Una vida sin huellas
Una zona de sombra protege la privacidad de Elena S¨¢nchez, 'n¨²mero dos' del CNI
Sus colaboradores declinan comentar sobre ella. Su antiguo jefe en La Casa, Jorge Dezcallar, rechaza hablar de asuntos que no se refieran a su actual puesto de embajador en Washington. Sus amigos no tienen nombre ni apellidos. Expertos en servicios secretos niegan conocerla. Nadie la ha tratado en un renombrado think tank de estudios pol¨ªticos como el Real Instituto Elcano. No hay duda, una extensa zona de sombra protege la identidad de Elena S¨¢nchez Blanco, n¨²mero dos del servicio de espionaje espa?ol desde el pasado 20 de junio. Un cord¨®n sanitario que preserva sus datos privados de la curiosidad p¨²blica. Hija y nieta de militares, con amplio conocimiento del norte de ?frica. Nacida y bautizada por un capell¨¢n castrense en El Aai¨²n. Criada en el seno de una familia numerosa y tradicional, cada detalle, cada dato sobre Elena S¨¢nchez Blanco es fruto de peque?as indagaciones en un amplio c¨ªrculo de personas, muchas de ellas an¨®nimas. Por m¨¢s que la nueva secretaria general del Centro Nacional de Informaci¨®n (CNI) haya admitido p¨²blicamente que el centro aspira a ser reconocido por su capacidad para "anticiparse a los riesgos", las sombras dominan sobre las luces, al menos en lo que se refiere a sus m¨¢ximos responsables.
Es pro-saharaui, aunque con discreci¨®n, experta en Ceuta y Melilla, y amante de la cultura del Magreb
De las intenciones aperturistas del CNI, surgido en 2002 de las cenizas del Centro Superior de Informaci¨®n de la Defensa (Cesid), da fe la asistencia de S¨¢nchez Blanco al I Congreso Nacional de Inteligencia, celebrado a finales de octubre en Madrid. De la dificultad de despejar las sombras sobre las personas que lo dirigen habla su negativa a conceder entrevistas. En el congreso reconoci¨® que la globalizaci¨®n y los atentados del 11-S y el 11-M han cambiado el mundo de los servicios secretos. "Ning¨²n Estado tiene por s¨ª mismo las capacidades necesarias para garantizar su seguridad", dijo.
Lo m¨¢s sorprendente de su presencia fue que no le intimidaran las c¨¢maras. En las fotograf¨ªas aparece relajada, la piel morena, los rasgos agradables. Lleva bien los 46 a?os que acaba de cumplir. Pero la imagen desat¨® el morbo de los medios para sorpresa del CNI. ?A qu¨¦ viene tanta polvareda si su antecesora en el cargo era ya una mujer? Hasta junio, Esperanza Casteleiro Llamazares, nombrada en 2004, ocupaba su puesto. Pero Casteleiro nunca apareci¨® en p¨²blico. Nadie, aparte del m¨¢ximo responsable del CNI -actualmente Alberto Saiz-, se hab¨ªa presentado en sociedad.
El paso adelante de Elena S¨¢nchez Blanco deja, sin embargo, una estela de frustraci¨®n. Su nombre no produce resultados en los buscadores de Internet. Y su biograf¨ªa oficial se resume en medio p¨¢rrafo. Nacida en El Aai¨²n el 31 de octubre de 1962, casada, madre de dos hijos, licenciada en Filolog¨ªa Inglesa, con dos m¨¢steres, uno en traducci¨®n y otro en el Magreb. Empleada en La Casa desde 1988, cuando el entonces Cesid estaba dirigido por un militar, Emilio Alonso Manglano, forzado a dimitir por un esc¨¢ndalo de escuchas.
S¨®lo la interesada sabe por qu¨¦ se matricul¨® en el m¨¢ster El Magreb contempor¨¢neo. Relaciones de Espa?a en el norte de ?frica en una fecha tan tard¨ªa como noviembre de 2004, cuando era ya jefa del gabinete de la Unidad Antiterrorista del CNI y reputada experta en Ceuta y Melilla. El director de este curso, V¨ªctor Morales, profesor de Historia Contempor¨¢nea de la UNED y especialista en historia del norte de ?frica, fue el primer sorprendido. "Elena S¨¢nchez me impresion¨® por los conocimientos que ten¨ªa de la materia, y por su discreci¨®n. Otra persona habr¨ªa utilizado completo el apellido de su abuelo, Blanco Izaga". Emilio Blanco Izaga (1892-1949), coronel interventor en el Protectorado espa?ol en Marruecos, est¨¢ considerado como "un autor de referencia" en antropolog¨ªa, dice Morales, por sus conocimientos de las tribus rife?as de la ¨¦poca.
