Miles de activistas de todo el pa¨ªs 'toman' la capital del cambio
Largas colas para poder asistir al discurso del senador por Illinois
Ohio e Iowa para Obama. Los miles de asistentes que esperaban dentro de Grant Park la aparici¨®n del candidato dem¨®crata gritaban y saltaban cuando una de las pantallas gigantes anunciaba los c¨¢lculos para dos de los Estados m¨¢s importantes. El disputado Ohio es clave y suele dar su apoyo y sus 20 votos electorales al ganador. Pero nadie quer¨ªa dar nada por seguro a¨²n. No eran resultados definitivos. Grant Park pasaba la noche al borde del infarto.
A algunos afroamericanos se les empa?an los ojos cuando hablaban. Muchos han crecido en racistas Estados del sur donde la idea de ver a un negro en la Casa Blanca era un chiste. Ahora estaba en Chicago esperando a que sucediese. Terry Curtis naci¨® en 1951. Vive en Indian¨¢polis, pero se cri¨® en Misisip¨ª. "No puedo dejar de pensar en mi abuela", dice. "En lo dura que fue la vida para ella, en c¨®mo quemaban nuestras escuelas, en c¨®mo nos han tratado hasta hace muy poco". "Lo que siempre hemos escuchado es no, no, no", a?ade Nate Osborn. "Ahora va llegar el s¨ª".
El entusiasmo por votar era palpable desde primera hora de la ma?ana
Terry y Nate Osborn eran dos de las miles de personas que esperaban, unos dentro y otros fuera del recinto, el gran momento. Saber de una vez qui¨¦n ser¨¢ el pr¨®ximo presidente de Estados Unidos. "Ser¨¢ negro", dice sin dudar Osborn. Es neoyorquino, negro, y ha conducido 13 horas para llegar hasta aqu¨ª. De paso, vende unas camisetas en las que aparec¨ªa un sonriente Obama bailando bajo una l¨¢mpara de discoteca, Hillary Clinton tocando la bater¨ªa y un gru?¨®n y parado McCain. Sobre los dibujos estaba escrito: "Necesitamos a un presidente que pueda bailar".
Algunos llevaban la victoria impresa antes de que salieran los resultados. Un joven pelirrojo con barba luc¨ªa una supuesta portada del Chicago Tribune informando: "Obama gana". Caminando por esta zona, parec¨ªa que toda la ciudad vistiera camisetas, pegatinas, chapas, carteles. Incluso los edificios hab¨ªan sido adornados. A las seis ya era noche cerrada, y uno de los rascacielos del parque estaba decorado con un inmenso y luminoso USA.
Los 70.000 afortunados con entrada para acceder al recinto en el que Obama ten¨ªa previsto dar su discurso guardaban colas de una y dos horas para entrar. Los que quer¨ªan asegurarse un buen lugar estuvieron el d¨ªa entero esperando. Una voz de megafon¨ªa les informaba de que no pod¨ªan pasar con bolsas grandes, ni paraguas, ni sillas, ni carteles, ni comida, ni bebida, ni mascotas. Ten¨ªan que ense?ar el ticket con su nombre y una identificaci¨®n. Todo se revisaba y deb¨ªan pasar por un detector de metales. Hab¨ªa helic¨®pteros sobrevolando el ¨¢rea.
Los que no ten¨ªan entrada, pero quer¨ªan pasar a una zona del parque habilitada con una pantalla gigante, ten¨ªan que seguir otro camino y pasar tambi¨¦n por varios controles de seguridad. El alcalde de la ciudad calcul¨® que se iban a congregar en este segundo recinto y alrededor del parque entre medio mill¨®n y un mill¨®n de personas. Las cafeter¨ªas estaban llenas de gente que se encend¨ªa cada vez que aparec¨ªa un nuevo resultado. Todos estaban pendientes de los Estados decisivos. Aunque se sab¨ªa que Illinois ser¨ªa para Obama, en un hotel cercano al parque la gente se abrazaba cuando se constat¨®.
Se respiraba ansiedad en los hoteles, en las cafeter¨ªas, por la calle. La gente quer¨ªa saber cuanto antes alg¨²n resultado. El psic¨®logo David Klow dice que por la ma?ana, en su clase de yoga, estaban todos tan nerviosos que la profesora les hizo bailar para calmar los ¨¢nimos. La ciudad estaba entregada a Obama. "Creo que, en total, s¨®lo conozco a dos personas en toda la ciudad que vayan a votar a McCain", cuenta Klow.
En Chicago, hasta el clima ha estado del lado de Obama. En lugar de los habituales gorros y bufandas de esta ¨¦poca del a?o, ayer se ve¨ªan mangas cortas e incluso tirantes. Muchos votantes esperaron desde las cinco frente a los colegios electorales, que abr¨ªan a las seis y los centros de campa?a estaban a rebosar de voluntarios. Hab¨ªa incluso ni?os haciendo llamadas para pedir el voto. "Chicago es el fin de todo. Donde se van a materializar todos los esfuerzos y sue?os de esta dif¨ªcil campa?a", dice Mel Washington, reci¨¦n aterrizado en la ciudad. Todos esperan la llegada de la noticia hist¨®rica con un nudo en el est¨®mago.
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