Londres nos mata
Hay libros que suenan, que rebosan m¨²sica. Desde la primera p¨¢gina, Tres tristes tigres comunica el ritmo calenturiento de La Habana. Era un anuncio irresistible y muchos ca¨ªmos bajo su encanto. Pero llegamos all¨ª, ay, cuando ya poco quedaba de la bohemia que evocaba Cabrera Infante. Cierto que todos los placeres de la era batistiana segu¨ªan disponibles, al alcance del turista m¨ªnimamente aventurero, pero agriados por la humana desesperaci¨®n, el miedo social, la doble moral revolucionaria.
Tambi¨¦n existen libros que vibran con la m¨²sica pero que no invitan precisamente a patearse la ciudad de origen. Acabo de devorar London noir, publicado por Serpent's Tail en 2006. Nota pedante: en la misma editorial londinense sali¨® en 1994 una antolog¨ªa con el mismo t¨ªtulo, a cargo de Maxim Jakubowski. En este caso, se trata de relatos de crime fiction recopilados por una antigua periodista musical, Cathi Unsworth. Y ese detalle profesional marca el contenido de London noir.
'London noir' presenta la capital del Reino Unido como pesadilla criminal
Estamos en el Londres posterior al punk. Una canci¨®n del repertorio de The Clash -Police & thieves, I fought the law, Guns on the roof, London calling- precede cada bloque del libro. Entre los autores, aparecen dos o tres m¨²sicos, incluyendo a Barry Adamson, anta?o instrumentista de Nick Cave y ahora creador de envolventes discos de est¨¦tica noir.
Estamos en el Londres de las tribus urbanas. En Loaded, de Ken Bruen, una belleza g¨®tica funciona como anzuelo para expoliar a un camello de Brixton: ella le cautiva cantando, en un karaoke, un tema de Lucinda Williams. En New rose (gui?o a The Dammed), de John Williams, un punki de la quinta del 76 se torna detective para localizar a un cantante semilegendario, al que una discogr¨¢fica independiente necesita para la conmemoraci¨®n de sus 25 a?os en el negocio. Su b¨²squeda le lleva por esos antros donde se refugian los supervivientes de la revoluci¨®n de los imperdibles, los que nunca alcanzaron la grandeza pero s¨ª hallaron un modesto mercado para su rebeli¨®n en la Europa continental.
Poco de lo que vemos en New rose inquietar¨ªa a los guardianes del derecho penal, igual que ocurre en Sic transit gloria mundi, de la poetisa-cantante Joolz Denby: la cr¨®nica de la frustraci¨®n de un grupo de provincias que rechaza las prebendas del estrellato pop al estilo londinense.
Sin embargo, London noir no pretende ser una colecci¨®n de advertencias para m¨²sicos pardillos. Cualquiera sabe que la industria pop londinense, con sus reglas implacables, no resulta acogedora para for¨¢neos. La responsable de la colecci¨®n advierte que estas historias criminales "no transcurren en Londres: son Londres".
Si fuera cierto, el libro confirmar¨ªa ese desasosiego que uno experimenta en Londres: la altaner¨ªa de sus polic¨ªas podr¨ªa ocultar la mente calculadora del protagonista del relato de Stewart Home, Rigor mortis, un miembro de la Metropolitan Police que no mueve un dedo sin sacar beneficio, corrupci¨®n sistem¨¢tica autojustificada como compensaci¨®n por la parvedad de su sueldo. Otro polic¨ªa temible aparece en She'll ride a white horse, de Mark Pilkington. Como aquellos funcionarios coloniales que "se volvieron nativos", este sabueso patrulla el Londres multicultural y, mientras reprime las importaciones de especies protegidas, desemboca en la aceptaci¨®n de los sacrificios humanos bajo la coartada del mal menor. Atenci¨®n: el polizonte es tan pol¨ªticamente correcto que protesta contra la inminente invasi¨®n de Irak.
Junto a los cuentos m¨¢s imaginativos, aparecen relatos que huelen a tinta fresca de tabloide. I fought the lawyer, de Michael Ward, describe la mec¨¢nica de un chantaje, a partir de la debilidad sexual de un habilidoso abogado. Penguin island, de Jerry Sykes, retrata la invasi¨®n del espacio vital de un jubilado de Candem Town, avasallado por una pandilla de j¨®venes menuderos de drogas.
London noir intimida. Por una vez, la frase publicitaria de portada resulta certera: "Preferible leer sobre este Londres antes que vivirlo". Hace tiempo que sent¨ªa algo parecido: cuando me veo obligado a visitar Londres, procuro estar de vuelta el mismo d¨ªa. Antes de que caiga la noche.
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