El candidato de China: ?Obama o McCain?
La relaci¨®n con Estados Unidos es un asunto clave para China, quiz¨¢s el mayor de los desaf¨ªos de su diplomacia. La agenda bilateral est¨¢ repleta de asuntos delicados, especialmente en lo econ¨®mico: la revalorizaci¨®n del yuan, el d¨¦ficit comercial, la protecci¨®n de la propiedad intelectual, la liberalizaci¨®n de las inversiones, etc¨¦tera. Sin olvidar las diferencias pol¨ªticas y las tensiones estrat¨¦gicas que, peri¨®dicamente, visibilizan las discrepancias, ya se hable de derechos humanos o de la falta de transparencia de su presupuesto militar.
A diferencia de su antecesor, el presidente Hu Jintao ha marcado algunas distancias, haci¨¦ndose eco del discurso interno partidario de un mayor acercamiento a otros actores, especialmente en el orden regional (Jap¨®n, donde acaba de reemplazar a EE UU como mayor mercado exportador, e India), y adoptando un tono menos sumiso del practicado por el ex presidente Jiang Zemin, muy condicionado por la necesidad de obtener el favor de la Casa Blanca para lograr el ingreso de China en la OMC. En la cumbre de 2006 celebrada en Washington, Hu Jintao y Bush acordaron encarar las dificultades bilaterales potenciando los di¨¢logos estrat¨¦gicos en los asuntos clave. Aunque las diferencias de fondo pueden no haber desaparecido, ese mecanismo est¨¢ funcionando, lo que proporciona un horizonte de estabilidad esencial a estas relaciones.
En Pek¨ªn sorprendi¨® que McCain recibiera al Dalai Lama y le calificara de "h¨¦roe"
?Cambiar¨¢ la futura Administraci¨®n de EE UU esta pol¨ªtica con China? ?Prefiere Pek¨ªn alguno de los dos candidatos? La primera cuesti¨®n a tener en cuenta es que las posiciones de los dos candidatos, en lo sustancial, son muy semejantes. En primer lugar, ninguno de ellos promueve variaci¨®n alguna en relaci¨®n a la pol¨ªtica de "una sola China", es decir, mantendr¨¢n las relaciones paradiplom¨¢ticas con Taipei, cuidando especialmente las de la defensa, pero evitando traspasar la l¨ªnea roja fijada por Pek¨ªn. En segundo lugar, ambos candidatos prometen ser m¨¢s duros y exigentes en las disputas comerciales, firmeza dirigida esencialmente al electorado interno, pero que se conducir¨¢ pragm¨¢ticamente de las redacciones de los medios a la mesa de negociaciones.
China es conocedora de la simpat¨ªa que muchos dem¨®cratas significados tienen por Taiw¨¢n, una adhesi¨®n que se acompa?a de posiciones m¨¢s beligerantes en cuanto a la promoci¨®n y defensa de los derechos humanos o de condena de la represi¨®n en T¨ªbet. Por ello, quienes advierten en el candidato republicano una posici¨®n m¨¢s "constructiva", se han visto sorprendidos por la audiencia concedida por McCain el pasado mes de julio al Dalai Lama, a quien calific¨® de h¨¦roe y de modelo de conducta en la escena internacional, provocando cierta inquietud en Zhonnanghai. En art¨ªculos recientes, Obama y McCain, reduciendo al simbolismo dichos gestos, abogan por una cooperaci¨®n pragm¨¢tica m¨¢s intensa con China en materia comercial, cambio clim¨¢tico, no proliferaci¨®n y otras materias, reconociendo la existencia de poderosos intereses comunes.
Dicho planteamiento, que en ambos casos excluye la consideraci¨®n de Pek¨ªn como enemigo, es coherente con la defensa de una alianza entre China y EE UU que le permita compartir a ambos la direcci¨®n econ¨®mica global. ?Una ilusi¨®n sin fundamento? El PIB de China equivale hoy a la tercera parte del estadounidense, pero en 2035 podr¨ªa superarle en t¨¦rminos de producci¨®n y en 2050 duplicar su valor. Por otra parte, el poder de China, dada la naturaleza de su proyecto, se extender¨¢ a todas las dimensiones de las relaciones internacionales, obligando a EE UU a asumir, pese a su mayor competencia tecnol¨®gica y militar, una inevitable influencia secundaria y a establecer compromisos que reducir¨¢n su capacidad y margen de maniobra unilateral.
La formaci¨®n de un hipot¨¦tico G-2 tiene hoy su principal punto de apoyo en el di¨¢logo estrat¨¦gico bilateral que peri¨®dicamente re¨²ne a las principales autoridades econ¨®micas de ambas partes y cuyo fundamento inmediato se basa en la soluci¨®n de los litigios bilaterales, pero atisbando ya el reparto de responsabilidades y de poder entre las dos principales locomotoras del desarrollo econ¨®mico global. Dicha transformaci¨®n s¨®lo podr¨¢ operarse de modo efectivo en tanto a la reconocida interdependencia econ¨®mica com¨²n se a?ada una mayor confianza en los asuntos pol¨ªticos, diplom¨¢ticos, militares. Los avances registrados en los ¨²ltimos tiempos en asuntos sensibles como la defensa o en el asunto de Taiw¨¢n (con nuevas directrices restrictivas de la Casa Blanca respecto al papel de sus funcionarios en la isla o la negaci¨®n de apoyo a su demanda de participaci¨®n en organismos internacionales) son gestos que Pek¨ªn agradece en sumo grado y que tambi¨¦n corresponde a su manera (evitando, por ejemplo, secundar la posici¨®n rusa en la Transcaucasia). Pero se precisa a¨²n mucho m¨¢s.
Independientemente de quien resulte elegido en noviembre, pocos cambios sustanciales cabe esperar en las relaciones de EE UU con China. El hecho de que este tema no goce de gran atenci¨®n en la campa?a ni destaque en la estrategia central de ninguno de los candidatos es indicativo de que esa intelectualizaci¨®n de las inercias naturales y espont¨¢neas que priman en lo econ¨®mico puede abrir un nuevo cap¨ªtulo estrat¨¦gico manifestando tendencias y consecuencias de gran alcance.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China (Casa Asia-IGADI) y autor de China: de la A a la Z. (2008).
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