John Cale persigue en Santiago su rastro en la vanguardia del rock
El m¨²sico gal¨¦s revis¨® 40 a?os de m¨²sica sin alusiones a Velvet Underground
Ya no est¨¢ para los arrebatos de ferocidad de anta?o, pero John Cale sigue siendo John Cale. El pasado s¨¢bado, en su primer concierto en Galicia, el m¨²sico gal¨¦s dio cuenta de un repertorio que explica, por s¨ª solo, por qu¨¦ el rock era un elemento revolucionario en 1965. Y tambi¨¦n, de paso, lo dif¨ªcil que resulta encontrar propuestas divertidas -roqueras- de corte experimental.
En una actuaci¨®n lo que se dice profesional, inicio de una gira de cuatro conciertos en seis d¨ªas, el artista sexagenario se administr¨®. Retornado al rock grueso de instrumentaci¨®n tradicional desde Black acetate (2005), Cale apenas se mostr¨® personalmente, pero algo dej¨® ver entre sus propias costuras. Todav¨ªa es posible reconocer al joven brillante que dijo no a la m¨²sica seria -para disgusto de Leonard Bernstein- por puro af¨¢n de "pasarlo bien y conocer chicas". Sobre todo, vi¨¦ndole manipular los teclados.
En el inicio de su gira, Cale inst¨® al p¨²blico a delatar a los fumadores
No hubo gui?os a The Velvet Underground, y eso que el ¨²ltimo trabajo de Cale, Circus Live, incluye dos temas del grupo que cofund¨® con Lou Reed. El concierto en la sala Capitol, que registr¨® una buena entrada, fue una retrospectiva de su carrera en solitario, incluyendo caprichos de la edad. Para empezar se inst¨® al p¨²blico a delatar a los fumadores: en su actual encarnaci¨®n, Cale -como Reed- es capaz de suspender un concierto por culpa de un cigarrillo. Despu¨¦s vinieron Hello there, Heartbreak hotel y Paris 1919. Canciones referenciales de algunos de los mejores trabajos setenteros de Cale, recibidas con la solemne alegr¨ªa de manual que el p¨²blico reserva a los cl¨¢sicos modernos.
Un resumen de la vida de Cale, que llev¨® al terreno del rock los debates cultos de la m¨²sica contempor¨¢nea. Con una banda ajustada al mil¨ªmetro -guitarra Dustin Boyer, Joseph Karnes bajo y Michael Jerome a la bater¨ªa-, Cale fue alternando guitarras y teclados. Nunca discrimin¨® entre loops de sintetizador y de piano, y sigue concibiendo el minimalismo -fue alumno de John Cage y Lamonte Young- como la ¨²ltima gran censura de la m¨²sica moderna. En directo, la tensi¨®n entre el roquero venal y el genio vanguardista parece resolverse mejor cuando la intimidad es compartida. As¨ª sucedi¨® en los temas cercanos a Experiment number 1, del Caribbean sunset, uno de los ¨¢lbumes rescatables de la pesadilla que vivi¨® el artista en los 80.
Un recordatorio de los propios l¨ªmites del rock como m¨²sica avanzada, de mano de uno de los m¨²sicos que m¨¢s contribuy¨® a dilatarlos. Desatado en los teclados, a base de notas sincopadas, y recrudeciendo el folk-pop de Big white cloud, 38 a?os despu¨¦s de aquel sorpresivo, por lo tradicional, Vintage violence. La muestra de lo que vale se cerr¨® con una versi¨®n alambicada de Pablo Picasso, el tema que compuso para los Modern Lovers de Jonathan Richman. Tras noventa minutos, no hubo bises. Cale cumpli¨® sin descomponer el aura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.