El tesoro escondido
La leyenda literaria cuenta que, en un pa¨ªs empobrecido y en franca decadencia, el gobierno hizo correr el rumor de que hab¨ªa un gran tesoro enterrado en el reino y que estaba a punto de descubrir su emplazamiento. Mientras tanto, acu?¨® y reparti¨® unos peque?os papeles que daban participaci¨®n sobre el tesoro escondido, de tal forma que los comerciantes comenzaron a admitir esos papeles, el ej¨¦rcito se recompuso porque ya ten¨ªa para pagar y, en general, la sociedad aument¨® su actividad y progres¨® como nunca antes. Es el mito literario del origen del dinero. Nada cuenta esa leyenda, por supuesto, sobre lo que pas¨® a las gentes cuando se enteraron que no hab¨ªa ning¨²n tesoro escondido y que los papeles eran solo eso, papeles. A lo mejor no se enteraron nunca, porque me parece recordar que en ese pa¨ªs, si la memoria no me falla, no hab¨ªa periodistas.
Viene esto a cuento porque est¨¢ de moda afirmar que una buena parte de los problemas econ¨®micos que sufrimos se deben al alarmismo que nos transmite la prensa. Al menos eso parecen opinar tres de cada cuatro americanos y algo similar ocurre por aqu¨ª. Otra vez la culpa para el mensajero, ese correveidile cenizo que insin¨²a, con bastante fundamento, que no hay ning¨²n tesoro escondido y que el resto es papel mojado. Ahora que la postmodernidad ya no es moderna, pero que de todas formas nos ha dejado sin los grandes relatos, sin teor¨ªas abarcadoras, sin nada de marxismo, ni psicoan¨¢lisis, sin ninguna gran verdad que llevarnos a la boca; ahora que viv¨ªamos precariamente a costa de la noticia, las ¨²ltimas novedades en cultura, en ciencia, en pol¨ªtica, en tecnolog¨ªa, ahora va y resulta que tambi¨¦n son simulacros de la realidad fabricadas por malvados periodistas. El tesoro existe, escondido y bien escondido, pero existe y la prensa har¨ªa bien en creerlo sin sembrar dudas en la sociedad.
No solo existe sino que adem¨¢s lo estamos repartiendo entre diecisiete autonom¨ªas, un modelo de financiaci¨®n que era necesario, imprescindible y, adem¨¢s, inevitable. Aunque hubiera estado mejor que el modelo fuera acompa?ado de la creaci¨®n de instituciones territoriales que dieran contenido pol¨ªtico a la financiaci¨®n. Pero todo se andar¨¢. De momento, los periodistas tienen m¨¢s trabajo que nunca porque tienen que encontrar no ya uno, sino diecisiete tesoros escondidos para no producir alarmismo en las comunidades aut¨®nomas. No me parece buena idea convertir a los periodistas en buscadores de oro a lo largo y ancho de las tierras de Espa?a, para defenderse de la acusaci¨®n de provocadores del pesimismo econ¨®mico.
El ¨²nico tesoro escondido en el que yo creo es el de la capacidad pol¨ªtica de un pueblo para darle sentido al presente y planificar un futuro a la altura de los tiempos. Y de eso tenemos lo justo en este pa¨ªs, el de aqu¨ª, el de los cinco millones, justo lo justo y poco m¨¢s. Ahora que Valencia, gracias al pr¨®ximo modelo econ¨®mico de financiaci¨®n, se responsabiliza m¨¢s de su econom¨ªa, por tanto, de su propia vida, necesitamos mayor potencia en el pensamiento, la ambici¨®n y la visi¨®n de un futuro pol¨ªtico posible, un tesoro que anda oculto desde hace demasiados a?os, m¨¢s all¨¢ de los simples discursos navide?os. Por eso no est¨¢ nada mal que la prensa, partidos pol¨ªticos y ciudadanos todos, se pongan en estado de alarma a la b¨²squeda, recuperaci¨®n y puesta en marcha de una aut¨¦ntica pol¨ªtica valenciana, el ¨²nico tesoro que todav¨ªa merece la pena descubrir.
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