?Hoy tengo un sue?o!
Hace 100 a?os, un gran estadounidense, cuya simb¨®lica sombra nos cobija hoy, firm¨® la Proclama de la emancipaci¨®n. Este trascendental decreto signific¨® un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Lleg¨® como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero 100 a?os despu¨¦s, el negro a¨²n no es libre; 100 a?os despu¨¦s, la vida del negro es a¨²n tristemente lacerada por las esposas de la segregaci¨®n y las cadenas de la discriminaci¨®n; 100 a?os despu¨¦s, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso oc¨¦ano de prosperidad material; 100 a?os despu¨¦s, el negro todav¨ªa languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.
Mis hijos vivir¨¢n un d¨ªa en un pa¨ªs en el que no se les juzgar¨¢ por el color de su piel
Sue?o que un d¨ªa esta naci¨®n se levantar¨¢ y vivir¨¢ su verdadero credo
Por eso, hoy hemos venido aqu¨ª a dramatizar una condici¨®n vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro pa¨ªs, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra rep¨²blica escribieron las magn¨ªficas palabras de la Constituci¨®n y de la Declaraci¨®n de Independencia, firmaron un pagar¨¦ del que todo estadounidense habr¨ªa de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres les ser¨ªan garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la b¨²squeda de la felicidad. Es obvio hoy en d¨ªa que Estados Unidos ha incumplido ese pagar¨¦ en lo que concierne a sus ciudadanos negros.
No habr¨¢ ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadan¨ªa. Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros s¨®lo podamos trasladarnos de un gueto peque?o a un gueto m¨¢s grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipi no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qu¨¦ votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente".
Hoy les digo a ustedes, amigos m¨ªos, que a pesar de las dificultades del momento, yo a¨²n tengo un sue?o. Es un sue?o profundamente arraigado en el sue?o americano. Sue?o que un d¨ªa esta naci¨®n se levantar¨¢ y vivir¨¢ el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales". Sue?o que un d¨ªa, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos due?os de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad. Sue?o que un d¨ªa, incluso el Estado de Misisipi, un Estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresi¨®n, se convertir¨¢ en un oasis de libertad y justicia. Sue?o que mis cuatro hijos vivir¨¢n un d¨ªa en un pa¨ªs en el cual no ser¨¢n juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.
?Hoy tengo un sue?o!
Sue?o que un d¨ªa, el Estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposici¨®n entre las razas y anulaci¨®n de los negros, se convierta en un sitio donde los ni?os y ni?as negras puedan unir sus manos con las de los ni?os y ni?as blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.
?Hoy tengo un sue?o!
Sue?o que alg¨²n d¨ªa los valles ser¨¢n cumbres, y las colinas y monta?as ser¨¢n llanos, los sitios m¨¢s escarpados ser¨¢n nivelados y los torcidos ser¨¢n enderezados, y la gloria de Dios ser¨¢ revelada, y se unir¨¢ todo el g¨¦nero humano.
?sta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la monta?a de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra naci¨®n, en una hermosa sinfon¨ªa de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la c¨¢rcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caser¨ªo, en cada Estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del d¨ªa cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, jud¨ªos y cristianos, protestantes y cat¨®licos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "?Libres al fin! ?Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ?somos libres al fin!
Extracto del discurso le¨ªdo en las gradas del Lincoln Memorial durante la hist¨®rica Marcha sobre Washington en 1963.
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