?Hay que enviar m¨¢s tropas a Afganist¨¢n?
Se comenta con reiteraci¨®n que esto es lo primero que les va a pedir Obama a los Gobiernos europeos, incluido el espa?ol. En mi opini¨®n, es cuesti¨®n que hay que meditar con mucho rigor, pues se trata de enviar a ciudadanos soldados a un territorio en guerra, quiz¨¢ irregular, pero en todo caso donde se puede morir en combate. Tiene que estar, pues, muy bien justificada la intervenci¨®n, en este caso, el aumento de efectivos, y meridianamente explicada a la opini¨®n p¨²blica.
Adem¨¢s, en una democracia se tiene que dar una serie de condiciones b¨¢sicas que amparen una decisi¨®n tan delicada. En primer lugar, que la situaci¨®n en Afganist¨¢n afecte a los intereses y/o a la seguridad de Espa?a o de la Uni¨®n Europea, es decir, que sea cierto y no una frase que en aquel pa¨ªs se ventila nuestra libertad y seguridad; en segundo lugar, que la intervenci¨®n respete la legalidad internacional, lo que quiere decir que haya un mandato de Naciones Unidas que ampare la operaci¨®n y una autorizaci¨®n del Congreso de los Diputados; en tercer lugar, que el env¨ªo de tropas se realice en acuerdo con el pa¨ªs concernido y no se trate de una ocupaci¨®n contra la voluntad de los habitantes del mismo, y, por ¨²ltimo, pero no lo menos importante, que se produzca en el marco de una estrategia clara, es decir, con una definici¨®n n¨ªtida de cu¨¢les son los objetivos que se pretende alcanzar y los medios adecuados para alcanzarlos.
Se impone la cautela hasta que haya una estrategia clara que no sea s¨®lo militar
?Se dan estas condiciones en el escenario de Afganist¨¢n? En el caso de las tres primeras, pienso que s¨ª, aunque la explicaci¨®n de lo que se juega Espa?a en ese lejano pa¨ªs haya sido, hasta el momento, francamente insuficiente. No obstante, en el supuesto de la cuarta condici¨®n, me parece evidente que no. No hay claridad en qu¨¦ se pretende conseguir, ni en c¨®mo se pretende tener ¨¦xito, ni con qu¨¦ medios. La impresi¨®n general es que se est¨¢ fracasando en Afganist¨¢n y es urgente un replanteamiento de la operaci¨®n.
Los talibanes controlan cada vez m¨¢s territorio, alrededor del 50%, seg¨²n algunos informes; los afganos est¨¢n cada vez m¨¢s descontentos de la presencia extranjera debido, sobre todo, a las v¨ªctimas civiles que ocasionan los bombardeos de Estados Unidos; el Gobierno de Karzai es impopular y est¨¢ corro¨ªdo por la corrupci¨®n; el pa¨ªs es el reino de la hero¨ªna, que se produce en crecientes cantidades y de la que todos se aprovechan; hay confusi¨®n entre la misi¨®n ONU-OTAN y la de Libertad Duradera, de Estados Unidos; la reconstrucci¨®n es lenta, pues no se acaba de aportar los medios necesarios; la polic¨ªa afgana est¨¢ mal pagada y desmotivada para luchar contra los insurgentes. Y, para colmo de males, se est¨¢ desestabilizando el vecino Pakist¨¢n, sin cuyo concurso todo se hace endiabladamente dif¨ªcil.
En consecuencia, es urgente dotarse de otra estrategia y de los medios necesarios para llevarla a la pr¨¢ctica. Pretender obtener una victoria militar, al estilo cl¨¢sico, es una quimera que nos podr¨ªa conducir a pensar que lo de Afganist¨¢n se arregla metiendo medio mill¨®n de soldados, cometiendo as¨ª el mismo error de siempre.
Por el contrario, una estrategia m¨¢s realista partir¨ªa de la idea de que el objetivo a alcanzar ser¨ªa que Afganist¨¢n dejase de ser una amenaza a la seguridad de la comunidad internacional, en t¨¦rminos de terrorismo tipo Al Qaeda u otros, y que los talibanes no se hiciesen con todo el poder. Eso supondr¨ªa, entre otras cosas, reforzar con medios t¨¦cnicos, materiales y econ¨®micos al ej¨¦rcito y la polic¨ªa afganos -es absurdo que los polic¨ªas afganos ganen 100 d¨®lares al mes en el pa¨ªs de las drogas-; supondr¨ªa involucrar en la soluci¨®n a los pa¨ªses vecinos, Ir¨¢n, Pakist¨¢n, igualmente amenazados; plantearse el negociar con una parte de los talibanes que no les interesa enfeudarse a Al Qaeda.
En esta direcci¨®n, ser¨ªa conveniente establecer una ¨²nica intervenci¨®n bajo el mandato de la ONU y con una composici¨®n que no fuese mayoritariamente "occidental" o, por lo menos, m¨¢s equilibrada. Adem¨¢s, tomarse en serio la reconstrucci¨®n del pa¨ªs en todos los ¨®rdenes: econom¨ªa, servicios esenciales y funcionamiento del Estado. Este tipo de intervenciones s¨®lo tiene alguna posibilidad de alcanzar el ¨¦xito si la poblaci¨®n comprueba que la actuaci¨®n de las fuerzas que proceden del exterior mejora su vida; de lo contrario, est¨¢n condenadas al fracaso.
En este sentido, es clave ayudar con eficacia a los propios afganos a que se hagan cargo de su seguridad y bienestar, y no pretender suplantarles a perpetuidad. En un enfrentamiento irregular entre fuerzas talibanes -que son afganos- y fuerzas extranjeras, siempre llevar¨¢n las de ganar, a la larga, los talibanes, salvo que involucremos en esa lucha al pueblo afgano que no desea el dominio talib¨¢n.
En conclusi¨®n, nuestro pa¨ªs no debe enviar m¨¢s soldados a Afganist¨¢n hasta que exista una estrategia clara, compartida con los aliados en su dise?o y ejecuci¨®n. Ser¨ªa inaceptable enviar m¨¢s tropas porque alguien nos lo pide, por muy presidente que sea de Estados Unidos o por mucha simpat¨ªa que tengamos al presidente Obama.
Nicol¨¢s Sartorius es director del Observatorio de Pol¨ªtica Exterior de la Fundaci¨®n Alternativas.
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