La vida y nada m¨¢s
Un cr¨ªo detenido en el espacio desde su nacimiento es el protagonista de Quieto, un libro que, al igual que un zootropo, produce la ilusi¨®n de que el ni?o est¨¢tico se halla en movimiento. De la mano de su hijo Llu¨ªs, aquejado de par¨¢lisis cerebral, M¨¤rius Serra gu¨ªa al lector en un viaje donde la quietud convive con la agitaci¨®n, los recuerdos con el olvido, el dolor con el amor, el humor con la tragedia, la fragilidad con la resistencia, lo visible con lo invisible, lo dicho con lo no dicho. Quieto se adentra en el espacio inexplorado y estremecedor que se abre m¨¢s all¨¢ del ¨¢mbito seguro y limitado que designan las palabras. La narraci¨®n es breve, apenas 160 p¨¢ginas, pero lo no dicho ampl¨ªa el eco de lo narrado hasta lugares insospechados dentro del lector. No hay nada m¨¢s literario.
Quieto
M¨¤rius Serra
Ilustraciones de Jordi Rib¨®
Anagrama. Barcelona, 2008
246 p¨¢ginas. 15 euros
Quiet
M¨¤rius Serra
Empuries. Barcelona, 2008
128 p¨¢ginas. 15 euros
Quieto no es un diario, aunque sea autobiogr¨¢fico. El relato cubre los siete primeros a?os de Llu¨ªs Serra, a quien todos llaman cari?osamente Llullu. "Llu¨ªs naci¨® con una grave encefalopat¨ªa que la ciencia neurol¨®gica a¨²n no ha sido capaz de definir. La terminolog¨ªa m¨¦dica no pasa de encefalopat¨ªa no filiada; el lenguaje popular se las apa?a con la f¨®rmula, bastante m¨¢s clara, de par¨¢lisis cerebral, y el lenguaje administrativo lo eval¨²a como discapacitado con grado de disminuci¨®n del 85%". El autor utiliza peque?os episodios para hablar de la vida con Llullu: fogonazos de la memoria, como instant¨¢neas en un ¨¢lbum fotogr¨¢fico que, sin embargo, poseen un asombroso efecto din¨¢mico.
Quieto no es un libro de autoayuda, aunque su autor muestre una actitud admirablemente positiva frente a la devastadora desesperaci¨®n que describ¨ªa el Nobel japon¨¦s Kenzaburo O¨¦ en Una cuesti¨®n personal, donde narraba el nacimiento de su hijo Hikari con un problema cerebral y su atormentada indecisi¨®n sobre dejarlo morir. M¨¤rius Serra no elude el drama, pero evita cuidadosamente el sentimentalismo y acude a la iron¨ªa, el sarcasmo y el humor (negro) como contrapesos: el anciano que se arrodilla junto a la silla de su hijo para rezar a voces en un restaurante de carretera canadiense, la desesperada invocaci¨®n a Dios en el Vaticano que corta el olor que asciende repentinamente del pa?al de Llullu, la visita a Eurodisney, donde "un cronopio tan radical como el Llullu" se convierte en un vip que sube a las atracciones salt¨¢ndose las largas colas, la obstinada "teolog¨ªa de la liberaci¨®n" de la medicina alternativa frente a la ortodoxia m¨¦dica, las referencias a su hijo como "un campe¨®n de las disfunciones" o "un absentista del ¨¦xito"...
La literatura, al igual que la vida, es un juego muy serio, y M¨¤rius Serra es un excelente jugador. Uno de los episodios de Quieto describe la visita que realiza toda la familia al Museo de la Ciencia de Vancouver. Carla, la hermana mayor de Llullu, se enfrenta a ¨¦l en una partida donde gana quien m¨¢s relajado se encuentra. Ambos llevan unas cintas azules conectadas a una m¨¢quina que traslada la actividad cerebral a una bola situada sobre una mesa. Quien menos se relaja atrae la bola. El triunfo de Llullu sobre su hermana, su madre y su padre es absoluto. "Mientras su madre le fotograf¨ªa del derecho y del rev¨¦s con la cinta en la cabeza, Carla y yo le proclamamos campe¨®n mundial de la relajaci¨®n, vago mayor del reino y otros t¨ªtulos que nos inventamos a gritos (...). Desde que se fund¨® este magn¨ªfico museo de la ciencia, pocas veces lo debe de haber visitado alguien capaz de reducir la actividad cerebral a un nivel tan bajo". Es un suceso tan leve como dram¨¢tico. As¨ª se narra Quieto.
