Gestionar la crisis
Si no fuera porque esto de la crisis va en serio, y adem¨¢s hace mucho fr¨ªo, el panorama nacional podr¨ªa equipararse a uno de esos reality shows de la cadena amiga. Vean, si no; por una parte el Gobierno central anunciando medidas multimillonarias, un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n, haciendo gala de un voluntarismo que resulta ya tan bienintencionado como insuficiente. Y por otra, las comunidades aut¨®nomas silbando para otro lado, como si la cosa no fuera con ellas. No me negar¨¢n que, con casi todas las competencias de la econom¨ªa real en sus manos, incluyendo una buena parte de las entidades financieras, resulta m¨¢s que admirable conseguir que el foco de atenci¨®n se sit¨²e en cualquier parte menos en ellas.
Es verdad que todo el mundo parece estar movilizado en la Meseta. Recientemente, hasta el Ministerio de Industria, que ni estaba ni se le esperaba. Y sin embargo, en la pr¨¢ctica, nadie percibe todav¨ªa el impulso benefactor (como lo demuestran entre otras cosas el aumento imparable de los concursos de acreedores o el crecimiento de las cifras de desempleo). La raz¨®n de que ello sea as¨ª es bastante simple: las estructuras administrativas, dise?adas para gestionar los asuntos p¨²blicos en ¨¦pocas de normalidad, se muestran altamente ineficientes para afrontar situaciones de emergencia como la actual. En consecuencia, las ayudas prometidas no solo es que llegan demasiado tarde, es que adem¨¢s tienden a hacerlo totalmente desvirtuadas.
Cada vez est¨¢ m¨¢s claro, por tanto, que en la gesti¨®n de esta crisis ha faltado desde el principio un ¨®rgano t¨¦cnico ad hoc, consensuado en el Parlamento y con suficiente capacidad de decisi¨®n, para garantizar la eficacia de las medidas previamente acordadas en la esfera pol¨ªtica.
Si el Gobierno y el ICO, por ejemplo, quieren que bancos y cajas normalicen el cr¨¦dito a empresas y familias, ello no se va a conseguir con la mera creaci¨®n de un fondo especial en este organismo, dejando la ¨²ltima decisi¨®n en manos de unas entidades financieras poco interesadas en otra cosa que no sea la de reducir la extraordinaria carga de deuda de sus balances. No es que haya que desplegar una banca p¨²blica en paralelo, pero s¨ª al menos arbitrar los procedimientos adecuados para alcanzar los fines propuestos. Alguien deber¨ªa hacerlo.
Si el Ministerio de Trabajo quiere paliar el impacto de la crisis sobre el paro ya deber¨ªa haber pactado con sectores y empresas la reducci¨®n coyuntural de las cargas sociales ligadas al salario, u otras medidas similares, a cambio de acortar la cifra de despidos. Y alguien tiene que velar a continuaci¨®n porque los acuerdos se cumplan. Si a los ministerios de Industria e Innovaci¨®n se les asign¨® la responsabilidad de propiciar el cambio hacia un nuevo modelo productivo, ya debieran haber preparado desde hace meses, junto con los sectores industriales, todas aquellas acciones estructurales imprescindibles para competir de otra manera cuando la tormenta amaine. A estas alturas por tanto lo que tendr¨ªan que estar haciendo no es elaborar planes, sino ejecutarlos. Y as¨ª sucesivamente.
Y ahora, para acabar de arreglarlo, se habilita un presupuesto extraordinario para que sea gestionado por los ayuntamientos como a estos les venga en gana. Ya solo falta que tambi¨¦n inyecten dinero en esos entes clientelares en s¨ª mismos que son las diputaciones provinciales para que el c¨ªrculo del desprop¨®sito se complete. O sea que no s¨¦ si es peor la crisis propiamente dicha o la incompetencia con que ¨¦sta se est¨¢ manejando. Lamento decirlo, pero, en medio de tanta confusi¨®n, yo ya solo conf¨ªo en Obama; y, aunque me cueste admitirlo, en la vuelta de Silva al terreno de juego.
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