Champ¨¢n y confeti en Wall Street
La escenograf¨ªa es importante: no hace tanto que la Nochevieja se celebraba con champ¨¢n y confeti en la Bolsa de Nueva York y que las limusinas se agolpaban ante la sede de los bancos de ¨¦xito m¨¢s fulgurantes, como el ahora sombr¨ªamente recordado Lehman Brothers. Los nervios y las malas caras irrumpieron de repente en medio del verano y esto constituy¨® una sorpresa may¨²scula, por m¨¢s que los augurios eran francamente negativos desde hac¨ªa tiempo. En todo drama el calculado camuflaje del argumento es imprescindible y, en el actual, hay que reconocer que los art¨ªfices del desastre consiguieron desconectar al p¨²blico durante a?os con la opacidad de sus rapi?as.
?Acaso hemos olvidado en qu¨¦ consist¨ªa la salud de nuestra sociedad a lo largo de estos ¨²ltimos a?os? Bastar¨ªa con repasar en la hemeroteca los peri¨®dicos que informaban sobre los ¨ªndices de nuestro bienestar en d¨ªas no demasiado lejanos. ?No eran, por ejemplo, el imparable aumento del precio de la vivienda o las ganancias surreales de las bancas signos de nuestra salud econ¨®mica colectiva? ?No cre¨ªamos, o se nos hac¨ªa creer, que la noria del mercado, girando a velocidades de v¨¦rtigo, nos transportaba al para¨ªso o, al menos, nos hac¨ªa m¨¢s llevadero el purgatorio? Ahora los especuladores son declarados villanos y sin embargo hemos estado adorando a los especuladores. En estos a?os ha habido momentos en que parec¨ªa que la Bolsa usurpaba el alma de todos, con los medios de comunicaci¨®n excitando a los creyentes: "ansiedad del parquet", "euforia del mercado" y todas esas expresiones que tanto educan a las nuevas generaciones de incautos.
Banqueros, Gobiernos y medios nos dec¨ªan que la noria del mercado nos llevar¨ªa a todos al para¨ªso
Somos convocados a una cruzada para salvar al capitalismo de s¨ª mismo
La tormenta, que se hab¨ªa ido gestando en el transcurso de la primavera, estall¨® en pleno verano. S¨²bitamente la escenograf¨ªa cambi¨® y se hicieron con el protagonismo estos personajes inquietantes y melodram¨¢ticos que ocupan las fotos a menudo. Me refiero a estos tipos implicados sobre el terreno en las operaciones burs¨¢tiles y que, a juzgar por sus gestos, se hallan en una suerte de perpetuo frenes¨ª. Sufren, gozan, sienten terror, saltan de alegr¨ªa mientras la sangre fluye por sus arterias sometida a la presi¨®n de las cifras. Es dif¨ªcil en nuestro mundo encontrar rostros sometidos a tal contracci¨®n de las emociones: una ex¨®tica mezcla de avidez, codicia y desamparo.
Algunos pintores, como Edvard Munch y Francis Bacon, defendieron que los casinos eran las mayores escuelas para estudiar la quintaesencia de las reacciones emocionales. Me gustar¨ªa saber qu¨¦ hubieran opinado de estos otros casinos, inmensamente mayores, en los que en el black-jack se hunden y se reflotan empresas y en los que en la ruleta las apuestas abarcan el entero planeta. Claro que estos sobreexcitados y vistosos personajes no son si no las huestes dirigidas por otros personajes que permanecen m¨¢s ocultos. Alguno de estos ¨²ltimos, debido a las circunstancias y a las indemnizaciones millonarias que han cobrado, ahora han sido obligados a subir a la escena. El m¨¢s shakespeariano de todos ellos, una combinaci¨®n de Macbeth y de Mercader de Venecia, es Richard S. Fuld, al que creo que llamaban Rey de Wall Street o
algo por el estilo, presidente ejecutivo de Lehman Brothers, causante directo de 8.000 despidos y de la p¨¦rdida de 14.000 millones de d¨®lares y cuyo salario en 2007 fue de 53 millones, tambi¨¦n de d¨®lares. Quiz¨¢ sin la mirada teatralmente maligna de Fuld -?o es s¨®lo una mirada circunspecta?- hay un centenar de individuos semejantes por Manhattan y los alrededores. Lejos de Manhattan deben de ser unos miles m¨¢s.
