Falta liderazgo frente a la crisis mundial
Cuando Estados Unidos segu¨ªa ejerciendo de superpotencia, el d¨®lar se ca¨ªa y los Gobiernos latinoamericanos se desviv¨ªan ante la revaluaci¨®n de sus monedas. Pasaba en Brasil, en Argentina, en todas partes. Los exportadores de materias primas y alimentos no se quejaban demasiado porque sus precios volaban por las alturas, pero los fabricantes de manufacturas industriales insist¨ªan en que no pod¨ªan competir. Hasta que un d¨ªa se vino la crisis de Wall Street, se derrumb¨® la catedral del mundo capitalista y el d¨®lar comenz¨® a subir en el mundo entero. Sub¨ªa frente al euro y, naturalmente, frente a todas nuestras monedas. La sola excepci¨®n era el yen.
Desde entonces el problema se ha invertido: los Gobiernos tratan de impedir una subida brusca del d¨®lar. Es verdad que todos hab¨ªan revaluado sus monedas en funci¨®n de los fabulosos precios de sus exportaciones; en el caso contrario, la inflaci¨®n se les habr¨ªa ido a las nubes. Pero ahora, con la ca¨ªda de los precios, o ayudan a los exportadores con una devaluaci¨®n mayor, o ellos entran en crisis y paralizan la producci¨®n. Brasil -la econom¨ªa mayor de la regi¨®n- ha devaluado un 45%; M¨¦xico y Chile, aproximadamente un 28%. En Argentina, incluso, se ha llegado a que el Gobierno reclame de los bancos -coactivamente- informaci¨®n sobre qui¨¦nes compran d¨®lares y, as¨ª, organizar su apriete para que no lo hagan.
No se ve qui¨¦n est¨¢ a cargo. Se escucha un coro, no siempre bien concertado
Ahora bien, el d¨®lar no s¨®lo se reval¨²a en nuestra Am¨¦rica Latina. Tambi¨¦n ocurre sobre el euro (m¨¢s de un 15%) y la aparente paradoja no lo es. La econom¨ªa no es s¨®lo racionalidad de costos y beneficios, inversiones y rentabilidad. Incluye poderosos factores psicol¨®gicos, en los que el factor seguridad es fundamental. Ya Adam Smith hac¨ªa referencia a este aspecto en su Teor¨ªa de los Sentimientos Morales, pero m¨¢s modernamente hay economistas que han desarrollado la teor¨ªa de las expectativas, explicando las tendencias del mercado m¨¢s por lo que se espera que por aquello que se ve. Es lo que ocurre en el caso: se habr¨¢ ca¨ªdo Wall Street, pero si Estados Unidos no sale del atolladero, menos saldr¨¢ el resto.
Es lo que siente el inversor com¨²n e incluso el sofisticado operador cambiario, hoy notoriamente devaluado por los desastres de los que es parte protagonista. Se advierte que el peso de la econom¨ªa norteamericana sigue siendo decisivo y se reconoce que esa mayor flexibilidad para adaptarse a los cambios le permitir¨¢ zafarse cuanto antes. Detr¨¢s de todo, naturalmente, est¨¢ su competitividad, que nace de la modernidad de la gesti¨®n, de la r¨¢pida incorporaci¨®n de tecnolog¨ªa y de la producci¨®n innovadora, sustentada en su predominio en patentes de invenci¨®n.
Mientras tanto, nuestro escenario exhibe todav¨ªa incongruencias formidables. Cuando el secretario de Comercio argentino inspecciona mesas de cambios, en actitud polic¨ªaca, naturalmente cunde el p¨¢nico. Podr¨¢ circunstancialmente apaciguar la tendencia alcista, pero no se puede tapar el cielo con un harnero y ella recrudecer¨¢. Cuando Ecuador anuncia el default de sus intereses de deuda externa y hace p¨²blica su voluntad de reprogramaciones unilaterales de vencimientos, enciende luces rojas en muchos tableros. Ni hablemos de las se?ales venezolanas, que se suman para configurar un panorama que nos hace da?o a todos.
Es verdad que quienes tienen poder de decisi¨®n en estos temas, sea en la organizaci¨®n internacional o en la banca privada, cada vez discriminan m¨¢s. Saben bien que Brasil, por ejemplo, lleva un manejo muy serio de sus finanzas desde los tiempos de Fernando Henrique Cardozo, continuados por un Lula mimado por la derecha en raz¨®n de su moderaci¨®n y adorado por la izquierda por su origen social. Pese a todo, sin embargo, resulta dif¨ªcil para la regi¨®n latinoamericana generar una confianza hacia la inversi¨®n cuando a¨²n est¨¢ en suspenso en el mundo desarrollado.
Para enfrentar una situaci¨®n de esta naturaleza, se advierte estos d¨ªas la falta de liderazgo. Cuando hay crisis se mira hacia el Estado y los vilipendiados pol¨ªticos que lo conducen. Su protagonismo, como dice Felipe Gonz¨¢lez, ha retornado "de la mano del mercado". Y aqu¨ª nos encontramos con un Estados Unidos en tr¨¢nsito, Bush saliendo y Obama entrando, dependiente ¨¦ste de asesores que llenen su vac¨ªo de experiencia. Europa, a su vez, m¨¢s bien lenta por su estructura, ha venido acompa?ando razonablemente pero sin marcar un rumbo. Se advirti¨® en la publicitada reuni¨®n del G-20, que no ofreci¨® un rumbo claro y cierto. Dijo lo que todos ya sab¨ªamos: que no se pod¨ªa incurrir en el error de 1929 y hab¨ªa que mantener la econom¨ªa real en funcionamiento, que deb¨ªa realizarse un esfuerzo para reflotar Doha y, por supuesto, reordenar las instituciones financieras internacionales. El "qu¨¦" reun¨ªa evidente consenso antes de la reuni¨®n. Es en el "c¨®mo" donde reina la incertidumbre y all¨ª poco avance se advirti¨®.
Como dice un personaje de Carlos Fuentes en La Silla del ?guila: "Los pueblos juzgan m¨¢s por lo que ven que por lo que comprenden". Y ¨¦se es el tema. No se ve qui¨¦n est¨¢ a cargo. Se escucha un coro, no siempre bien concertado. Cuando se ajuste esa partitura, reci¨¦n comenzaremos a emprender el real camino de la salida. Por ahora, seguimos con medidas parciales, unas m¨¢s efectivas que otras, pero sin claridad sobre el conjunto.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti, ex presidente de Uruguay, es abogado y periodista.
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