La lecci¨®n griega
La revuelta que estall¨® en Atenas tras la muerte de un escolar ha mostrado errores comunes a otros pa¨ªses: una clase pol¨ªtica ineficiente y un sistema universitario caduco. El componente ¨¢crata ha sido lo espec¨ªfico
Atenas, toda Grecia, ha reventado. La tierra y los hombres que inventaron la democracia han estallado de consternaci¨®n colectiva despu¨¦s de a?os de crecimiento y bonanza en una Europa aparentemente m¨¢s segura. La muerte de Alexandros, un escolar quincea?ero, fue la gota de agua que colm¨® el vaso, generando por doquier una violencia destructora que ha escapado de las manos no s¨®lo del Gobierno, sino del propio sistema. ?Se ha quedado Grecia "sin Estado", tal como Le Monde titulaba hace unos d¨ªas un editorial?
Ni los hechos, ni el contexto en el que se han producido los acontecimientos de esta ¨²ltima semana nos son ajenos, como no lo son algunos m¨¦todos que se han empleado en la lucha antisistema y que se revelan poco eficaces y puramente destructivos. Tampoco nos resultan ajenas las reacciones ante la ausencia de futuro para nuestros j¨®venes, ante la crisis econ¨®mica generalizada, ante la creciente exclusi¨®n social o ante la falta de vitalidad de nuestras instituciones educativas. Todas estas cuestiones forman parte del signo com¨²n de los tiempos y de los pa¨ªses en que vivimos.
Los j¨®venes se sienten herederos de los sucesos que acabaron con el 'r¨¦gimen de los coroneles'
Ha sido una protesta antisistema irresponsable, violenta y desprovista de cualquier significado
Los hechos de estos d¨ªas, precedidos de largos meses de descontento generalizado, deber¨ªan constituir para todos, y seguramente para nuestro pa¨ªs -en particular en el terreno educativo y universitario-, una gran lecci¨®n. En primer lugar, una buena lecci¨®n que procede m¨¢s de un grito que de una palabra: esa gran movilizaci¨®n de j¨®venes, muchos de ellos quincea?eros, con ansias de convertirse en h¨¦roes m¨ªticos. Ante la apat¨ªa de las ¨²ltimas d¨¦cadas, estos j¨®venes han sabido generar -y de modo fatal tras el homicidio de Alexandros- una complicidad social inmensa, arrastrando con ellos a los universitarios.
Junto a ¨¦sta, est¨¢ tambi¨¦n una lecci¨®n terrible, la del uso de una violencia sin l¨ªmites, innecesaria cuando el grito ya ha sido o¨ªdo por todos. V¨¦ase esta gran paradoja: el mismo d¨ªa en que el polic¨ªa se volvi¨® contra el escolar en medio de una manifestaci¨®n en plena democracia y con balas aut¨¦nticas le traspas¨® (?por error?) el pecho, la joyer¨ªa de la madre de Alexandros en pleno barrio de Kolonaki -equivalente a los barrios de Salamanca o de San Gervasio de Madrid y Barcelona, respectivamente- era asaltada por esos mismos chicos. ?Podemos imaginar mayor contrasentido?
?Cu¨¢l es el tel¨®n de fondo que ha propiciado este estallido de violencia? En primer lugar, y antes que nada, la existencia de una clase pol¨ªtica totalmente distanciada del ciudadano. El Gobierno -pasivo, herm¨¦tico- ha generado un clientelismo que no ha hecho sino agrandar la fractura social entre ¨¦lites y clase dirigente y el pueblo, en el que hay que incluir a una gran clase media y a la peque?a burgues¨ªa. Ha sido, adem¨¢s, un Gobierno de corrupciones y esc¨¢ndalos econ¨®micos continuos, como el que se conoci¨® hace poco entre un miembro del Gobierno y su familia y el monasterio de Vatopedi, en el intocable Agion Oros -Monte Athos-, que ha producido secuelas importantes en la omnipresente Iglesia ortodoxa griega, inmensa fuente de votos del partido en el Gobierno. En el otro lado lo que existe es una oposici¨®n endeble y posibilista, poco ambiciosa, cansada y desconfiada, con una izquierda comunista dividida internamente, en particular en estos d¨ªas en que las distintas facciones se han acusado mutuamente de provocar las manipulaciones violentas de los encapuchados (los koukouloforoi), que han dirigido las acciones destructoras. Una clase pol¨ªtica, en definitiva, descre¨ªda e incapaz de salvaguardar el orden p¨²blico mediante el buen funcionamiento de las instituciones del Estado.
En segundo lugar, unas reformas educativas pol¨¦micas, en las que no han participado ni han sido aceptadas por maestros, padres y alumnos. Lo que existe en Grecia es un sistema universitario p¨²blico inamovible e incapaz de garantizar ni el m¨¢s m¨ªnimo acceso profesional a sus egresados, enfrentado a la ense?anza privada -que ahora se pretende formalmente autorizar pero que lleva ya tiempo muy presente en la sociedad griega, sobre todo la relacionada con Estados Unidos-. Unos estudiantes masificados en una universidad p¨²blica con a¨²n menos medios que la nuestra, y en la que tambi¨¦n se eternizan los j¨®venes sin futuro alguno, obligados a permanecer en la casa paterna por la carest¨ªa de la vida y de la vivienda hasta ser treinta?eros, cuando podr¨¢n pasar a una vida profesional precaria (ni siquiera como mileuristas, en todo caso como ochocientoseuristas).
