Citizens for education
As¨ª es. Necesitamos ciudadanos bien formados y capaces para administrar y ordenar algo tan b¨¢sico y elemental -y tan importante, por cierto- como es la educaci¨®n de los j¨®venes, futuros ciudadanos. As¨ª de sencillo. Disponemos de buenos recursos. Capital humano, ni les digo. Me honra formar parte de un cuerpo de profesores (varones y mujeres) incre¨ªblemente preparados en lo suyo... bien formados y capaces, a eso iba, de encauzar la inteligencia y el ¨¢nimo de miles de adolescentes.
Necesitamos unos gobernantes pol¨ªticos que no insulten a nuestro entendimiento utilizando torticeramente palabras tales como excelencia, rigor, innovaci¨®n, competencia, ilusi¨®n, progreso, futuro, ¨¦xito, impacto, vanguardia... con aire y evocaciones mercantilistas. Unos responsables pol¨ªticos que no jueguen burdamente con el lenguaje para confundir a los ciudadanos pensando, acaso, en el r¨¦dito electoral (por ejemplo, ?qu¨¦ padre o madre contestar¨ªan que no quieren que sus hijos aprendan tres o hasta ocho lenguas?). Tenemos derecho, en fin, a que nuestros jefes, por as¨ª decirlo, no espeten contra nosotros declaraciones del tipo: "Es normal que se opongan a la innovaci¨®n. Ya se acostumbrar¨¢n", tild¨¢ndonos poco menos que de reaccionarios ante una genialidad incomprendida o, lo que es peor, de malintencionados.
Necesitamos unos administradores que no est¨¦n tan obsesionados por una concepci¨®n mercantil de la innovaci¨®n. Sobre todo, que no se apropien y vac¨ªen de sentido palabras con significado atractivo. Innovar de verdad ser¨ªa poner a los estudiantes valencianos, chicos y chicas, en el ¨®ptimo nivel al que el sistema educativo entero debe aspirar. Y el sistema lo formamos mucha gente. Muchos ciudadanos cada uno con su tarea. Hay padres y madres, hay alumnado, hay profesores, hay personal de administraci¨®n y servicios, hay terceros implicados en la trama. Y hay tambi¨¦n, c¨®mo no, unos cuantos ciudadanos que son mandatarios (interinos, en definitiva) y est¨¢n al frente. Y cuyo poder como es sabido emana de la voluntad de todos manifestada en las urnas. Son las cosas de la democracia. El abec¨¦ constitucional. Ciudadanos que ocupan un cargo (presidente, consejero, director general, etc.) por designaci¨®n popular, en ¨²ltima instancia, y a los cuales qu¨¦ menos podemos exigirles que una cierta exquisitez en las formas y una m¨¢s que probada preparaci¨®n para adoptar pol¨ªticas incluyentes, quiero decir, tenemos derecho a que ejerzan el poder unos ciudadanos responsables, bien formados y capaces de ordenar y administrar el sistema educativo.
Necesitamos unos gobernantes que no despilfarren con la excusa de la educaci¨®n. De verdad, no es preciso invertir tanto en publicidad para mejorar el sistema. Lo que nuestros alumnos aprenden tampoco est¨¢ en funci¨®n del n¨²mero de impactos medi¨¢ticos referidos al ¨¢rea educativa. Ni tampoco necesitamos una proliferaci¨®n de expertos, asesores e informes contratados a terceros para desarrollar nuestra labor. Todo eso puede que sirva en otros sectores, no estoy seguro. Pero la educaci¨®n es otra cosa. Es un bien que necesita ser suministrado lo mejor posible. Y cuyo factor productivo esencial es, precisamente, el conjunto de los profesores y todo el capital humano disponible al (y en) efecto. Poca pericia para administrar un bien como es la educaci¨®n manifiesta un gobernante que no tiene en cuenta para nada al profesorado, como no sea para exigirle mediante inspectores, amenazas y expedientes si es preciso el cumplimiento de ¨®rdenes y decretos absurdos. Poca suerte tendr¨¢, en efecto, una disposici¨®n que no asuma que la aquiescencia del profesorado es necesaria para desarrollar la tarea educativa. Y es que esto es casi tautol¨®gico.
Afortunadamente, la democracia es entre otras cosas un procedimiento para renovar los cargos en el poder. Civilizadamente. Ejerciendo cada uno sus derechos pol¨ªticos. Y sinti¨¦ndose a la vez parte de eso que se ha dado en llamar Ciudadan¨ªa, que es lo mismo que saberse ciudadano y por tanto consciente de la importancia de todos como protagonistas, en mayor o menor grado, de la vida pol¨ªtica del pa¨ªs. Si las pr¨¢cticas democr¨¢ticas son deseables y exigibles, espero que s¨ª, deben ser ense?adas y aprendidas por todos.
Jes¨²s Gisbert es profesor de Filosof¨ªa.
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