Espejismo del espacio p¨²blico
Ensayo. En un reciente informe comparado que dirigi¨® el a?o pasado Mario Pezzini para la OCDE, Madrid destacaba con ventaja sobre el resto de capitales europeas por su excelente calidad de vida, con el transporte p¨²blico y la integraci¨®n de su 16% de inmigrantes como notas m¨¢s destacadas. Es la joya de la corona que enorgullece al PP, cuya pol¨ªtica social de americanizaci¨®n urbana (privatizaci¨®n del espacio p¨²blico, ascensi¨®n social de las clases medias y sustituci¨®n de la clase obrera por inmigraci¨®n for¨¢nea) es el com¨²n denominador que identifica a los por otra parte rivales alcalde y presidenta de la conurbanizaci¨®n madrile?a. Pero este nuevo Gran Madrid no es "la suma de todos", como reza la publicidad electoral de la lideresa. Por el contrario, s¨®lo pertenece a una exigua minor¨ªa de constructores urbanos, pol¨ªticos derechistas, especuladores financieros y propietarios inmobiliarios.
El resto de madrile?os no pertenecemos a Madrid, s¨®lo habitamos aqu¨ª, coexistiendo de manera relativamente pac¨ªfica. Pues el espect¨¢culo que deslumbr¨® al equipo de la OCDE no es m¨¢s que un espejismo urbano que reverbera en la meseta manchega, como Las Vegas en el desierto de Nevada o Los ?ngeles en la Baja California. Y para demostrarlo, nada mejor que el contundente informe elaborado por el Observatorio Metropolitano: un equipo de ge¨®grafos y urbanistas cr¨ªticos que lleva a?os diseccionando la metamorfosis de este sufrido Madrid, que ha dejado de ser el rojo rompeolas de todas las Espa?as para pasar a ser el nuevo escaparate ostentoso del arribista neofranquismo sociol¨®gico. Y este informe traza la cartograf¨ªa madrile?a de un espacio p¨²blico reconstruido por la privatizaci¨®n, que lo fractura y manufactura para comercializarlo entre turistas y nuevos ricos mientras los inmigrantes trabajan a su servicio.
Podr¨ªa pensarse que semejante hipertrofia especuladora del urbanismo s¨®lo podr¨ªa tener lugar en las capitales regidas por el PP o sus avatares, como Madrid, Valencia o Marbella. Pero nada m¨¢s lejos de la realidad. Por desgracia, en la Barcelona regida por consistorios progresistas, a la que la izquierda espa?ola siempre ha imaginado como alternativa urban¨ªstica a Madrid, ocurre otro tanto. Y para comprenderlo, nada mejor que el reciente panfleto del antrop¨®logo barcelon¨¦s Manuel Delgado: un manifiesto incendiario dirigido contra el modelo urban¨ªstico barcelon¨¦s que viene presidiendo la reconstrucci¨®n permanente de la Ciudad Condal desde el comienzo de la transici¨®n democr¨¢tica, y que alcanz¨® su cenit de m¨¢ximo esplendor en los fastos ol¨ªmpicos de 1992. Un modelo que si bien se ha escenificado con un diseny mucho m¨¢s edificante y edulcorado que el madrile?o, sin embargo se ha erigido con la misma voracidad especulativa y depredadora, sin complejos para esgrimir como coartada una impecable correcci¨®n pol¨ªtica que le autoriza a arrasar barrios populares enteros en beneficio del presunto progreso municipal.
Es la otra cara s¨®lo aparentemente antit¨¦tica de la misma moneda de Madrid, ahora catalanista y tripartita en vez de franquista o pepera. Y Manuel Delgado se ceba en su libelo denunciando los desmanes del llamado modelo Barcelona de urbanismo progresista: un modelo de moda venal al que compara con la prostituci¨®n seudovirginal de una top model de pasarela, que no duda en vender sus dudosos encantos ciudadanos, arquitect¨®nicos y paisajistas al mejor postor, desde el turista accidental al cr¨¦dulo izquierdista, pasando por el inversor global. Como reza la publicidad municipal: "Barcelona, ponte guapa" (para seducir con sus encantos urban¨ªsticos a la clientela comercial).
La especulaci¨®n urban¨ªstica e inmobiliaria es la principal fuente de financiaci¨®n auton¨®mica, municipal y partidaria. Es el lado oscuro de la fuerza de Madrid, Bilbao, Valencia y Barcelona, cuya cara m¨¢s visible y brillante se muestra en las torres del Madrid, la c¨¢scara del Guggenheim, los calatravas de Valencia o el falo de Aguas de Barcelona. Pero la privatizaci¨®n especulativa del espacio p¨²blico no s¨®lo genera espejismos urban¨ªsticos como el barcelon¨¦s o madrile?o, entre otros muchos ejemplos de ciudades-espect¨¢culo convertidas en parques tem¨¢ticos como Shanghai o Venecia, sino que tambi¨¦n ofrece otra cara oculta mucho m¨¢s miserable, violenta e inhumana. Es la destrucci¨®n pura y dura de los espacios urbanos, o su hipertrofia cancerosa y putrefacta, causada por la globalizaci¨®n deslocalizadora que est¨¢ generando un doble movimiento de huida, abandono y desertizaci¨®n de los viejos cascos hist¨®ricos, y su reflejo contrapuesto, all¨ª donde proliferan ingentes megaciudades-basura hechas de chabolas donde se acumula la escoria humana expulsada de los ecosistemas rurales destruidos para hacinarse en homicidas campos de concentraci¨®n urbana. Ambos procesos antit¨¦ticos, el de los espectros urbanos de las ciudades muertas y el de los despojos urbanos de las ciudades-miseria, han sido diseccionados en dos libros por el ge¨®grafo estadounidense Mike Davis, quiz¨¢s el m¨¢s celebrado cr¨ªtico anticapitalista de la autodestrucci¨®n urbana del presente.
Madrid: ?la suma de todos? Globalizaci¨®n, territorio, desigualdad. Observatorio Metropolitano. Traficante de Sue?os. 703 p¨¢ginas. 24 euros. La ciudad mentirosa. Fraude y miseria del "modelo Barcelona". Manuel Delgado. La Catarata. 242 p¨¢ginas, 18 euros. El desgobierno de lo p¨²blico. Alejandro Nieto. Ariel. 351 p¨¢ginas, 21 euros. Ciudades muertas. Ecolog¨ªa, cat¨¢strofe y revuelta. Mike Davis. Traficante de Sue?os. 249 p¨¢ginas, 18 euros. Planeta de ciudades miseria. Mike Davis. Akal. 283 p¨¢ginas, 19 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.