Salud y libertad flamencas
Una virtud clave que debe adornar a todo periodista es la de saber preguntar (y repreguntar). Si el entrevistado sabe responder, ?eureka!, ya lo tenemos. El libro que nos presenta este averiguador empedernido llamado Miguel Mora es fruto de muchos a?os de afici¨®n flamenca y de profesi¨®n period¨ªstica. Es, por tanto, en buena parte, un trabajo de campo, de infinitos encuentros en los que Mora propone y los flamencos disponen. La labor del autor consiste la mayor de las veces, seg¨²n ¨¦l reconoce, en "entrevistarlos o al menos intentarlo", y este ¨²ltimo matiz es importante porque la peripecia es mucha. No es que los artistas se nieguen a la intervi¨², se trata m¨¢s bien de una cuesti¨®n referida a esa templanza que los caracteriza incompatible con las urgencias de los medios de comunicaci¨®n a los que Mora est¨¢ obligado por su carrera. En el gremio flamenco no existe la prisa -correr es de cobardes-. Por no existir no existen ni los relojes, que hay quien jam¨¢s hizo uso de semejante accesorio. Los conocen, pero no tienen amistad con ellos; pueden coleccionarlos pero limitan su empleo, claro est¨¢, para cuando se acerca la horita de salir a escena, que tampoco esto es un relajo: ni reloj, ni relajo. En su meollo el libro gordo de Miguel Mora, porque gordo es, resulta pues de la convivencia flamenca y ah¨ª radica uno de sus logros indiscutibles. Es en buena parte memoria de lo vivido, casi siempre con la sonrisa en los labios o a golpe de carcajada, que para el aburrimiento abundan otras esferas. El autor sabe atender, retener y elaborar lo escuchado para transmitirlo con fidelidad. Queremos resaltar el que consideramos mayor acierto del libro: la concepci¨®n de un diccionario de t¨¦rminos del cante, guitarra y baile flamencos, o afines, manufacturado por tres superh¨¦roes de las respectivas especialidades que tienen otra cosa en com¨²n: la cabeza muy bien amueblada. Enrique Morente, Eva Yerbabuena y Gerardo N¨²?ez responden, sin pegar voces, a las voces que Miguel Mora les plantea con intenci¨®n, ma?a y hasta con picard¨ªa c¨®mplice. Y los protagonistas resuelven atestiguar sin saltarse ninguna cuesti¨®n. Dando la cara, que se dice, porque hay ciertos t¨¦rminos que casi eran tab¨² -advi¨¦rtase que ya decimos "eran"-, que por prudencia se han venido obviando -en el flamenco hay que andarse con pies de plomo, porque tiran con pl¨²mbeas balas-, y aqu¨ª se definen con natural soltura y agudeza.
El diccionario 'morentiano' es recomendable para todo amante de la cultura, m¨¢s all¨¢ del inter¨¦s por el flamenco
Morente destruye mitos o, mejor dicho, pone muchas cositas en su sitio. La lectura de ese diccionario morentiano -y, por descontado, del resto- es recomendable y saludable para todo amante de la cultura, m¨¢s all¨¢ del inter¨¦s que pueda tener o no por el flamenco. Despu¨¦s de lo sentenciado por estos santones: ?a ver qui¨¦n es el listo que les dice que no?...
Est¨¢ en el gui¨®n que abundar¨¢n, ya que de todos es conocido que externamente a las filas del arte profesional flamenco -y sectores hermanos- proliferan listos que quieren saber m¨¢s que el que lo invent¨®. Pero Mora nos trae salud y libertad. Nos trae La voz de los flamencos chip¨¦n, que ¨¦se es el l¨ªo. Tras cada diccionario desfilan por las p¨¢ginas, en una colecci¨®n que recoge algunas de las mejores entrevistas contempor¨¢neas realizadas, los nombres propios: personalidades que ya no est¨¢n, como La Paquera, El Chocolate, do?a Pilar L¨®pez y sus ni?os Antonio Gades y Mario Maya, que se nos durmieron antes de tiempo; el talento magistral incomparable de Chano Lobato, Juan Habichuela, Manolo Sanl¨²car, Paco de Luc¨ªa, Manuela Carrasco, Menese, Carmen Linares, Tomatito, Merc¨¦..., y los herederos que relumbran, con Estrella Morente, Israel Galv¨¢n, Farruquito, Poveda, Mayte Mart¨ªn, Sara Baras o Juan Carlos Romero. Y queda tambi¨¦n representado el gremio de los partidarios, con quienes lo viven desde dentro, caso de Juan Verd¨², Javier Lim¨®n o, por qu¨¦ no, el amigo Mauricio Sotelo, que ha sabido conjugar el quej¨ªo con los ecos de un Luigi Nono, hasta quienes se asombran y enamoran desde el otro lado de la barrera, como Miquel Barcel¨®, la fadista Celeste Rodr¨ªguez, la bailarina de kathak Sharmini Tharmaratnam o Pedro Vidal. Ca uno es ca uno, seg¨²n sentencia el pueblo, y entre todos aportan la necesaria visi¨®n caleidosc¨®pica de un g¨¦nero de por s¨ª plural dado su car¨¢cter individualista. La guinda la ponen las m¨¢s de cien im¨¢genes firmadas por primeros espadas de la mirada flamenca: Ren¨¦ Robert, Paco Manzano, Colita...
