Historia de una liberaci¨®n
"Si estoy como una cabra, qu¨¦ le voy a hacer", se dice Moses Herzog al comienzo del libro. Herzog es un profesor respetado de mediana edad que ha acabado dando clases en una escuela nocturna para adultos y al que, de pronto, a ra¨ªz de la separaci¨®n de su esposa Madeleine, su vida se le viene encima. Es un hombre que carga con dos matrimonios fracasados y dos hijos, al que le cuesta mucho admitir emocionalmente que su esposa le ha echado pr¨¢cticamente de casa, se ha quedado con su hija y se ha instalado con su amante, amigo de ambos. Se siente utilizado por los dos, pero especialmente traicionado por ella. Aislado en el campo, se pone a escribir cartas fren¨¦ticamente a todo el mundo, desde eminentes pol¨ªticos o cient¨ªficos contempor¨¢neos o ya fallecidos hasta parientes o personas que han contado en su vida por una raz¨®n u otra. Son una venganza, una protesta, un ajuste de cuentas, un desahogo, y tambi¨¦n un ejercicio de escepticismo frente a prestigiosas ideas en boga; pero esas cartas acaban siendo un duro repaso a su vida. El relato est¨¢ llevado por dos narradores: una voz an¨®nima que habla pegada a Herzog y Herzog mismo. El artificio de las cartas es magn¨ªfico: en primer lugar, porque se convierten en una nueva forma de flashback que abre todas las puertas de la vida anterior de Herzog y, en segundo, porque permite mostrar de una manera narrativa un verdadero torrente de pensamiento. Herzog es un profesor de literatura, un hombre inteligente ("digamos que soy una persona reflexiva que cree en la utilidad de un comportamiento c¨ªvico"), que se halla a la defensiva frente a una sociedad que lo desborda. Entonces, la escritura de esas cartas es, en realidad, un deseo de atrapar la realidad con el lenguaje, pero es a la vez una casi ut¨®pica necesidad de obligar (figuradamente) a sus destinatarios a tener conciencia. En el fondo, junto a la venganza o la protesta est¨¢ la necesidad de pedir respuestas a quienes considera mejor o m¨¢s c¨ªnica o astutamente integrados en esa sociedad de la que ¨¦l se siente descabalgado. Pero lo hace porque tiene conciencia de ese descabalgamiento y, finalmente, no lo entiende aunque lo acepte como un hecho.
Herzog
Saul Bellow
Traducci¨®n de Vicente Campos
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2008
460 p¨¢ginas. 25 euros
Hay que decir que Bellow es un maestro en la escenificaci¨®n de relaciones personales de todo orden tanto como en la construcci¨®n de la vida interior de sus personajes. La escena en la que relata el adi¨®s entre Madeleine y Moses es antol¨®gica y su valor como referente y resumen de todo el conflicto, soberbia. Cada vez que la relaci¨®n entre ambos va mostrando nuevos aspectos que la completan, la escena del adi¨®s se alza como un faro en la memoria del lector: ella le ha segado la hierba bajo los pies y se sabe triunfante mientras ¨¦l siente que a¨²n la ama con una mezcla de resignaci¨®n y fatalidad y la clara intuici¨®n de que ya no hay nada que hacer
... hasta que, poco a poco, el rencor, la rabia y la impotencia le obliguen a recorrer su vida en un intento de expiaci¨®n ciega y desahogo. Por ah¨ª comienzan las cartas: son cartas mentales que poco a poco van abriendo su mente y su cuerpo al ¨²nico asidero: la realidad.
Lo mismo puede decirse de la escena que sigue a la carta del c¨ªnico y grosero abogado Sandor Hammelstein, una soberbia lecci¨®n narrativa de lucidez, expresi¨®n y capacidad de sugerencias; pero quiz¨¢ el momento en que la novela y el personaje giran sobre su eje y toman un nuevo rumbo es la de los juzgados, en los juicios a los que asiste Herzog, la ¨²nica escena en la que ¨¦l deja de observarse a s¨ª mismo para observar a otros. Porque en su exposici¨®n, en sus discusiones, en su puesta en duda de aspectos cruciales del pensamiento contempor¨¢neo hay tambi¨¦n una parte de autocomplacencia, de l¨¢stima de s¨ª mismo, de acariciar su imagen de hombre con una extrema habilidad para equivocarse (y para aceptar lo que su descuidada vida le iba imponiendo); un ¨²ltimo punto de victimismo, en fin, que tambi¨¦n deber¨¢ abandonar si verdaderamente quiere encontrar un lugar en el mundo.
Este libro es la historia de una liberaci¨®n. Es por lo mismo el relato de una catarsis en la que el protagonista no deja de mirarse en el espejo con una mezcla de compasi¨®n, recreo y enfado, en busca de la depuraci¨®n. El lector encontrar¨¢ una densidad poco frecuente, muchas referencias al estado del mundo en los a?os sesenta, una puesta en cuesti¨®n de asuntos trascendentes del mundo occidental en la segunda mitad del siglo pasado y un escenario y unos personajes construidos con esa pasi¨®n y eficiencia con que un escritor se deja la piel para contar una historia. Sin duda alguna, ¨¦ste es uno de los grandes libros de la narrativa norteamericana contempor¨¢nea y su resistencia a dejarse abatir por el paso del tiempo es tan poderosa como la imagen de Herzog en su vieja casa de campo, reclinado en su sof¨¢, sereno, mirando por la ventana y oyendo el barrido chirriante e incesante de la asistenta; antes de sugerirle a ella que moje un poco el suelo para no levantar tanto polvo en esa destartalada casa que ha recuperado como ha recuperado su propia estima, reconoce que en ese momento ya no tiene ning¨²n mensaje para nadie. Nada. Ni una sola palabra.
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