Contar las vidas
Cualquier biograf¨ªa de William Shakespeare podr¨ªa ilustrar a la contra la c¨¦lebre sentencia con la que Wittgenstein cerraba su Tractatus: de lo que no se puede hablar, hay que callar. Del bardo de Stradford, como de Homero, ignoramos casi todo, hasta el punto de que hay scholars que le niegan la autor¨ªa de las obras por las que le admiramos. Y, sin embargo, raro es el a?o en que no se publiquen en Gran Breta?a un par de nuevas biograf¨ªas o ensayos biogr¨¢ficos en los que, una vez m¨¢s, vuelvan a examinarse los mismos (escasos) hechos conocidos y los consabidos (numerosos) enigmas de una existencia siempre elusiva que s¨®lo parece desplegarse satisfactoriamente en forma conjetura. Lo que no se sabe de Shakespeare ha propiciado el florecimiento de todo un folclor literario especulativo en torno a cuestiones que excitan la imaginaci¨®n popular: desde la isla familiar criptocat¨®lica en un mar reformado, hasta su tambi¨¦n elucubrada homosexualidad, pasando, desde luego, por la conspirativa "teor¨ªa oxfordiana" que atribuye la paternidad de sus obras al conde Edward de Vere.
La Universidad espa?ola, salvo excepciones, no prestigia como debiera los estudios biogr¨¢ficos, de ah¨ª que nos falten tant¨ªsimos
M¨¢s all¨¢ de las treinta y ocho piezas teatrales y del centenar y medio de poemas que le hicieron inmortal, lo que sabemos de Shakespeare es poco m¨¢s que un pu?ado de nombres y hechos articulados en torno un conjunto muy limitado de documentos y a una tradici¨®n permanentemente bajo sospecha: bautismo en Stradford (1564), casamiento con Ann Hathaway, tres (?tres?) hijos, acm¨¦ de su carrera profesional en la ¨²ltima d¨¦cada del siglo XVI, jubilaci¨®n temprana, muerte en 1616. La pen¨²ltima biograf¨ªa que se ha publicado, Soul of age: the life, mind and world of William Shakespeare (Viking), la segunda escrita por Jonathan Bate (editor tambi¨¦n de sus Obras completas), tiene la virtud de separar perfectamente el campo de los hechos del de los mitos y las suposiciones. Ley¨¦ndola he vuelto a tener la sensaci¨®n de que, al lado de la de Shakespeare, la vida tambi¨¦n elusiva de Cervantes -otro c¨¦lebre presunto gay, por cierto- se nos despliega casi con tanto detalle como la de uno de esos famosillos televisivos de los que acabamos conociendo hasta el grado de limpieza de su ropa de cama. Claro que las buenas biograf¨ªas del autor del Quijote -un escritor fundacional para una lengua con m¨¢s de 400 millones de hablantes- han sido tan escasas que ni siquiera cada sucesiva generaci¨®n ha contado con una de aut¨¦ntica referencia.
Las vidas de Shakespeare constituyen un aut¨¦ntico subg¨¦nero dentro del muy apreciado (entre los anglosajones) de las biograf¨ªas literarias. Nunca he podido sobreponerme a la envidia que experimento cada vez que me planto ante los anaqueles de la secci¨®n de biograf¨ªas de una buena librer¨ªa brit¨¢nica o norteamericana. Ni siquiera en los duros y post-barthianos a?os de la "muerte del autor" y de la "falacia intencional" esas estanter¨ªas se mostraban cortas de sabrosa mercanc¨ªa. La comparaci¨®n con el estado siempre raqu¨ªtico de la producci¨®n biogr¨¢fica espa?ola es inevitable, y no s¨®lo por culpa de la reluctancia de los editores a emprender proyectos costosos y con atractivo (supuestamente) minoritario. La inmersi¨®n en las vidas de los grandes hombres y mujeres no s¨®lo exige una importante inversi¨®n en tiempo y recursos personales, sino tambi¨¦n la consideraci¨®n de la sociedad en que se realiza y a la que se dirige el resultado. La Universidad espa?ola, salvo excepciones notabil¨ªsimas, no prestigia como debiera los estudios biogr¨¢ficos, de ah¨ª que nos falten tant¨ªsimos. Una carencia que a¨²n queda m¨¢s patente ante esfuerzos tan acabados y significativos como la nueva biograf¨ªa Vida y tiempo de Manuel Aza?a (1880-1940), de Santos Juli¨¢, uno de esos (no tan frecuentes entre nosotros) historiadores que saben comunicar, con elegancia y sentido narrativo, lo que han descubierto a lo largo de muchos a?os de investigaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.