Las afueras

En las afueras de una gran ciudad, una especie de solar que es a la vez cementerio de autom¨®viles y caba?a de supervivencia, dos personajes marginales cuentan su vida, y la interpretan directamente para el p¨²blico, en una especie de mon¨®logo dividido en dos partes en las que tambi¨¦n se da cuenta de otras vidas, de otros personajes, igualmente desdichadas, mediante retazos de una historia que en algunos fragmentos resulta coincidente o confluyente en ambos relatos. De modo que es en la fragmentaci¨®n, un tanto atropellada, del relato donde se podr¨ªa encontrar la fuerza dram¨¢tica de la obra, y su pretexto din¨¢mico.

Sobre la escena, todo eso no funciona, pese a la convicci¨®n interpretativa de Mart¨ªn Cases y a los voluntariosos esfuerzos de Angel Figols en un tipo algo m¨¢s macarra. Dentro de su concisi¨®n tem¨¢tica, los relatos superpuestos son prolijos hasta la exasperaci¨®n y previsibles hasta decir basta. Y en cuanto a la puesta en escena de Antonio Tordera, salvo algunos efectos como de niebla y humo de detritus en una escenograf¨ªa que no figurar¨¢ entre las m¨¢s celebradas de Josep Sim¨®n y Manuel Zuriaga, lo mismo dar¨ªa que el espectador escuchara desde su casa una versi¨®n radiof¨®nica del asunto: no se perder¨ªa ni una coma de la trama. Una trama fatigosa, que viene a ser de lo m¨¢s correcto pol¨ªticamente en su denodado af¨¢n de incorrecci¨®n insurrecta. No conozco el texto original ni la obra del autor, pero sospecho, por lo que all¨ª se dice, que la cosa daba para mucho m¨¢s que para una verborrea tan enfurecida como repetitiva, tan carente de vuelo esc¨¦nico.