Los amigos de Rita
D¨ªas atr¨¢s, en estas mismas p¨¢ginas, Andr¨¦s Garc¨ªa Reche publicaba un art¨ªculo titulado Redes sociales. Hac¨ªa referencia a esos portales de Internet en que es posible escribir y relacionarse. Estos sitios permiten mostrarnos y tratarnos: en suma, sirven para multiplicar el n¨²mero de nuestros conocidos. En Facebook, por ejemplo, a quienes pueblan esa demograf¨ªa electr¨®nica se les llama amigos. Admitiremos que es una designaci¨®n algo infantiloide -los amigos de mis amigos son mis amigos-, pero deberemos convenir en que no es una broma la idea de red: si yo tengo diez contactos en dicho portal y esos diez tienen otros diez cada uno, la esfera virtual de personas sobre las que tengo influencia llega al centenar. Punto y aparte.
El v¨¦rtigo que nos pueden provocar estos jueguecitos es indudable. En el extremo podr¨ªamos entrar en una deriva ilusoria: c¨®modamente instalados en casa, pr¨®ximos a nuestro terminal, ya no querr¨ªamos salir. Eso mismo es lo que denunciaba Andr¨¦s Garc¨ªa Reche. El ordenador y esas redes de amigos te permitir¨ªan recogerte en tu nicho electr¨®nico, viviendo de ese modo en un espacio carente de entidad. ?Es as¨ª? Sin duda, hay problemas de esta ¨ªndole, pero creo que hay otras cuestiones m¨¢s relevantes.
Por ejemplo, el problema de la identidad electr¨®nica. En la red puedes navegar con tu nombre y apellidos o con un apodo que te salvaguarde. En realidad, en Internet, todo nombre acaba siendo un nick y todo rostro acaba siendo un avatar. El nickname es el alias de un usuario (que puede coincidir con el nombre del Registro Civil), y el avatar es una imagen: el retrato o un dibujo. Como para participar en ciertos foros o blogs es preciso identificarse, podemos hacerlo con nombre real o con apodo. As¨ª, no es raro que muchos usuarios se embosquen tras un alias, con un monigote de pega, para jugar o para protegerse.
En principio, no hay nada de reprochable en ello. En mi blog, por ejemplo, alguien que se hac¨ªa llamar Kant nos acompa?¨® durante meses: con prosa antigua, con iron¨ªa o con severidad, este personaje apostillaba lo que yo mismo u otros usuarios escrib¨ªamos en la bit¨¢cora. Al tiempo que comentaba, Kant dejaba caer rasgos de su identidad ficticia: como un personaje de novela, pues. Nada reprensible, ya digo. Sin embargo, otra cosa bien distinta es la suplantaci¨®n de la identidad: que un presunto gracioso adopte como nick tu propio nombre para hacerte decir cosas que t¨² realmente no dices. La ¨²ltima noticia que tengo al respecto es el caso de Rita Barber¨¢.
Seg¨²n pude ver, en Facebook alguien hab¨ªa abierto una p¨¢gina con su nombre y su fotograf¨ªa: all¨ª estaba la se?ora alcaldesa. Todo muy veros¨ªmil: tanto, que durante d¨ªas se multiplic¨® el n¨²mero de amigos de Rita, de gentes que de verdad o de guasa quer¨ªan formar parte de su red. Entre los adheridos estaba, por ejemplo, ?ngel Acebes: un Acebes siempre tan circunspecto. Ahora, cuando he intentado regresar all¨ª para comprobar el n¨²mero de amigos que se hab¨ªan sumado, un aviso me advert¨ªa: "No se pudo encontrar la p¨¢gina solicitada". Parece ser que los servicios jur¨ªdicos de la alcaldesa han actuado para cerrarla. Supongo que respirar¨¢ aliviada. O no tanto: justo ahora observo que en Facebook hay otras p¨¢ginas que se han abierto para defender a Rita Barber¨¢ de sus suplantadores, todo un club de fans que dicen ir en serio. ?En serio? O dan miedo, o dan risa.
http://justoserna.wordpress.com/
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