La hora de la socialdemocracia
Esta crisis mundial ya ha tenido efectos que van mucho m¨¢s all¨¢ del terreno econ¨®mico. En el fondo, lo que ha puesto de manifiesto es que estamos ante un cambio de paradigma, ante todo un cambio de modelo ideol¨®gico. La crisis no s¨®lo ha puesto en cuesti¨®n el neoliberalismo, sino tambi¨¦n su compa?ero, el neoconservadurismo. Pero al hundimiento del paradigma neoliberal y neoconservador no le ha sucedido, todav¨ªa al menos, el surgimiento de un nuevo modelo que sirva de marco de referencia para poder mirar hacia el futuro con algo m¨¢s de seguridad.
Sin embargo, antes de dejarnos llevar por el miedo al horror vacui, quiz¨¢ deber¨ªamos plantearnos la situaci¨®n actual como lo que creo que en realidad es: una gran oportunidad para la emergencia de un nuevo consenso planetario de tipo socialdem¨®crata. Ah¨ª cabr¨ªa encajar, entre otras cosas, la presencia espa?ola en la cumbre de Washington del pasado fin de semana, junto a pa¨ªses gobernados por el centroizquierda como Reino Unido y Brasil.
El vac¨ªo dejado por el fracaso 'neocon' y neoliberal no ha sido a¨²n llenado por ideas de centro-izquierda
La igualdad no es un mero instrumento, es un fin en s¨ª mismo
Se abre una ventana de oportunidad para que la socialdemocracia d¨¦ un paso hacia adelante y asuma el desaf¨ªo de ofrecer un nuevo eje alrededor del cual hacer girar la actuaci¨®n futura de los actores pol¨ªticos en este todav¨ªa incipiente siglo XXI. Existe material suficiente para afrontar ese reto: no faltan excelentes pensadores en la ¨®rbita de la socialdemocracia, ni tampoco excelentes ideas. Lo que probablemente falta es introducir un poco de orden en el debate en curso, fijar prioridades, analizar c¨®mo las ideas pueden traspasar la siempre espesa frontera del mundo acad¨¦mico y cient¨ªfico para llegar a la "plaza p¨²blica", de tal manera que los ciudadanos se carguen de argumentos cuando quieran defender visiones pr¨®ximas al paradigma de la socialdemocracia.
Es decir, a la socialdemocracia le falta hacer aquello que tan bien ha hecho el neoliberalismo hasta la fecha, aunque sin olvidar que una de sus fallas m¨¢s importantes ha sido su inusitada tendencia a vender humo. No se trata por tanto de crear imagen, al menos no solamente; se trata de dar contenido y luego ver c¨®mo se puede traducir ese contenido en un lenguaje f¨¢cilmente accesible para todos. Al menos en este caso, el orden de los factores s¨ª que altera el producto. La primera recomendaci¨®n ser¨ªa no empezar la casa por el tejado.
Yendo a los contenidos, habr¨ªa que empezar, precisamente, por revisar las ideas socialdem¨®cratas en relaci¨®n con las virtudes del mercado. Lo que estamos viendo en los ¨²ltimos meses muestra, m¨¢s que demuestra, que quiz¨¢ la socialdemocracia haya "arrojado al beb¨¦ junto con el agua de la ba?era", por emplear la gr¨¢fica expresi¨®n inglesa, al haber renunciado a algunos de los postulados originales de su ideolog¨ªa, abrazando, conm¨¢s intensidad quiz¨¢ de la debida, al mercado.
