energ¨¦tica, todo apunta a un sistema desbocado en el consumo, que dilapida recursos por activa y por pasiva. Desde los sistemas de acondicionamiento clim¨¢tico (calor en invierno, fr¨ªo en verano) o la iluminaci¨®n, pasando por las cortadoras de c¨¦sped (que a?aden ruido y consumo de agua) no hay indicios de racionalidad en el uso de la energ¨ªa. Tampoco resulta muy ejemplar el hecho de que las nuevas instalaciones, edificios y reformas, no adopten medidas activas y pasivas de ahorro energ¨¦tico. ?C¨®mo es posible que no se haya planteado, al menos, la instalaci¨®n de un parque solar, aprovechando las grandes superficies planas de las cubiertas?
Sobre la cuesti¨®n de la movilidad (dejaremos a un lado la accesibilidad en sentido m¨¢s amplio, necesitada de algunas reformas) aunque ha habido modest¨ªsimas iniciativas para cambiar viejos h¨¢bitos, lo cierto es que la pol¨ªtica de inversiones ha fomentado, de manera abierta, los desplazamientos en autom¨®vil. Todo el recinto universitario es un inmenso campus de concentraci¨®n de veh¨ªculos, buena parte de ellos camuflados bajo el suelo de la otrora f¨¦rtil huerta de Vera. La ¨²ltima inauguraci¨®n, un aparcamiento costos¨ªsimo de unas mil plazas, es un est¨ªmulo innegable a los automovilistas, incluso para aquellos que comenzaban a plantearse el uso del transporte colectivo.
Que se sepa, ninguna iniciativa p¨²blica desde la universidad se ha propuesto para concertar programas con las otras administraciones a fin de mejorar el sistema p¨²blico de transportes, incluyendo la remodelaci¨®n a fondo de la autov¨ªa (que no avenida) de los Naranjos, o bien para promover, al menos, iniciativas para compartir veh¨ªculo privado. A pesar de que el uso de la bicicleta aumenta d¨ªa a d¨ªa, acceder por este medio al campus constituye una operaci¨®n de alto riesgo. El transporte colectivo, aun con las mejoras de los ¨²ltimos a?os, contin¨²a teniendo un p¨²blico cautivo, al bus no se le respeta su carril y el tranv¨ªa sigue con restricciones semaf¨®ricas. Y si bien quedan lejos los tiempos en que se acced¨ªa al Polit¨¦cnico a trav¨¦s de los caminos de huerta, hoy no se puede decir que las facilidades para desplazarse a pie sean mucho mayores.
No vale la excusa de que son las administraciones local y auton¨®mica las principales responsables del sistema de transportes. ?stas vienen mostrando poco inter¨¦s en cambiar el modelo, empe?adas en costos¨ªsimos proyectos de asfalto. Creo que bastar¨ªa con que nuestro equipo de gobierno universitario, aliado con el de la Universitat de Val¨¨ncia, planteara un proyecto razonable para salir de esta situaci¨®n. No les faltar¨ªa apoyo de ciertos colectivos universitarios. Algunas universidades aplican programas que mejoran las condiciones de los desplazamientos diarios. Se trata de que acceder a pie, en bicicleta o en transporte colectivo sean los modos m¨¢s eficaces y econ¨®micos.
En cambio, en la otra cuesti¨®n planteada, la de la energ¨ªa, la universidad dispone de casi todos los instrumentos para atajar la enorme fuga de recursos y contribuir a paliar el calentamiento global.
Mir¨¢ndolo bien, uno se explica la escasa preocupaci¨®n de la UPV por los problemas ambientales. No es cuesti¨®n de reclamar s¨®lo actuaciones al equipo de gobierno. Los contenidos de las titulaciones que m¨¢s podr¨ªan hacer por solucionar estos problemas dejan bastante que desear, al menos por lo que conozco m¨¢s de cerca. Pregunten a los estudiantes y a los profesionales salidos de la UPV, a ver qu¨¦ les ense?amos en materia de protecci¨®n del medio ambiente. Sobre todo a aquellos que van a tener responsabilidades directas en el dise?o de nuestras ciudades. Obvio resulta exigir que las universidades valencianas sean un ejemplo y una avanzadilla social en la investigaci¨®n, pero tambi¨¦n en la pr¨¢ctica de proteger el medio ambiente, empezando por sus propias instalaciones. Un campo en el que, por cierto, casi todo est¨¢ ya inventado.
A Antonio Estevan, in memoriam.
Joan Olmos es ingeniero de Caminos y profesor de Urbanismo de la Universidad Polit¨¦cnica de Valencia.
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