La ciudad bajo asedio
S¨ª, lo siento. Otra vez toca tratar del tema de las salas que acogen m¨²sica en directo, especie bajo ataque. Que asunto m¨¢s enojoso ?verdad? Y sin embargo, urge insistir antes de que sea demasiado tarde. La reciente ofensiva del Ayuntamiento de Madrid contra los locales nocturnos parece contar con el benepl¨¢cito de muchas mentes simples, de esas que ven el mundo en blanco y negro: "pues si no tienen los papeles en orden, que los clausuren".
No es tan sencillo. La consecuci¨®n de los permisos para actividades nocturnas tiene algo de carrera de resistencia: el sistema est¨¢ organizado de tal manera que los clubes siempre quedan en la cuerda floja, a merced de cualquier incidente de esos que copan las p¨¢ginas de sucesos. Igual m¨¦todo que tantos regimenes totalitarios: toleran los trapicheos de sus s¨²bditos, conscientes del poder discrecional que les otorga la artiller¨ªa represiva.
Se requieren horarios generosos: los conciertos no dan dinero
Somos muchos los que creemos que el rock, el jazz y m¨²sicas similares necesitan locales de tama?o peque?o o medio, donde se pueda disfrutar de grupos o solistas en situaci¨®n relajada, con una copa en la mano y sin estar atado a un asiento. Locales de iniciativa privada, que merecen contar con la comprensi¨®n municipal e incluso m¨¢s (?exenciones fiscales?). Forman parte del tejido cultural de cualquier ciudad y deber¨ªan ser mimados, no perseguidos. Y existe persecuci¨®n: ah¨ª est¨¢ el disparate de polic¨ªas municipales madrile?os inspeccionando las bolsas de los dj, buscando ?discos piratas!.
Un dato a masticar: la m¨²sica en directo no resulta muy rentable. De ah¨ª que la ecolog¨ªa de los clubes de aforo modesto requiera horarios generosos, para hacer caja cuando no hay m¨²sica en el escenario. Aqu¨ª ya chocamos con los conceptos catetos de algunos ayuntamientos espa?oles, que ven una radical imposibilidad de conjugar actuaciones y baile en un mismo espacio.
Estos d¨ªas, se han publicado en la prensa estadounidense extensos obituarios de Elmer Valentine. Un vividor: polic¨ªa corrupto en Chicago, se redimi¨® en Los ?ngeles como audaz empresario de la noche, gran catalizador del rock californiano gracias a locales como el Roxy y el Whisky a Go Go. Este ¨²ltimo, sobre todo: de los Doors a Guns N' Roses, todo el rock peligroso pas¨® por aquel antro de Sunset Boulevard.
No fue f¨¢cil. En 1966, hubo violentos choques entre los j¨®venes que acud¨ªan al Sunset y los temidos polic¨ªas de Los ?ngeles, que pretend¨ªan vaciar las calles. De fondo, una operaci¨®n inmobiliaria que quer¨ªa transformar aquello en una zona de oficinas. De la confrontaci¨®n, por cierto, surgi¨® una canci¨®n inmortal: For what's worth, de Buffalo Springfield.
La intenci¨®n original de Valentine, un franc¨®filo, era montar una discoth¨¦que, como las que se estilaban en Par¨ªs; de hecho, se le atribuye el invento de las go-gos. Pero abri¨® sus puertas a la infinidad de grupos que proliferaban por Los ?ngeles en los sesenta. All¨ª actuaron, a veces coincidiendo en el mismo d¨ªa, The Byrds, Love, The Turtles, The Mamas and The Papas, The Mothers of Invention, Sonny & Cher, The Seeds, Captain Beefheart. En nuestro entorno, el Whisky a Go Go hubiera sido imposible: o discoteca o conciertos, habr¨ªan gru?ido los funcionarios.
En EEUU, muere Elmer Valentine y encabeza la lista de necrol¨®gicas en The New York Times y otros peri¨®dicos alejados de Los ?ngeles. En Espa?a, hubiera sido criminalizado. Y no s¨®lo por las lumbreras municipales. Hace unos a?os, el propietario de Rock-Ola, Jorge Gonz¨¢lez, empez¨® a escribir sus memorias. Aparte de las 1.500 noches de Rock-Ola, ten¨ªa muchas revelaciones sobre la vida golfa madrile?a durante la d¨¦cada de los setenta.
En su nombre, habl¨¦ con diferentes editoriales. Ninguna manifest¨® inter¨¦s: todo lo m¨¢s, quer¨ªan otro libro t¨®pico sobre la "movida madrile?a". Ignoraban que bastantes de las grandes historias de la movida y la premovida estaban entre bambalinas. Y all¨ª siguen.
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