Alegr¨ªa
Admito que el anhelado mes¨ªas tiene estilo, es fibroso, es elegante (no s¨®lo le quedan muy bien los trajes, tambien ser¨ªa un modelo publicitario en chandal, zapatillas y visera), su presencia, su gestualidad y su discurso transmiten algo especial, escucha a Miles Davis y a John Coltrane, sustituye a una peligros¨ªsima caricatura a la que nadie va a exigir cuentas por facilitarle a los g¨¢nsteres de la econom¨ªa grandiosas felon¨ªas o por utilizar la mentira para justificar la masacre de un pa¨ªs lejano, pero sobre todo ofrece la realidad, el deseo o el espejismo de que las cosas pueden cambiar un poquito y para bien.
Eso significa fundamentalmente que encuentre remedios para que las clases medias no conozcan la pobreza y las clases bajas no se integren en la mendicidad. Es dudoso que los muertos de hambre tercermundistas comiencen a engordar. Tambien pertenece a la l¨®gica que nadie puede aspirar a la jefatura del planeta sin el benepl¨¢cito de los banqueros y el asegurado c¨¢lculo de sus ancestrales ganancias. Y est¨¢ muy bien que la victoria de un negro haya perdido la condici¨®n milagrosa. Y que al facher¨ªo de siempre y a los nuevos liberales les salga una ¨²lcera en su lacerante convencimiento de que el trono divino lo ha ocupado el m¨¢s radical de los ¨¢ngeles ca¨ªdos.
La noche de las elecciones descubro que mi militancia en el escepticismo es muy fr¨¢gil, que tengo derecho a un subid¨®n si gana ese pol¨ªtico negro que parece otra cosa. Pero descubro con pasmo por los testimonios y las entrevistas que le hacen a la gente del PP, que tambi¨¦n ellos est¨¢n deseando el triunfo de Obama. Y te mosqueas ante el amor universal que despierta este se?or. ?No hab¨ªan quedado en que Bush era la salvaci¨®n de Occidente? Qu¨¦ raza la de los conversos. Imagino el llanto de Aznar.
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