Ecos del genocidio, a¨²n
Los or¨ªgenes de los sucesivos conflictos en los que han estado sumidas las provincias orientales de la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo desde hace m¨¢s de un decenio -y a los que se atribuyen hasta cinco millones de muertes- se remontan directamente al periodo posterior al genocidio de 1994 en la vecina Ruanda. El hecho de que el mundo no reaccionara como exig¨ªa aquella devastadora campa?a de matanzas prepar¨® el terreno para la demostraci¨®n de su incapacidad permanente de acabar con los ciclos de guerra, crimen y explotaci¨®n econ¨®mica desencadenados por el genocidio.
Tras la ca¨ªda del r¨¦gimen genocida de Ruanda a finales de 1994, una oleada de refugiados hutus cruzaron la frontera a Zaire (nombre que entonces ten¨ªa el pa¨ªs). Se puso en marcha un esfuerzo internacional para ayudarlos, pero no se hizo nada para eliminar a los numerosos asesinos que permanec¨ªan entre ellos. Al final, en 1996, el ej¨¦rcito ruand¨¦s cruz¨® la frontera para combatirlos y, con ello, se inici¨® un proceso de desintegraci¨®n social, terror y represalias que ha continuado de forma intermitente hasta hoy.
Naciones Unidas envi¨® una fuerza de paz (Monuc) en 2000. Al principio, se supon¨ªa que deb¨ªa supervisar la implantaci¨®n de un alto el fuego en todo el pa¨ªs, pero ha tenido que centrar sus esfuerzos en los des¨®rdenes persistentes en la parte oriental del pa¨ªs. En la actualidad, con 16.000 soldados, es la mayor misi¨®n de la ONU, pero tambi¨¦n una de las m¨¢s problem¨¢ticas. Las tropas, molestas por la acusaci¨®n de que no hac¨ªan lo suficiente para evitar muertes civiles, empezaron a tener una actitud m¨¢s agresiva en 2005. En la actualidad, la Monuc tiene un mandato que le autoriza a "emplear todos los medios considerados necesarios" para proteger a los civiles y se ha visto peri¨®dicamente envuelta en batallas con varios de los numerosos grupos armados de la regi¨®n.
Pero esta actitud dura tambi¨¦n ha tenido problemas. En ocasiones, la Monuc ha llevado a cabo despliegues junto a las fuerzas armadas de Congo, y han surgido interrogantes sobre su complicidad con el inquietante historial del ej¨¦rcito a la hora de matar civiles. Ahora, ante una campa?a muy bien organizada de los rebeldes tutsis del general Nkunda, el ej¨¦rcito congole?o parece incapaz de ofrecer verdadera resistencia y las fuerzas de paz de la ONU no tienen los efectivos necesarios para enfrentarse a los rebeldes. Mientras la poblaci¨®n exige a Naciones Unidas una respuesta en¨¦rgica, la misi¨®n de paz sufre la suprema humillaci¨®n de verse atacados por la misma gente a la que se supone que deben proteger.
Anthony Dworkin es analista pol¨ªtico en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en Londres. Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia.
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