Marbury, talento desaprovechado
Tras la elecci¨®n de Barack Obama, me siento optimista respecto al futuro de mi pa¨ªs por primera vez en casi una d¨¦cada. Por desgracia, formo parte de una mayor¨ªa que apenas lo es. El ¨¦xito de Obama ha sido muy sonado, pero no deja de ser verdad que el 46% de los estadounidenses ha votado por John McCain, incluso despu¨¦s de que su partido pol¨ªtico haya contribuido a tirar a Estados Unidos por la consabida alcantarilla del mundo. Lo bueno es que la mayor¨ªa decide.
Las historias de la NBA palidecen al lado de las noticias de la campa?a electoral. Por ahora, no soy un corresponsal pol¨ªtico acreditado. Sin embargo, veo algunos paralelismos con una historia de la NBA que sucedi¨® en una diminuta aldea que llamamos Nueva York. Stephon Marbury es desde hace mucho una espina que tienen clavada todos los que han intentado entrenarle. A pesar de su extraordinario talento, Marbury nunca ha respondido a las expectativas que le han precedido. Los equipos para los que ha jugado han tenido la mala costumbre de ser mejores antes y despu¨¦s de que ¨¦l formase parte de ellos.
Este verano, los Knicks de Nueva York, que es el equipo que actualmente da trabajo a Marbury, contrataron a Mike D'Antoni con la esperanza de que pudiese cambiar la suerte de una franquicia casi gloriosa en su d¨ªa. Una de las primeras decisiones de D'Antoni ha sido enviar a Marbury al banquillo. S¨®lo hay un problema: Marbury recibe un salario anual que ronda los 17 millones de euros. Eso significa que los Knicks est¨¢n pagando a un hombre cerca de 17 millones de euros por no jugar al baloncesto. Por extra?o que parezca, esto me da esperanzas.
Stephon Marbury es un jugador de baloncesto de enorme talento. Pero juega de una forma equivocada. Su estilo nos hace remontarnos a los viejos y malos tiempos de la NBA (cuando digo viejos, me refiero a los finales de los a?os noventa). Tira demasiado, pasa demasiado y s¨®lo piensa en s¨ª mismo.
Stephon Marbury es al baloncesto de la NBA lo que George W. Bush es a la comunidad mundial. Ambos tienen buenas intenciones, pero su efecto final es... Bueno, no exactamente lo que nosotros ten¨ªamos en mente si por "nosotros" se entiende bien un espectador que paga por ver un partido de la NBA, bien un dirigente mundial que espera que aqu¨¦llos con quienes est¨¢ conversando sean capaces de construir una frase completa.
Si Marbury es Bush, entonces puede que D'Antoni sea Obama; o que Obama sea D'Antoni; o que Donnie Walsh sea Joe Biden. En realidad, no importa. Lo que s¨ª que importa es que hay dos cosas que, por fin, marchan bien en Estados Unidos. Una de ellas es ligeramente m¨¢s importante que la otra. Pero ninguna de las dos es corriente. En una sola semana hemos elegido a un hombre negro como presidente y un entrenador de la NBA se ha enfrentado a un jugador de la NBA.
Claro est¨¢ que es un equilibrio delicado. S¨®lo tenemos garantizado durante cuatro a?os el tener a un presidente con visi¨®n de futuro. Para que llegase a la presidencia han hecho falta acontecimientos apocal¨ªpticos. Y los Knicks podr¨ªan inclinarse ante Marbury en cualquier momento (al fin y al cabo, gana cuatro veces m¨¢s que el entrenador). Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, me gusta el camino que llevamos.
(S¨®lo por dejarlo claro, con "nosotros" me refiero tanto a los seguidores del baloncesto como a los seres humanos que habitamos el planeta Tierra y nos vemos afectados por los acontecimientos mundiales).
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