Como los grandes deportistas, que superan las lesiones con la disciplina aprendida durante sus intensos entrenamientos, Serra remonta el sufrimiento mediante la agilidad adquirida con los juegos de palabras a los que se ha dedicado toda su vida. Ludoling¨¹ista, autor de numerosos ensayos, premiados libros de narrativa y miles de crucigramas, Serra es fundador de un pa¨ªs, Verbalia, cuya divisa es: "Jugar, leer, tal vez escribir". Durante muchos a?os ha llevado las fichas del scrabble en los bolsillos, haciendo y deshaciendo frases, atento a nuevos hallazgos verbales. Por el juego sabe del car¨¢cter parad¨®jico de la vida, y as¨ª, ¨¦l, un prestidigitador del lenguaje, no duda en afirmar que su hijo, incapaz de hablar, re¨ªr o comunicarse, es su espejo. Serra, experto en ingenios tales como logogrifos, pal¨ªndromos, contrapi¨¦s, bifrontes o paronomasias, sabe que no hay ling¨¹ista m¨¢s revolucionario que Llullu, capaz con su mero silencio de subvertir los verbos. "Los tiempos verbales pierden sentido, porque ayer, hoy y ma?ana son y no son lo mismo. Momentos. Antes y ahora. Siempre".
Quieto, cuya portada ilustra un montaje fotogr¨¢fico de Llullu corriendo, es un libro lleno de paradojas. Cuanto m¨¢s quieto Llullu, mayor es la agitaci¨®n que le rodea -hospitales, escuelas especiales, el traj¨ªn de la silla...-. Cuanto m¨¢s vulnerable, m¨¢s invulnerables se hacen sus padres. Cuanto m¨¢s silencioso, mayor es su presencia. Cuanto m¨¢s inexpresivo, m¨¢s claramente refleja a aquellos que le observan. Y si Llullu es el espejo en donde se miran sus padres, Quieto es el espejo que Serra tiende al lector para que se contemple y vea lo que estaba ah¨ª sin saberlo: una zona en penumbra, m¨¢s all¨¢ de las palabras, que contiene aquella en la que nos movemos. Una vasta realidad abarcadora, y no al margen. Otro espacio y otro tiempo.
En Quieto hay gui?os a otros artistas como Pau Riba, autor de la canci¨®n L'home est¨¤tic, o al escritor Georges Perec en el juego entre el recuerdo y el olvido de las p¨¢ginas finales. Pero, entre toda la literatura existente sobre hijos con discapacidades, Una cuesti¨®n personal es la ¨²nica obra que Serra cita. De ella afirma que es la obra maestra de Kenzaburo O¨¦. Es muy posible que tambi¨¦n Quieto se convierta en la obra de referencia de M¨¤rius Serra. Hay sucesos ¨ªntimos de los que s¨®lo se puede hablar una vez. El propio autor se refiere al car¨¢cter irrepetible de esa perturbadora forma art¨ªstica que a veces adquiere el dolor a trav¨¦s de un episodio protagonizado por su hija Carla, pues fue ella la primera en convertir a Llullu en sujeto literario. La ni?a gan¨® los juegos florales de la escuela con una redacci¨®n, El Llu¨ªs t¨¦ una malaltia. En vista del ¨¦xito, al curso siguiente volvi¨® a presentarse con otra narraci¨®n protagonizada por su hermano, pero en esa ocasi¨®n ni siquiera la seleccionaron.
Al final, ficci¨®n y realidad se unen: el deseo que formul¨® una noche M¨¤rius Serra al ver correr a otros ni?os se cumple. Llullu, cuya par¨¢lisis no le permite ni tan siquiera sostener la cabeza, se lanza a la carrera. Y corre tanto que, cuando el lector cierra el libro, el ni?o est¨¢tico marcha a toda velocidad hacia su coraz¨®n, salvado para siempre por su padre del olvido.
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