Una leyenda del tebeo con un pasado
Art Spiegelman, el gran intelectual del c¨®mic, bucea en sus inicios en 'Breakdowns'
Un se?or bajito, despeinado, sin afeitar, con un enorme caf¨¦ en una mano y un cigarrillo ma?anero en la otra habla agitadamente. "?Disculpe, es usted Art Spiegelman?". El tipo se vuelve y suelta: "Los bomberos acaban de tirar abajo la puerta de mi estudio". El tal Spiegelman es, adem¨¢s de un tipo en apuros, uno de los grandes dibujantes de c¨®mics de todos los tiempos. Y ¨¦ste, el sorprendente arranque para de un encuentro en el Soho neoyorquino con una leyenda del tebeo. El barrio fue colonizado por artistas como Spiegelman en los setenta, pero hoy quedan pocos de su gremio. Ahora lo que abunda son tiendas de grifer¨ªa de lujo, boutiques y "vecinos ricos e hist¨¦ricos". Uno de ellos ha llamado a los bomberos por una gotera. "Bueno, vayamos a mi otro estudio, al final de la calle". ?Un dibujante de c¨®mics con dos estudios en el Soho, y al precio que est¨¢ la vida en Nueva York? "Compramos hace muchos a?os, esta ciudad era otra cosa". Va apurando su caf¨¦ y su cigarrillo mientras despotrica contra las lujosas tiendas de dise?o que vamos dejando atr¨¢s "y que ojal¨¢ revienten con la crisis porque ?qui¨¦n en su sano juicio necesita un grifo de 2.000 d¨®lares?".
'Maus', tebeo sobre el Holocausto, le vali¨® un Pulitzer y marc¨® un hito
"Tras el 11-S me convert¨ª sin querer en un dibujante pol¨ªtico"
Grande de la novela gr¨¢fica, sumo sacerdote del tebeo basado en las propias experiencias, Spiegelman es tambi¨¦n el ¨²nico de su gremio que puede presumir de haber ganado un Pulitzer. Fue en 1992, por Maus, su particular ajuste de cuentas con el pasado; un ¨¢cido y duro relato de las vivencias de sus padres en los campos de concentraci¨®n nazis.
Spiegelman (Estocolmo, 1948) es enemigo de la frivolidad. Desde sus inicios como dibujante a finales de los sesenta este neoyorquino nacido en Suecia de padres jud¨ªos polacos ha tratado de dotar de denso contenido no s¨®lo a su vida sino tambi¨¦n a sus c¨®mics. Ya se notaba en sus primeros dibujos, que recopil¨® en 1978 en un libro titulado Breakdowns (crisis nerviosas) y se reedita ahora en Estados Unidos. Breakdowns cuenta con una divertida introducci¨®n de material nuevo: 12 p¨¢ginas en las que Spiegelman cuenta en vi?etas el origen de su pasi¨®n por la historieta. La obra, que Mondadori publicar¨¢ en Espa?a en febrero, navega en las inquietudes del c¨®mic underground, con su dosis de violencia y sexo, y en ella asoman preocupaciones existenciales y el germen de lo que ser¨ªa Maus.
Aquel c¨®mic doble sobre el Holocausto, de casi 300 p¨¢ginas, centrado en la experiencia biogr¨¢fica de Vladek y Anja, sus padres, supervivientes del campo de concentraci¨®n de Auschwitz, marcar¨ªa un antes y un despu¨¦s en la historia del tebeo. Spiegelman recibi¨® un Premio Pulitzer por aquel libro. Y se convirti¨® en el primer y ¨²nico dibujante de c¨®mics que ha conseguido un honor hasta entonces reservado a los verdaderos artistas. Con ¨¦l se consagraba una corriente, la novela gr¨¢fica, que tiene su propia estanter¨ªa en las librer¨ªas y t¨ªtulos de obligada lectura en las universidades. "Maus hizo que los dibujantes dej¨¢ramos de ser unos apestados y subi¨¦ramos de categor¨ªa. Nos permiti¨® dejar de ser contracultura para convertirnos en cultura".
Encadenando un cigarrillo con el siguiente, Spiegelman repasa su vida sentado en el interior de su otro estudio, en cuya puerta a¨²n dice Raw. Tal era el nombre con el que ¨¦l y su esposa Francoise Mouly, hoy directora de arte de The New Yorker, bautizaron una revista bianual de c¨®mics con la que ambos trataron de elevar el tebeo a la alta cultura. En Raw se ofrec¨ªan cuidadas selecciones de c¨®mics europeos y estadounidenses de contenido intelectual. No faltaba el humor, pero sus autores obligaban a pensar m¨¢s all¨¢ del gag inmediato. "El c¨®mic pas¨® de ser un medio de entretenimiento de masas en la primera mitad del siglo XX a una especie en peligro de extinci¨®n en los setenta. Los dibujantes del mundo underground [la corriente que arranc¨® en San Francisco con Robert Crumb a la cabeza] rompimos tab¨²es dibujando sexo y sangre, pero no hab¨ªa un p¨²blico que nos diera de comer. Lo hac¨ªamos por amor al arte y lleg¨® un momento en que entend¨ª que s¨®lo hab¨ªa una salida: hacer un pacto f¨¢ustico con la cultura o morir".
Fue Picasso quien le abri¨® los ojos. "Si hab¨ªa pintura dif¨ªcil y cine experimental respetable, ?por qu¨¦ no pod¨ªa el c¨®mic ser igual?". Breakdowns, que apenas vendi¨® cuando se edit¨® en los setenta, fue s¨®lo el principio.
El estudio en el que se incub¨® aquella revista hoy es la sede de un proyecto editorial de c¨®mics con los que ense?ar a los ni?os a leer. Adem¨¢s sirve de almac¨¦n para miles de tebeos abigarrados en sus estanter¨ªas, y para objetos queridos, como una c¨¦lebre portada enmarcada de la revista The New Yorker, con la que Spiegelman se despidi¨® de la publicaci¨®n tras el 11-S. Un gran rect¨¢ngulo negro en el que se adivinaba la silueta de las dos torres, el dibujo se public¨® poco despu¨¦s de los ataques. "Dimit¨ª porque no pod¨ªa seguir haciendo trabajo educado. Me convert¨ª involuntariamente en un dibujante pol¨ªtico, porque los atentados afectaron a mi vida. Hacer ilustraciones bonitas era incompatible".
As¨ª naci¨® el libro In the shadow of the two towers, que, como Maus, tiene una fuerte carga autobiogr¨¢fica, pero efectivamente, sirve para analizar globalmente el terror¨ªfico mundo del terror en que la Administraci¨®n de Bush sumergi¨® a Estados Unidos. "Lo publiqu¨¦ por entregas en peri¨®dicos alemanes y extranjeros. Aqu¨ª The New York Review of Books, que es, supuestamente, una voz cr¨ªtica, no se atrevi¨®. Fue una ¨¦poca horrible de autocensura la que vivi¨® este pa¨ªs tras los atentados. Por suerte, ya hemos salido de ella". The forward, una publicaci¨®n jud¨ªa y socialista, con una tirada de unos pocos miles de ejemplares, acept¨® el desaf¨ªo de la publicaci¨®n pero en realidad nadie se enter¨® de lo que hab¨ªa hecho Spiegelman hasta que edit¨® el libro en 2004.
Aun as¨ª, considera la censura mucho m¨¢s grave que la autocensura. "Mira lo que les pas¨® a tus compatriotas de la revista El Jueves. Se la secuestraron por hacer un chiste sobre el Pr¨ªncipe y encima pagaron una multa. Al menos, aqu¨ª esto no pasa".
Babelia
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