Con el oto?o la escenograf¨ªa ha variado. Los pol¨ªticos se han hecho due?os de la escena, como acostumbran, y se han pertrechado detr¨¢s de una extra?a palabra: rescate. Es maravillosa la capacidad de los pol¨ªticos para afrontar los conflictos con extra?as palabras. A¨²n me acuerdo de la Conferencia de Donantes convocada tras destruir Irak y en la que nadie sab¨ªa a ciencia cierta qu¨¦ era lo que se daba ni a qui¨¦n ni con qu¨¦ objetivo. Con todo, tras pasarme la vida escuchando las peregrinas invenciones ling¨¹¨ªsticas de los pol¨ªticos, debo reconocer que la m¨¢s rara es ¨¦sta del rescate. Cuando al principio la soltaron por aqu¨ª, traducci¨®n de lo que Bush anunciaba en Estados Unidos, pens¨¦ que hasta el momento el rescate era algo dedicado a los rehenes y sobre todo a los n¨¢ufragos, y la primera imagen que se me vino a la cabeza fue La balsa de la Medusa de G¨¦ricault, con todos aquellos supervivientes arremolin¨¢ndose en busca de la salvaci¨®n.
Y tal vez esta primera impresi¨®n no era tan inexacta puesto que a medida que avanzaba el oto?o m¨¢s ambiciosos eran los significados que se atribu¨ªan a la extra?a palabra: hemos pasado de ir al rescate de unos bancos envenenados por fondos t¨®xicos a tratar de rescatar el entero sistema financiero y, ¨²ltimamente, se habla ya sin recato que de lo que deber¨ªa ser rescatado es el entero capitalismo. Somos llamados, por tanto, a participar en una cruzada cuyo fin, sin embargo, no es liberar a una princesa secuestrada por alg¨²n malvado o recuperar a n¨¢ufragos perdidos en aguas procelosas sino rescatar al capitalismo, el cual, por as¨ª decirlo, y puestos a personalizar, se ha extra?ado, el pobre.
?Y qui¨¦n lo ha hecho extraviar? ?El perverso Fuld e individuos de su cala?a? Es una soluci¨®n: los banqueros temerarios y dem¨¢s especuladores. Pero ?no eran todos ellos hasta hace poco h¨¦roes? ?Por qu¨¦ los banqueros buenos, que han ganado cantidades casi tenebrosas en estos a?os, no han denunciado a los banqueros malos, que les ayudaban a ganarlas? Otra soluci¨®n: ha sido cosa de los banqueros. Pero ?si todos los banqueros estaban conchabados para deteriorar el sistema financiero por qu¨¦ no lo denunciaban los ministros de Econom¨ªa o los presidentes de Gobierno? Y si tambi¨¦n ¨¦stos eran c¨®mplices, ?por qu¨¦ los medios de comunicaci¨®n callaban y sacaban titulares sobre nuestra salud nutri¨¦ndose de las mismas estad¨ªsticas que alimentaban a los especuladores? Como en toda buena tragicomedia no pueden faltar los bufones podemos preguntarnos, asimismo, ?por qu¨¦ los grandes expertos econ¨®micos, los cantores de la bondad suprema del mercado, no bramaron ante la evidencia de las trampas que acabar¨ªan rompiendo su juguete favorito?
Ahora nos llaman fervorosamente al rescate. Empezaron los americanos y luego, mal avenidos, los dirigentes europeos. Zapatero se hizo acompa?ar por los banqueros m¨¢s poderosos para anunciar la cruzada. Suena la fanfarria salvadora. Y no obstante, la mayor¨ªa de nosotros no sabemos muy bien lo que tenemos que salvar y adem¨¢s sospechamos que se perpetrar¨¢ a nuestra costa el mayor atraco concebible.
No s¨¦ si en la pr¨®xima Nochevieja de Wall Street habr¨¢ champ¨¢n y confeti. Igual s¨ª, no crean. Igual se celebra ya el pecio del rescate.
Rafael Argullol es escritor.
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