Obama y la historia abierta
Cuando la familia Obama se instale en la Casa Blanca, vivir¨¢ en un edificio construido por esclavos. La alegr¨ªa vivida por ciudadanos de todos los colores tras su elecci¨®n tiene fundamento. Nuestra historia est¨¢ abierta y, a veces, es posible superar sus cr¨ªmenes, crueldades y errores. Uno de los grandes temas de campa?a del presidente electo fue la necesidad de unir a la naci¨®n. Eso, junto con su insistencia en las responsabilidades econ¨®micas del Gobierno, la necesidad de una pol¨ªtica exterior m¨¢s mesurada, su descripci¨®n de s¨ª mismo como un candidato post-racial (y su aire tranquilo e inteligente), convenci¨® a la mayor¨ªa del electorado (53%) de que pod¨ªa arriesgarse a votar por ¨¦l.
Al hablar de "repartir la riqueza", el nuevo presidente vuelve al debate sobre la naturaleza de EE UU
No obstante, una mayor¨ªa de blancos (especialmente en el medio oeste y el sur, y entre las personas mayores) vot¨® contra ¨¦l. En cambio, una mayor¨ªa de mujeres, titulados universitarios, afroamericanos, hispanos, sindicalistas y j¨®venes vot¨® por ¨¦l. El electorado aument¨® ligeramente respecto a la elecci¨®n presidencial de 2004, alrededor del 1%; el voto afroamericano aument¨® justo el 2%. La victoria de Obama se produjo gracias a su meticulosa campa?a y su ¨¦xito en la movilizaci¨®n del electorado potencial.
McCain se vio obligado a luchar con el legado de una presidencia fracasada, y su candidata a la vicepresidencia molest¨® a mucha gente. La edad de McCain, su car¨¢cter err¨¢tico y su incapacidad de definir un programa convincente pasaron factura a este h¨¦roe estadounidense. Las victorias dem¨®cratas en la C¨¢mara del Representantes y el Senado indican que cualquier otro republicano habr¨ªa tenido las mismas o mayores dificultades. Y, aun as¨ª, obtuvo el 46% del voto.
Los republicanos est¨¢n desmoralizados y algunos dem¨®cratas proclaman el comienzo de un nuevo ciclo de hegemon¨ªa, como el que tuvieron entre 1932 y 1968. Desde luego, es prematuro escribir la historia de los pr¨®ximos decenios de forma tan clara. La historia abierta que permiti¨® ganar a Obama puede volver a cerrarse.
La ret¨®rica de la campa?a fue un anticipo de debates p¨²blicos y batallas legislativas que a¨²n est¨¢n por llegar. La absurda insistencia en llamar a Obama "socialista" por defender unas pol¨ªticas fiscales y un gasto de gobierno que comparten todos los pa¨ªses industrializados civilizados expresaba un fundamentalismo de mercado tan primitivo como la literalidad b¨ªblica de los tradicionalistas religiosos. Los banqueros y empresarios estadounidenses, con gran cinismo, recurren a ello cuando tratan de eludir la regulaci¨®n y los impuestos. Ahora, la industria del autom¨®vil, que es la siguiente en estar derrumb¨¢ndose tras el sector bancario, exige al gobierno miles de millones de d¨®lares en ayudas.
El nuevo presidente y su mayor¨ªa parlamentaria tendr¨¢n que decidir qu¨¦ leyes van a regir las nuevas relaciones entre el Estado y el mercado. Tendr¨¢n que decidir tambi¨¦n si esas medidas son provisionales o una alteraci¨®n permanente del equilibrio del poder econ¨®mico. Cuando Obama habl¨® en la campa?a de "repartir la riqueza", volvi¨® a iniciar un viejo debate sobre la naturaleza de la sociedad estadounidense. No est¨¢ claro, en absoluto, si la incipiente demanda p¨²blica de ayuda econ¨®mica en la crisis podr¨¢ transformarse en apoyo a un nuevo New Deal.
Por otra parte, el nuevo contexto internacional impide las comparaciones con Franklin D. Roosevelt en 1933. Estados Unidos es mucho menos soberano, desde el punto de vista econ¨®mico. Coordinar el est¨ªmulo de la econom¨ªa estadounidense con un programa internacional de reconstrucci¨®n de los mecanismos de control de la econom¨ªa mundial es un reto gigantesco, sobre todo porque los norteamericanos desconocen la situaci¨®n.
Como tienen un desconocimiento incluso mayor sobre la situaci¨®n geopol¨ªtica. Obama ha pedido el fin de la guerra de Irak y una intervenci¨®n renovada y ampliada en Afganist¨¢n, como si fuera incapaz de acabar con la ilimitada guerra de Bush contra el terrorismo. El presupuesto del Pent¨¢gono, casi un bill¨®n de d¨®lares anuales, es insostenible. Peor a¨²n, la ideolog¨ªa imperial hace que sea casi imposible hacer un examen desapasionado de los l¨ªmites del poder nacional. Obama y sus asesores de pol¨ªtica exterior lo saben; ?se atrever¨¢n a decirlo? Si no lo hacen, Obama puede terminar como Johnson, Carter y el actual presidente, derrotado por la imposibilidad de combinar imperio y bienestar, orgullo nacional y realismo pol¨ªtico y militar.
Las contradicciones y profundidades de la situaci¨®n que hereda Obama van a exigir mucho de ¨¦l. Los grandes proyectos reformistas s¨®lo pueden surgir de movimientos pol¨ªticos y sociales que en la actualidad est¨¢n fragmentados o por crear.
Nuestros ciudadanos se han sentido golpeados por el aumento del desempleo y por la gran disminuci¨®n de sus ahorros, pero no se les ocurre ninguna alternativa al capitalismo estadounidense. Creen que la guerra de Irak fue un error, pero no se imaginan otro papel para Estados Unidos en el mundo. La mera enumeraci¨®n de estas dificultades deja claro que nuestra historia est¨¢ tanto abierta como llena de obst¨¢culos. Al fin y al cabo, los grandes presidentes han sido siempre, sobre todo, profesores convincentes. Est¨¢ por ver qu¨¦ va a ense?ar al pa¨ªs el antiguo profesor de Derecho.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Norman Birnbaum es catedr¨¢tico em¨¦rito en la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown.
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