La ¨¦pica de J. C. Oates
Truman Capote la describi¨® como el ser m¨¢s asqueroso de la tierra y ya en 1982 un cr¨ªtico en Harper's titul¨® la rese?a de uno de sus libros 'P¨¢renme antes de que escriba de nuevo: otras seiscientas p¨¢ginas de Joyce Carol Oates'. Dio igual. La escritora estadounidense no ha tenido problema alguno en demostrar que le sobra talento y lleva m¨¢s de cuatro d¨¦cadas decidida a derrocharlo en su obra, tan prol¨ªfica como inquietante.
Resulta complicado seguirle el paso. Desde que public¨® su primer libro de ficci¨®n a los 24 a?os ha escrito cerca de cien t¨ªtulos m¨¢s: cuarenta novelas, veinte libros de cuentos, ocho de poes¨ªa, siete obras de teatro, seis vol¨²menes de no ficci¨®n y varios libros infantiles. En esta abrumadora lista ha tratado asuntos como la educaci¨®n, los conflictos raciales y pol¨ªticos, las leyes, el boxeo, la clase trabajadora o la familia. La violencia es uno de sus grandes temas. A menudo le preguntan por qu¨¦. Ella no oculta cu¨¢nto le molesta esta observaci¨®n. "La pregunta siempre es insultante. La pregunta siempre es ignorante. La pregunta siempre es sexista", ha escrito en uno de los centenares de art¨ªculos que publica en todo tipo de revistas -desde Playboy hasta el Virginia Quarterly-.
"?Quienes son los grandes asesinos de la historia? ?Mao, Hitler, Stalin...? Ninguno es americano"
"A menudo somos el resultado de los esfuerzos que otros han hecho por nosotros: nuestors padres, nuestros abuelos"
"Uno debe imaginar, pero no inventar; si hay invenciones, ficci¨®n pura, eso debe brotar de lo 'real"
Siempre ha compaginado su trabajo como escritora con la docencia, primero en Detroit, m¨¢s tarde en Canad¨¢ y desde hace 30 a?os en las aulas de Princeton. All¨ª explica a sus alumnos que hay dos tipos de escritores. Los impulsivos que se lanzan sin saber ad¨®nde van, como D. H. Lawrence, y los reflexivos que lo piensan todo antes, como Joyce. "Las cosas se pueden hacer conscientemente", sostiene, "no hay ninguna necesidad de hacerlas inconscientemente".
Por sorprendente que parezca, Joyce Carol Oates, adem¨¢s, tambi¨¦n encuentra tiempo para correr, tocar el piano y llevar un diario. En la entrada del 20 de mayo de 1986 se encuentra un secreto de familia desvelado con un aire casual por su septuagenario padre en una visita de domingo. All¨ª tambi¨¦n est¨¢ la g¨¦nesis de La hija del sepulturero, su novela publicada hace un a?o en Estados Unidos y traducida ahora al castellano en Alfaguara. "Mi padre cont¨® c¨®mo su abuelo Morgenstern intent¨® matar a su esposa en un ataque de ira, y acab¨® mat¨¢ndose ¨¦l; el ca?¨®n de la pistola bajo su barbilla, tir¨® del gatillo, con mi abuela Blanche cerca. Mi padre ten¨ªa unos quince a?os en ese momento. Todos viv¨ªan en la misma casa, evidentemente... Una historia s¨®rdida. Y tristemente c¨®mica: le pregunt¨¦ a qu¨¦ se dedicaba mi bisabuelo y me dijo que era enterrador", anot¨®.
Rebecca Schwart es la hero¨ªna de ficci¨®n sobre cuya vida gira esta obra. Una mujer llena de fuerza, tes¨®n y astucia que se sobrepone con u?as y dientes a la tragedia. Domestica su rudeza, se convierte en la mujer por todos deseada, alcanza su sue?o de prosperidad. "Los individuos que tienen alguna tara aprenden a sobrevivir e incluso a florecer interpretando distintos roles con habilidad", afirma la autora.