S¨®lo hay un rasgo que descompone la imagen as¨¦ptica y ultradiscreta de la n¨²mero dos del CNI: su debilidad por la causa saharaui. En 1996, S¨¢nchez Blanco env¨ªa una carta a este peri¨®dico que rezuma indignaci¨®n. Acaba de renovarse su pasaporte y, al anotar el lugar de nacimiento, los funcionarios han hecho constar El Aai¨²n (Marruecos). S¨¢nchez Blanco protesta a t¨ªtulo personal. "Me parece ignominioso que sean las autoridades espa?olas las que hayan decidido unilateralmente sobre la marroquinidad del S¨¢hara, olvid¨¢ndose con ello no ya de m¨ª, que, a fin de cuentas, vivo y trabajo en Madrid, sino de las personas que trabajan tratando de identificar votantes en la Misi¨®n de Naciones Unidas para el Refer¨¦ndum en el S¨¢hara Occidental (Minurso)".
Como buena parte de los espa?oles nacidos o criados en el S¨¢hara bajo control espa?ol, la subjefa de los esp¨ªas se siente pr¨®xima a los saharauis, aunque no parece que haya apoyado ninguna iniciativa solidaria. En c¨ªrculos pro-saharauis nadie la conoce, y su n¨²cleo de amigos del S¨¢hara parece haberse disuelto. Del viejo El Aai¨²n apenas queda huella espa?ola. S¨®lo la misi¨®n cat¨®lica sigue abierta para atender al centenar escaso de feligreses. Y desde ella, el padre Rafael responde todav¨ªa al tel¨¦fono. Recuerda a la familia, pese al tiempo transcurrido. "Los S¨¢nchez Blanco eran una familia numerosa. El padre estaba en la Polic¨ªa Territorial".
Hay que expurgar a fondo el semanario Sahara, editado entre 1963 y 1970 en la que fue la 53? provincia espa?ola, para encontrar alguna huella m¨¢s. Por ejemplo, en las notas que recogen las salidas y entradas de los notables de la ciudad se menciona alguna vez a "do?a Mar¨ªa Josefa Blanco", madre de Elena, cuando abandona El Aai¨²n rumbo a Las Palmas con sus hijos. Su marido, y padre de la n¨²mero dos del CNI, Manuel S¨¢nchez Vidal, jefe de la Polic¨ªa Territorial desde su creaci¨®n, en 1960, domina el ¨¢rabe y el franc¨¦s, y aparece alguna vez m¨¢s en las p¨¢ginas de la revista. Por ejemplo, cuando recibe la orden de ?frica.
La vida discurre provinciana y anodina en El Aai¨²n de mediados de los sesenta, en v¨ªsperas del desarrollo econ¨®mico propiciado por Fos Bucraa, la empresa minera. En 1967, seg¨²n datos del INE, la capital de la provincia del S¨¢hara contaba con 15.758 residentes; 6.057 de ellos eran europeos.
El abandono del S¨¢hara dar¨¢ un vuelco a la situaci¨®n a partir de 1975. La presencia espa?ola desaparece en el plazo de unos meses. Elena S¨¢nchez Blanco sali¨® tambi¨¦n del S¨¢hara con su familia rumbo a Las Palmas. En la capital de Gran Canaria, su rastro se pierde. All¨ª estudia el bachillerato y aprueba la selectividad en la Universidad tinerfe?a de La Laguna. En 1981 aparece como alumna de Filolog¨ªa Inglesa en la Universidad Complutense de Madrid, donde permanece hasta licenciarse en 1986. Ninguno de los profesores en activo de ese departamento contactados por este diario la recuerda. "En aquella etapa ten¨ªamos clases de 200 alumnos", explican. La futura n¨²mero dos del espionaje espa?ol era buena estudiante, pero no una empollona. Aprueba con buenas notas, sin matr¨ªculas ni menciones especiales. Tampoco quiere destacar. Tiene ya clara su vocaci¨®n. Dos a?os despu¨¦s, en 1988, se incorporar¨¢ al Cesid. A partir de ese momento, el silencio vuelve a trag¨¢rsela. Como si alguien se ocupara de borrar sus huellas. Hasta su reaparici¨®n en el congreso de Madrid, donde S¨¢nchez Blanco se declar¨® partidaria de crear una "cultura de inteligencia" y de "abrir el CNI a la sociedad para que sea valorado". Aunque en ning¨²n momento se ha comprometido a que la apertura alcance a la vida de sus mandos.
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