Respetad a mi hermana
Quiz¨¢ porque viv¨ª en propia piel su dif¨ªcil alumbramiento, quiz¨¢ porque la he visto crecer y madurar con serenidad y orgullo, es por lo que siento un cari?o muy especial por mi hermana la Constituci¨®n, con la que comparto padre desde hace 30 a?os. El d¨ªa que aprobaron la Consti yo era apenas un adolescente. Respir¨¦ aliviado porque pens¨¦ poder recuperar un poquito del padre que la democracia me hab¨ªa arrebatado. Me sent¨ª muy orgulloso de mi flamante e ilustre hermana, aunque enseguida entend¨ª que la iba a tener que compartir con casi 40 millones de individuos m¨¢s. Sin embargo, la he seguido viviendo como algo muy propio, un hecho hist¨®rico omnipresente en la peque?a historia de mi familia.
Constituci¨®n es cooperaci¨®n, debate, negociaci¨®n, libertades, laicidad
Por todo ello, me duelen especialmente los menosprecios constantes, desde todo el arco pol¨ªtico, hacia el s¨ªmbolo -uno de los muy escasos a¨²n vigentes- de ese gran ejercicio de tolerancia, di¨¢logo y pacto que fue la Transici¨®n. Recientemente he recuperado las notas manuscritas de mi padre de los trabajos de la ponencia constitucional, un peque?o tesoro para los estudiosos y un canto al sentido profundo de la democracia. Como gusta de explicar otro de los padres de la criatura, Miquel Roca Junyent, lo importante de esta Constituci¨®n no es tanto el texto -que lo es- como la m¨²sica, la atm¨®sfera de entendimiento y superaci¨®n de las diferencias que desprende el conjunto: un gran mensaje a la sociedad y un gran gui?o a la Historia, sin duda. En las notas de mi padre se aprecia la agilidad del debate sobre las grandes cuestiones y queda patente que todos tuvieron que ceder y renunciar a algunos de sus principios sagrados. Sin cesi¨®n no hay pacto y sin pacto no hay Constituci¨®n. As¨ª de sencillo.
El s¨ªmbolo se ha convertido ahora en bien de consumo que unos y otros utilizan en funci¨®n de las estrategias pol¨ªticas cortoplacistas, del regate en corto en que se ha convertido el juego pol¨ªtico hoy en d¨ªa. El desplante de la mayor¨ªa de los portavoces parlamentarios al acto institucional de conmemoraci¨®n del 30 aniversario es un episodio m¨¢s, respuesta a su vez al ejercicio de apropiaci¨®n constitucional que hizo la derecha durante los ¨²ltimos a?os, sabedores de que la memoria es corta.
Estoy seguro de que si hici¨¦ramos una encuesta en la calle, m¨¢s de uno responder¨ªa que la Constituci¨®n la hizo el PP, si no el propio Aznar. Tal fue el esmero que pusieron en la tarea, convencidos quiz¨¢ de que as¨ª lavaban el pecado original del escas¨ªsimo apoyo que su partido matriz, Alianza Popular, hab¨ªa brindado al texto en el a?o 78. Sabido es que ese gran pacto no hubiese sido posible hoy d¨ªa con el viraje al extremo que hizo el PP en las dos ¨²ltimas legislaturas y como bot¨®n de muestra, el pat¨¦tico espect¨¢culo ofrecido con la renovaci¨®n del Tribunal Constitucional.
Lo m¨¢s ins¨®lito para m¨ª fue comprobar c¨®mo mi hermana se convert¨ªa en pretexto de legitimaci¨®n de pol¨ªticas y mensajes que poco o nada ten¨ªa que ver con el esp¨ªritu de tolerancia con que la generaci¨®n de mi padre hab¨ªa transitado por su tiempo pol¨ªtico. Constituci¨®n no es xenofobia, no es afirmaci¨®n de la propia identidad en detrimento de las otras, no es estirar del hilo de la convivencia hasta el l¨ªmite de la irresponsabilidad, no es manejar la cosa p¨²blica como si fuese privada. Para m¨ª, Constituci¨®n es todo lo contrario: cooperaci¨®n, debate, negociaci¨®n, libertades civiles, laicidad. La derecha se adue?¨® del s¨ªmbolo y lo convirti¨® en arma arrojadiza y la izquierda no ha sabido ni ha querido reaccionar, y eso me duele a¨²n m¨¢s.
La nueva izquierda no sabe qu¨¦ hacer con el pasado, atenazada entre la mitificaci¨®n de lo que pudo haber sido y lo que fue. La de nuestra democracia es la historia de un gran ¨¦xito, de un delicado ejercicio de funambulismo sin red que result¨® exitoso como pod¨ªa haber fracasado con un simple paso en falso. Conviene no olvidarlo. En casa nunca hemos sido especialmente amantes de las liturgias, pero s¨ª respetuosos con los s¨ªmbolos. En Catalu?a, el Gobierno de la Generalitat tard¨® 29 a?os en reconocer el papel de los dos ponentes de la Constituci¨®n catalanes. Cuando a mi padre le dieron la Creu de Sant Jordi, el a?o pasado, ya era tarde: la enfermedad ya le hab¨ªa nublado el conocimiento.
En su d¨ªa, el Gobierno del PP mont¨® grandes fastos y celebraciones para conmemorar los 25 a?os de la Carta Magna. Reunieron a los padres y les agasajaron, organizaron actos por todo el pa¨ªs, conscientes de la importancia de aquel momento y del r¨¦dito simb¨®lico que obtendr¨ªan. En este 30 aniversario, el Gobierno del PSOE ha elegido una celebraci¨®n de bajo, de muy bajo perfil. La izquierda ha perdido una magn¨ªfica ocasi¨®n para recuperar la iniciativa y reivindicar su papel fundamental en nuestra construcci¨®n democr¨¢tica.
Los pa¨ªses, como los individuos, tienen que saber distinguir y honrar los giros decisivos de su historia. En Espa?a, a falta de grandes gestas militares podemos conmemorar gestas de paz y de reconciliaci¨®n, y la Constituci¨®n, mi hermana, es de las m¨¢s importantes, sin duda. No la maltrat¨¦is, por favor.
Albert Sol¨¦, hijo de Jordi Sol¨¦ Tura, es cineasta y escritor, autor de Bucarest, la memoria perdida.
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