Dos partes diferenciadas agrupa la obra de Mora. Para empezar, lo hasta aqu¨ª rese?ado, el presente, que es donde salvo excepciones la literatura flamenca ha venido haciendo aguas. A modo de complemento sigue en La voz de los flamencos una visita al pasado, porque la gente quiere saber de d¨®nde venimos. Teniendo que desechar la idea de recurrir a las psicofon¨ªas, por ser un m¨¦todo que da yuyu, Mora acude a las investigaciones ¨²ltimas y m¨¢s contrastadas para componer la historia seg¨²n su parecer. Y le parece que hay que arrancar en aquel momento en que "los tartesios inventan la siesta", un siglo antes de que los fenicios echen al mar el farol que a¨²n encendido pesc¨® Peric¨®n -cap¨ªtulo tambi¨¦n recogido en el volumen-, y as¨ª, pasando por Ziryab, los viajeros rom¨¢nticos, los caf¨¦s de cante, los antiflamenquistas..., hasta llegar al nefasto a?o 1992 en que Camar¨®n dijo 'Oma¨ªta m¨ªa, ?qu¨¦ es lo que me pasa a m¨ª?".
Desaconsejada la psicofon¨ªa surge oportuna la hemeroteca. As¨ª Miguel Mora atestigua el que llamar¨ªamos reino mundial de la danza flamenca, creado desde Nueva York por el empresario Sol Hurok. Fue cuando el planeta se asombr¨® con los nombres de La Argentina, Vicente Escudero, Carmen Amaya o Antonio el Bailar¨ªn. Acude a los art¨ªculos de la revista Time, los traduce y nos informa, glorificando esta segunda parte. No se pierdan la cr¨ªtica de Los Tarantos -y su remate- o las noticias sobre el fulgor y la muerte neoyorquinas de La Argentinita.
La voz de los flamencos es un libro del presente para intuir el futuro. Una pieza que ayudar¨¢ a zanjar el eterno lastre que puso de manifiesto El Gran Wyoming cuando present¨® en 2002 el disco de El Cigala en el Teatro Real: "El flamenco, queridos amigos, sigue a d¨ªa de hoy luchando por su normalizaci¨®n. ?Por qu¨¦ todo el mundo sabe lo que es un twist, un blues, un rock&roll, un reggae, y no sabe lo que es una buler¨ªa? ?ste es el dato que tenemos que analizar en profundidad. El flamenco es una cosa que est¨¢ aqu¨ª, entre nosotros; disfrut¨¦mosla, goc¨¦mosla, seamos testigos privilegiados y, como tales, encumbr¨¦monos por encima de esa mediocridad ambiente, queridos amigos".
Ah, se nos olvidaba, tambi¨¦n La voz de los flamencos es un libro que habla. Mejor dicho, que canta. Es un libro musical que m¨²sica regala; m¨²sica de verdad, de la buena. El ced¨¦ que acompa?a, recopilado con o¨ªdo diestro y escoltado de oportuna gu¨ªa de escucha, acumula nombres y momentos legendarios, partiendo hace un siglo, en 1909, con el lamento seguiriyero de Manuel Torre, seguido de aquel tit¨¢n que fue don Antonio Chac¨®n y la impar Ni?a de los Peines, para marcar el punto y seguido en 2008 con unos tientos de Enrique Morente y Pepe Habichuela, otra impar pareja. Y est¨¢n Caracol y Miles Davis, Carmen Amaya y La Argentinita, Peric¨®n, Matrona y Bernardo, El Torta y La Macanita, Mayte Mart¨ªn y Estrella, Carmen Linares con Gerardo N¨²?ez, Poveda, el t¨ªo Chano y el Camar¨®n eterno. -
La voz de los flamencos. Retratos y autorretratos. Miguel Mora. Fotos de Ren¨¦ Robert, Paco Manzano, Jo?o Pina, Jer¨®nimo Navarrete, Pepe Lamarca, Colita, entre otros. Incluye un CD con 20 temas. Siruela. Madrid, 2008. 440 p¨¢ginas. 68 euros.
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