En tercer lugar est¨¢n una burgues¨ªa y un pueblo, curiosamente, hiper-nacionalistas y demo-¨¢cratas -palabra inventada por un buen amigo griego durante estos d¨ªas-. ?C¨®mo puede entenderse, en fin, este conjunto de cualidades aparentemente incompatible? El nacionalismo griego que forj¨®, con la ayuda occidental, el nuevo Estado en 1830 tras la guerra de la independencia frente a los turcos -Lord Byron est¨¢ enterrado en Missolonghi, muy cerca de Lepanto- permanece inamovible. Pero ese nacionalismo, en un Estado geogr¨¢fica y geopol¨ªticamente dif¨ªcil, es a la vez m¨¢s y menos que un Estado moderno. ?C¨®mo puede Grecia encajar el enorme patrimonio inmaterial que nos ha dado al mundo? Con un inmenso sentimiento nacional, con una lengua y una Iglesia propia y diferenciada, y con una democracia institucionalizada y, por suerte, solvente como ha venido demostrando durante largos periodos de su historia. En cuanto al concepto de demo-acracia, el pueblo griego se ha caracterizado siempre por su resistencia y su desconfianza en la clase pol¨ªtica -los Karamanlis, los Papandreu, los Mitsotakis, padres e hijos, t¨ªos y sobrinos-, la ha transformado en acracia personal y colectiva, pasto estos d¨ªas de acciones anarquistas y antisistema sumamente violentas.
Ha sido la burgues¨ªa la que l¨®gicamente mitific¨® -y as¨ª lo ha transmitido a sus hijos- los sucesos sangrientos del Polit¨¦cnico de noviembre de 1973, que fueron el origen de la ca¨ªda del r¨¦gimen de los coroneles. Los j¨®venes de hoy se sienten h¨¦roes, en particular los m¨¢s peque?os... y, mientras tanto, a los padres se les ha ido de las manos la revuelta. El pa¨ªs entero lamenta masivamente la muerte de Alexandros y cree firmemente que la polic¨ªa no ha cambiado. Se niegan a asumirla como una fuerza que debe proteger a la sociedad civil y la siguen considerando la misma polic¨ªa de la dictadura, y es posible que haya razones, y no s¨®lo de otras muertes violentas, para creerlo. No se ha invertido en su "regeneraci¨®n", en su modernizaci¨®n. Parece muy dif¨ªcil que alg¨²n d¨ªa se vea a este cuerpo como un patrimonio de todos, amparando la seguridad de cada uno. Porque el pueblo griego ama extraordinariamente su pa¨ªs, pero detesta su "Estado".
?Cu¨¢l es la gran lecci¨®n de todo esto? La primera, y positiva, es la fuerza del grito de los m¨¢s j¨®venes, realizado como leg¨ªtima protesta. La segunda es que se debi¨® haber actuado a tiempo, y as¨ª evitar esa consternaci¨®n colectiva en que se halla sumido un pa¨ªs que no quiere volver a jugar con su democracia y con su Estado de derecho. Actuando a tiempo, Alexandros no habr¨ªa muerto. Y con el grito hubiera bastado para que la clase pol¨ªtica se diera por aludida. Con el partido de la oposici¨®n gobernando -todos est¨¢n de acuerdo en ello- hubiera ocurrido posiblemente lo mismo. La lecci¨®n de que toda violencia individual o colectiva desprovista de un significado alternativo concreto s¨®lo acabar¨¢ soport¨¢ndola de nuevo el pueblo, como as¨ª ha sido, es cierta. Un cambio de Gobierno no hubiera supuesto un cambio de las circunstancias que han llevado a la explosi¨®n.
Lo que ha habido en Grecia estos d¨ªas ha sido -cuando escribo estas notas los helic¨®pteros se oyen sobre el cielo de Atenas, los disturbios con la sigla "A" en un c¨ªrculo contin¨²an, las piedras son trozos de m¨¢rmol de hasta cinco kilos, la Biblioteca de la Facultad de Derecho estuvo toda la noche en llamas- una revuelta antisistema irresponsable, violenta y desprovista de significado, a medio o largo plazo. Quien paga las consecuencias seguir¨¢ siendo el pueblo, en plena crisis econ¨®mica global. Porque cuando se act¨²a demasiado tarde llegan los errores asesinos que desencadenan un emocionado sentir colectivo. Son sentimientos que reavivan recuerdos a nuestras ya cansadas generaciones de padres del 68. ?O es que acaso alguien esperaba que sacaran los tanques a la calle despu¨¦s de la muerte de un joven?
Blanca Vil¨¤ es profesora de la Universitat Aut¨°noma de Barcelona y profesora visitante de las universidades Panteios (Atenas) y Macedonia (Tesal¨®nica).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.