?La calidad de las humanidades?
Hay asuntos que parecen gremiales y, sin embargo, tienen consecuencias en el conjunto de la sociedad. As¨ª ocurre con las mediciones de calidad de la investigaci¨®n, concretamente, en el ¨¢mbito de las Humanidades, que merecen un debate amplio.
Medir parece cosa de cantidades y, sin embargo, desde hace alg¨²n tiempo la obsesi¨®n por la medida se ha trasladado a la calidad. Se mide la calidad de la vida, de las democracias, del quehacer empresarial y de las instituciones educativas en sus distintos niveles. Y en el caso de la Universidad, se aplica el ¨¢baco a los centros, pero tambi¨¦n a la actividad de los profesores, sobre todo la investigadora, que es a la que me quiero referir.
Los resultados de tales mediciones son del mayor inter¨¦s, sobre todo en dos casos: la acreditaci¨®n para desempe?ar tareas docentes, como contratado o como funcionario, y el reconocimiento de sexenios de investigaci¨®n. La acreditaci¨®n es el filtro por el que deben pasar los futuros profesores, cosa crucial en la vida de un pa¨ªs; los sexenios suponen un peque?o aumento econ¨®mico, pero sobre todo un mejor bagaje para la acreditaci¨®n, el emeritaje y para obtener un cierto reconocimiento, importante en la vida de un profesional.
Es necesario un amplio y serio debate sobre la evaluaci¨®n de las investigaciones
Claro que los ¨¢bacos nunca pueden medir la val¨ªa. Miden lo que miden, y con los actuales criterios Ortega o Zubiri no tendr¨ªan ning¨²n sexenio ni habr¨ªan sido acreditados. Pero cada cual es hijo de su tiempo y desde hace unos a?os la calidad se mide por la cantidad en los casos que comentamos, por eso ser¨ªa preciso discutir al menos dos cosas: si tiene que ser as¨ª y, si no queda otro remedio, cu¨¢les han de ser los par¨¢metros para ajustarse lo m¨¢s posible a lo que se pretende evaluar. Una vez decididos los criterios, si eso llega, han de ser muy claros, para que ni los evaluadores topen con dificultades excesivas ni los candidatos se encuentren en una situaci¨®n de inseguridad evaluativa. Porque una cosa es la aplicaci¨®n prudencial de unos criterios claros a los casos concretos, otra bien distinta, la loter¨ªa, que cuando cuenta demasiado da en arbitrariedad.
El asunto se complica al buscar par¨¢metros para las Humanidades. Y no porque no haya en ese campo trabajos de mayor o menor calidad, o porque no exista posibilidad de evaluaci¨®n, sino porque, en aras de la simplificaci¨®n, siempre perversa, se aplica en ellas el mecanismo expeditivo que naci¨® en el mundo de las "ciencias duras", y no vale para estas otras formas de saber. Una traslaci¨®n que se repite con frecuencia en planes de estudios o en proyectos de investigaci¨®n, como si no hubiera m¨¢s racionalidad que la de las "Naturalidades", como les llam¨® Ortega.
Miden las Naturalidades la calidad de su investigaci¨®n m¨¢s por los art¨ªculos publicados en las llamadas revistas de impacto que por los libros. Quien logre situar en ellas un trabajo parece dar por demostrada su calidad. Nacen con ello los ¨ªndices de revistas de impacto, en los que debe posicionarse cualquier revista que quiera recibir buenos art¨ªculos, porque mal podr¨¢ acreditarse o ver un sexenio reconocido quien publique en las revistas peor situadas en el ranking, con lo cual el efecto Mateo se ceba en la investigaci¨®n. A las revistas m¨¢s valoradas, los trabajos mejores se les dar¨¢n, y a las otras, los restantes.
Claro que las cosas no son tan simples, y algo se ha escrito sobre estafas en revistas de ¨¦lite y sobre la necesidad de entrar en una trama social para publicar en ellas. Pero esas denuncias s¨ª que han tenido poco impacto, porque el mundo de las ciencias duras y de saberes cercanos, como la l¨®gica, han entrado en esa deriva, al parecer sin remisi¨®n, y han contagiado a las Humanidades, cuando es ¨¦ste un ¨¢mbito del saber bien distinto.
El historiador o el fil¨®sofo que tienen algo importante que decir, am¨¦n de escribir art¨ªculos, necesitan expresarlo en un libro, o en varios. El progreso en esos saberes requiere la base de una concepci¨®n bien explicitada y no un apunte conciso, por eso quien en la edad madura no ha sido capaz de escribir un libro de su cosecha ya ha demostrado suficientemente su esterilidad. Tal vez por esa raz¨®n las revistas correspondientes no se han afanado por "situarse bien" en los rankings, sobre todo en los extranjeros, a lo cual se suma la diversidad de valoraciones que reciben las mismas revistas en los distintos ¨ªndices.
En el extremo opuesto se encuentran los localistas, los que publican s¨®lo en revistas de su universidad, en aquellas de cuyo consejo de redacci¨®n son miembros, o en instituciones dispuestas a publicar cualquier cosa. Cuando lo cierto es que un investigador ha de esforzarse por llegar m¨¢s all¨¢ de su localidad y sus amistades y dejarse medir por otros m¨¢s exigentes. Pero tambi¨¦n los evaluadores han de saber que en el campo de las Humanidades los investigadores de calidad escriben, sobre todo, buenos libros.
Ante esta Babel de criterios es urgente un amplio y serio debate sobre c¨®mo evaluar la calidad de la investigaci¨®n en Humanidades que reduzca al m¨ªnimo la inseguridad evaluativa.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia y directora de la Fundaci¨®n ?TNOR.
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