El enterrador del t¨ªtulo, un jud¨ªo que huy¨® con su familia de los nazis, le recuerda a menudo a su hija que es diferente: ella ha nacido en Am¨¦rica, no le cerrar¨¢n las puertas. Forzado a renunciar a su carrera como profesor, este alcoh¨®lico desesperado y violento no duda de que a Rebecca le aguarda un destino mejor. Antes de pegarse un tiro y salpicarle la cara, le inculca con machacona insistencia un principio fundamental, una frase con la que arrancan las 500 p¨¢ginas de esta novela: en el reino animal los d¨¦biles perecen pronto.
?Ocurre lo mismo en el mundo literario? "Cuando escrib¨ª esto no estaba pensando en la vida literaria sino en la vida en general. Es decir, en la supervivencia econ¨®mica, que es la principal lucha para la mayor¨ªa de la gente", asegura la autora. "La literatura -como todas las artes- es un rasgo de la cultura m¨¢s que del individuo y tiende a florecer cuando la econom¨ªa es fuerte y a debilitarse en otros momentos. La hija del sepulturero trata sobre el instinto de supervivencia de una joven y sobre la forma en que se adapta a las circunstancias cambiantes".
En el a?o transcurrido desde la llegada de la implacable Rebecca a las librer¨ªas, la escritora ha sacado una nueva novela, una colecci¨®n de cuentos y un curioso libro de ficci¨®n en el que imagina los ¨²ltimos d¨ªas de varios escritores. Tambi¨¦n ha perdido a su esposo, su gran pilar. Adem¨¢s, se ha lanzado al correo electr¨®nico -"me permite mantener una correspondencia mucho m¨¢s grande que antes y las conversaciones telef¨®nicas se han reducido dr¨¢sticamente"-. Celosa de su intimidad y met¨®dica, accede a un encuentro pero, antes, quiere responder a las preguntas por este medio reci¨¦n descubierto.
Asegura que su ritual de trabajo apenas ha cambiado con la llegada del ordenador. El primer borrador lo hace a mano. Luego lo pasa a un procesador de texto y all¨ª contin¨²a con las correcciones. En el caso de La hija del sepulturero, tard¨® cuatro a?os desde que empez¨® a tomar notas hasta que puso el punto final. "El principal reto fue encontrar el lenguaje y la estructura para narrar una novela complicada que habla de historia, de pol¨ªtica y de la cultura americana, as¨ª como de la vida dom¨¦stica de los personajes. La trama se mueve atr¨¢s y adelante por varias d¨¦cadas", dice.
El punto de partida es una Rebecca veintea?era, poco antes de abandonar a su marido maltratador. Ser¨¢ tras una brutal paliza cuando emprenda una huida hacia adelante con su hijo, dispuesta a reinventarse cuantas veces sea necesario. Su brutal trauma se desvela al mismo ritmo en que ella entierra su pasado y se lanza al mundo, esta vez bajo un nuevo nombre, que ella considera encantadoramente norteamericano: Hazel Jones. "Triunfa de una forma en la que Rebecca no habr¨ªa podido. Su mayor logro es criar a un ni?o que se convierte en un concertista de piano; sin la lucha, el sacrificio y la implacable fe de su madre, ¨¦l no habr¨ªa llegado tan lejos. A menudo somos el resultado de los esfuerzos que otros han hecho por nosotros: nuestros padres, nuestros abuelos", asegura la escritora. El libro est¨¢ dedicado a su adorada abuela Blanche: "Yo era el equivalente del hijo de Rebecca para ella, la nieta que no s¨®lo se gradu¨® en la universidad, sino que se convirti¨® en profesora y escritora publicada. Dado lo humilde de sus or¨ªgenes esto parec¨ªa un logro milagroso", recuerda.
