En la fragua
Cuando me preguntan si me gusta El Cigala siempre contesto: ?cu¨¢l de los dos? El interlocutor queda desconcertado porque es infrecuente saber que haya existido m¨¢s de uno. Y no por saga familiar precisamente.
Lanfranc Cigala fue un trovador genov¨¦s de cierto relieve en el siglo XIII. Desconocemos su fecha de nacimiento pero figura en los registros de esa ciudad trabajando ya en el a?o 1235. Sabemos, eso s¨ª, que se cas¨® con una dama llamada Saphilia y tuvieron varios hijos. En 1241 fue embajador de G¨¦nova en la corte de Ram¨®n Berenguer IV de Provenza. All¨ª se hizo amigo de los trovadores (sabemos tambi¨¦n por lo menos con seguridad gracias a los documentos que lo fue de Bertr¨¢n d'Alam¨®n) y fue donde se despert¨® su afici¨®n por la l¨ªrica y la literatura. Tanto, que decidi¨® aprender el provenzal para escribir porque en aquel momento se consideraba la lengua por antonomasia de la poes¨ªa y la canci¨®n galante.
En 1248 hizo un viaje a Ceuta por razones mercantiles. Estremece pensar que justo en ese momento -mientras desarrolla la l¨ªrica trovadoresca- se est¨¢ gestando el flamenco que luego alimentar¨¢ al actual Cigala. Y se gesta precisamente en un cuadr¨¢ngulo geogr¨¢fico que se define entre C¨¢diz, Ronda, ?cija y Sevilla (o sea, muy cerca de donde ¨¦l pasa). Aparece documentado vivo, por ¨²ltima vez, el 16 de marzo de 1257, y consta como muerto el 24 de setiembre de 1258. Todo ello invalida la leyenda de que muri¨® en 1278, asesinado en las proximidades de M¨®naco.
Se conservan treinta y dos poes¨ªas de Lanfranc Cigala, una de ellas una breve canci¨®n dedicada a una dama de Villafranca en la que el poeta hace innumerables juegos de palabras entre su nombre y el lugar de origen de la se?ora. A Lanfranc Cigala se le considera el puente entre los trovadores y la poes¨ªa italiana de los stilnovisti que alimentar¨ªa a Dante y Petrarca. Fue un defensor de la claridad contra los cultivadores de la poes¨ªa complicada y oscura. A pesar de ello, siempre fue lo bastante perspicaz como para afirmar que para preferir el trovar leu (que es como llamaban al claro y directo) hab¨ªa primero que haber demostrado que se era capaz de practicar con notable maestr¨ªa el trovar clus (el artificioso y complicado). Cosa que me recuerda el apuro en que pondr¨ªamos a muchos de nuestros supuestos artistas pl¨¢sticos si les pidi¨¦ramos que nos hicieran una simple y buena caricatura de un rostro conocido. Lanfranc lo hizo y por eso iba sobrado de dotes (al igual que los grandes cantaores) como para hacer ese tipo de afirmaciones. Lanfranc fue obviamente un fundidor, un hombre que practicaba a su manera, ya en el siglo XIII, eso que hoy tan pomposamente llamamos mestizaje. Para conseguirlo no dudo incluso en aprender un idioma que no era el suyo. Eso s¨®lo lo hacen los grandes, los gigantes. Nada es imposible para ellos. En rigor, esta columna deber¨ªa dedic¨¢rsela a Isabel de Riquer, mi maestra en asuntos de trovadores, pero ella preferir¨ªa que se la di¨¦ramos al actual Cigala. Se la ha ganado porque ha hecho su segunda incursi¨®n fuera del flamenco y alegra el coraz¨®n, pese a lo que digan los puristas. Otro fundidor. Se hizo, se hace y se har¨¢ siempre.
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