El abrazo al que me refiero tiene adem¨¢s fecha de inicio: noviembre de 1989, a?o en el que cae el Muro de Berl¨ªn. En ese momento deja de estar de moda que la socialdemocracia hable de intervenci¨®n de los mercados. De golpe y porrazo, lo antiguo era ser intervencionista, lo moderno era el mercado. El mercado se convierte en una especie de mantra budista para la socialdemocracia, tan ocupada como estaba por evitar ser tachada de rancia y anticuada. Pero es probable que en ese proceso haya acabado siendo m¨¢s papista que el propio papa. Afront¨¦moslo con valent¨ªa: en determinados ¨¢mbitos econ¨®micos (subrayo para que se me entienda bien: en determinados ¨¢mbitos econ¨®micos) no basta con regular y supervisar la acci¨®n de los agentes econ¨®micos. En algunos sectores, es la participaci¨®n directa del Estado lo ¨²nico que puede dar una mayor dosis de seguridad de que se atender¨¢ al inter¨¦s general. Cuando el Estado deja de ser protagonista directo de la actividad econ¨®mica, y se convierte en un mero espectador, pierde informaci¨®n sobre lo que est¨¢ ocurriendo en el mercado, as¨ª como capacidad de correcci¨®n de sus fallos. Es esa implicaci¨®n en determinados ¨¢mbitos econ¨®micos lo que puede dar herramientas para equilibrar los problemas de asimetr¨ªa de informaci¨®n y de capacidad de actuaci¨®n, lo que puede en definitiva dar mayores garant¨ªas (nunca plena seguridad) de que las cosas se har¨¢n como deben hacerse.
El segundo reto es volver a situar el principio de igualdad en el mismo coraz¨®n de la socialdemocracia, en sus valores, y en su discurso pol¨ªtico. Creo que la forma en la que a veces se ha resuelto la tensi¨®n existente entre igualdad y libertad no ha sido la m¨¢s adecuada. El "soy socialista a fuer de liberal" de Indalecio Prieto parece haberse interpretado por algunos en el sentido de que el principio de igualdad funciona fundamentalmente como instrumento para alcanzar el verdadero fin de la socialdemocracia, que es conseguir mayores cotas de libertad. Sin embargo, la igualdad no puede ser siempre y ¨²nicamente una herramienta al servicio de otros valores superiores, y en particular de la libertad. Es en muchas ocasiones un fin en s¨ª mismo, un digno objetivo a alcanzar per se y en nombre de la socialdemocracia. Lo es, tambi¨¦n, en un sentido econ¨®mico. Porque de igual manera que nos parece leg¨ªtimo repartir por igual los costes de una crisis econ¨®mica, nos deber¨ªa parecer leg¨ªtimo repartir de forma mucho m¨¢s igualitaria sus beneficios, y para ello los ciudadanos tendr¨ªan que poder participar, en pie de igualdad, en la toma de decisiones econ¨®micas que pueden ser trascendentales para sus vidas.
El tercer eje sobre el que deber¨ªa reflexionarse es c¨®mo abordar el problema del pragmatismo. Estoy persuadido de que se presta un flaco servicio a la socialdemocracia cuando se dice aquello de "no soy un dogm¨¢tico de mi ideolog¨ªa, soy un pragm¨¢tico". Evidentemente, no hay que ser dogm¨¢tico, pero tampoco avergonzarse de tener una determinada visi¨®n democr¨¢tica del mundo. Y la socialdemocracia gana la batalla cuando es capaz de situarse en el plano de los valores. Esto, que parece un mero eslogan pol¨ªtico, tiene su explicaci¨®n. Como recuerda Barack Obama en La Audacia de la Esperanza, cuando nos volvemos pragm¨¢ticos dejamos de argumentar; cuando dejamos de argumentar, nos volvemos perezosos, y cuando nos volvemos perezosos, somos incapaces de ofrecer respuestas a los desaf¨ªos que vienen desde otros paradigmas valorativos o ideol¨®gicos. Lo hemos visto en la revisi¨®n de los consensos b¨¢sicos a la que nos ha sometido la derecha neoconservadora en buena parte del mundo, por ejemplo en Espa?a y Estados Unidos. Como la socialdemocracia ha dejado de pensar, de argumentar y de elaborar a partir de sus propios valores, como se ha vuelto "pragm¨¢tica", ha tenido dificultades para encontrar respuestas adecuadas a los desaf¨ªos de nuestro tiempo. Quiz¨¢ haya llegado el momento de ponerse a ello.
Antonio Estella es profesor de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III de Madrid.
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