A trav¨¦s de Rebecca / Hazel, Oates se acerca por vez primera a la historia de Blanche, la misma mujer que cuando ella era peque?a le regalaba libros y que a los 14 a?os le compr¨® su primera m¨¢quina de escribir. "La ficci¨®n y la autobiograf¨ªa -que a menudo es una memoria semificcionalizada- son medios ideales para explorar el pasado. Uno debe imaginar, pero no inventar; si hay invenciones, ficci¨®n pura, eso debe brotar de lo real, de lo que verdaderamente ha ocurrido", afirma. "Me enfrent¨¦ a la historia asombrosa de la vida de mi abuela, pero no pod¨ªa apropi¨¢rmela directamente porque no sab¨ªa realmente nada de primera mano. S¨®lo pod¨ªa llegar a ella de forma el¨ªptica a trav¨¦s del arte. Aun as¨ª pienso que la voz que he imaginado para mi abuela refleja de forma exacta la simpat¨ªa, el pathos y la notable resistencia de su vida desconocida".
Uno de los datos que Oates desconoc¨ªa sobre Blanche era su ascendencia hebrea. "Nadie sab¨ªa que mi abuela era jud¨ªa hasta muchos a?os despu¨¦s de su muerte. Pero su vida, sus metas y su lucha fueron muy parecidas a las de muchos jud¨ªos americanos para quienes la educaci¨®n y el arte eran los principales valores", dice. Quiz¨¢ por ello la escritora se?ala que el antisemitismo es un tema que recorre su novela. "No quer¨ªa caer en el voyeurismo, ni cometer un est¨²pido fracaso imaginativo. Rebecca Schwart es la portadora de una memoria terrible y maldita que recuerda los cr¨ªmenes de los nazis contra su gente, los jud¨ªos, pero ella escapa a este destino reinvent¨¢ndose como una muy americana Hazel Jones, una mujer joven muy atractiva y femenina que embelesa a quien la conoce. Como es tan deslumbrante, los dem¨¢s nunca llegan a verla del todo, ni siquiera aquellos que la quieren".
Oates reflexiona en este libro sobre la debilidad de los que saben mucho al encontrarse rodeados por aquellos que todo lo ignoran. ?Es tambi¨¦n una debilidad recordar demasiado? "S¨ª, especialmente en lo que a la memoria hist¨®rica se refiere. Aquellos que se niegan a recordar, o que carecen de educaci¨®n o son ignorantes, parten con una ventaja superficial frente a quienes cargan con la sombra de los recuerdos", afirma. Especialmente enervantes le resultan los intentos del partido republicano en la presente campa?a, por simplificar. "Una de las estrategias de sus jefes de campa?a es concentrarse en soluciones extremadamente sencillas para problemas muy complejos como el calentamiento global, la econom¨ªa o el terrorismo. Tratan as¨ª de sugerir que hay algo d¨¦bil en la inteligencia, la educaci¨®n o la conciencia".
Nacida en 1938 en una granja al norte del Estado de Nueva York, la mayor de tres hermanos, Joyce, como su madre, asisti¨® a una escuela con una ¨²nica aula. Estudi¨® gracias a una beca en la Universidad de Syracuse y all¨ª gan¨® su primer premio literario. Se gradu¨® con honores y march¨® en 1962 a Wisconsin para obtener un posgrado en literatura inglesa. Pero Oates hab¨ªa comenzado a dejar por escrito las historias que rondaban su cabeza mucho antes, antes incluso de empezar a teclear en la m¨¢quina que le dio su abuela. Una bonita edici¨®n de Alicia en el pa¨ªs de las maravillas inspir¨® sus primeras novelas gr¨¢ficas en la infancia. Y ella tuvo claro desde el principio que no quer¨ªa ser la traviesa protagonista, que al fin y al cabo era agente pasivo de su propia historia. "Ser Lewis Carroll era infinitamente m¨¢s atractivo que ser Alicia", escribe.
Una tarde de principios de octubre Oates aparece en el escenario del festival de la revista The New Yorker. En el panel titulado 'El demonio dentro' le acompa?an el octogenario maestro del thriller Elmore Leonard y el joven Matthew Klam. Luce un jersey azul y un vistoso collar a juego, pantalones negros y bailarinas planas. Es p¨¢lida y espigada -mide casi un metro ochenta-, sus casta?os ojos saltones se dulcifican cuando sonr¨ªe coqueta al escuchar la admiraci¨®n que le profesan sus colegas. Ladea la cabeza y mueve sus largu¨ªsimas manos. Incluso, bromea con llevarse al joven escritor a Princeton con ella si los elogios contin¨²an. Entre sonrisa y sonrisa, entre elogio y elogio, Oates deja claro que el t¨ªtulo del panel le parece demasiado teol¨®gico. El mal, el demonio como idea religiosa no le convence. Habla de Macbeth y de Lear; de las historias que aceleran el coraz¨®n y conducen a un mito; de c¨®mo el arte est¨¢ basado en el conflicto, en una serie de elementos que a menudo son rechazados o negados por la sociedad. A¨²n le queda tiempo para comentar con sorna, ante un auditorio abarrotado, los absurdos comentarios que le dedican algunos de sus lectores -"me dicen cosas como que se alegran de que sea tan alta"- y de reprender a una joven rubia por preguntar acerca de Detroit -"t¨² vienes de un suburbio acomodado y probablemente ni siquiera conozcas la ciudad"-.
Al d¨ªa siguiente, lo que en principio ser¨ªa una cita relajada tras su firma de libros se convierte en un delirante viaje en coche compartido con el novelista Tobias Wolff y conducido por un ch¨®fer del mismo festival. A la altura de la Calle 18 con la Sexta Avenida, Oates rechaza la idea de que haya un factor diferencial en las mujeres americanas. "Esto tiene m¨¢s que ver con las expectativas que se tienen de lo femenino y de las mujeres y aqu¨ª se puede citar desde Nabokov hasta Marilyn Monroe", dice, antes de a?adir con insistencia que los americanos, sin entrar en cuestiones de g¨¦nero, tienen una notable habilidad para reinventarse. ?Y las mujeres que han saltado a la arena pol¨ªtica estadounidense? "Son fuertes", se?ala escueta.
Su protagonista Hazel / Rachel es dura y decidida como un luchador en el ring, asesta y encaja golpes con soltura. Por momentos parece una reencarnaci¨®n de los m¨ªticos h¨¦roes y combates que Oates describi¨® en su m¨ªtico ensayo Sobre el boxeo: "Ella ser¨ªa un peso medio con un buen contragolpe, como casi todos nosotros", apunta divertida. Unos veinte minutos despu¨¦s de entrar en el coche y s¨®lo diez calles m¨¢s arriba, no puede evitar hacer un comentario sobre lo cansino que a veces resulta el marco de una entrevista. "Me preguntaron el otro d¨ªa por vig¨¦sima vez por mi legado", le explica a Wolff, "son cosas tan ingenuas
...". "A m¨ª en el panel de ayer", contesta ¨¦l, "me dijeron que por qu¨¦ escribo siempre sobre perdedores". Oates se solidariza con su colega, antes de girar su largo cuello: "?Alguna otra pregunta?", ataca. ?Hay algo espec¨ªfico y caracter¨ªstico de la violencia en Estados Unidos? Wolff se inquieta, alega una cita, se?ala al atasco y se apea pr¨¢cticamente en marcha. Joyce contesta: "La violencia americana no es diferente; lo que de verdad nos diferencia es que nos analizamos y culpamos constantemente. ?Qui¨¦nes son los grandes asesinos de la historia? ?Mao, Hitler, Stalin...? Ninguno es americano". Joyce amenaza con seguir los pasos de su colega Wolff y apearse. Se calla en medio de una frase sobre la m¨²sica, ese arte que transforma a la protagonista de su novela y que tanto ha pesado en su casa desde la infancia. Se toca el sombrero: "Lo siento, no creo que pueda seguir con esta entrevista". Habr¨¢ entonces que volver sobre su palabra escrita, aquellas ¨²ltimas frases que cierran su art¨ªculo Las historias que me definen: "Algunos necesitamos un egotismo sin fronteras para encontrar la fuerza para escribir una sola l¨ªnea, no digamos un libro. (?Otro libro Joyce! Murmura el abismo. ?Y ¨¦ste tambi¨¦n va a cambiar el mundo?). Pero el artista debe actuar a partir de la fr¨¢gil convicci¨®n de que lo es todo, si no, no podr¨¢ probar nada".
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