Gaza en Espa?a
Espa?a no es el ¨²nico pa¨ªs en el que el ataque israel¨ª contra Gaza ha suscitado emociones encontradas, pero s¨ª de los pocos en los que esas emociones se han utilizado para alimentar la mezquina y sempiterna querella dom¨¦stica. Salvo raras excepciones, dos semanas de muerte y destrucci¨®n no han permitido leer comentarios favorables a la estrategia de Israel que no insistieran, de paso, en cebar la caricatura del progresista contra la que desahogan sus pasiones quienes se sit¨²an en el ¨¢mbito conservador. Si hasta ahora el progresista era para ellos un ser taimado, dispuesto a traicionar la libertad y la democracia, tras el estallido del conflicto de Gaza se ha convertido en una criatura angelical, incapaz de entender, seg¨²n se le reprocha, realidades elementales como que todo pa¨ªs tiene derecho a defenderse o que la guerra no distingue entre combatientes y civiles. Pero taimado o angelical, ese progresista, esa caricatura del progresista que ha vuelto al primer plano durante estas dos semanas, siempre cumple la misma funci¨®n: demostrar que tambi¨¦n las posiciones de cada cual ante este terrible conflicto pueden explicarse por la divisi¨®n entre derecha e izquierda.
"Lo que est¨¢ en juego no es el derecho de Israel a defenderse, sino a hacerlo como lo ha hecho"
Si fuera as¨ª, habr¨ªa s¨®lidas razones para recelar del futuro, no s¨®lo en Oriente Pr¨®ximo. Porque ese supuesto automatismo, esa ilusoria posibilidad de reducir a la querella dom¨¦stica cualquier opini¨®n sobre los asuntos m¨¢s graves, como es la vida o la muerte de inocentes, s¨®lo significar¨ªa que, en Espa?a, derecha e izquierda carecen de una base moral compartida, por encima de las leg¨ªtimas diferencias pol¨ªticas. La responsabilidad a la que, como espa?oles, como ciudadanos de un pa¨ªs en el que las opiniones se pueden expresar en libertad, nos convoca el conflicto de Gaza no consiste en aplaudir a uno u otro contendiente, como si fuera un torneo deportivo, sino en otra cosa: en reforzar, no destruir, esa base moral para que la raz¨®n no se confunda con las razones de las partes y en extraer lecciones universales, no coartadas ni excepciones, para que el recurso a la ocupaci¨®n, al asedio, a la humillaci¨®n o a la fuerza contra poblaciones indefensas sea una tentaci¨®n de la que tengan que responder quienes hayan cedido, y en la proporci¨®n exacta en que hayan cedido.
Lo que est¨¢ en juego en Gaza no es el derecho de Israel a defenderse, sino a hacerlo como lo ha hecho. Frente a los m¨¢s de 800 muertos y m¨¢s de tres mil heridos que han provocado hasta ahora sus acciones no cabe responder que ha demostrado contenci¨®n durante a?os; si la demostr¨®, la perdi¨® por completo a partir del 27 de diciembre, cuando en una primera pasada por las ciudades de la franja dej¨® dos centenares de muertos, muchos de ellos civiles, una cifra que se ha multiplicado por cuatro tras dos semanas de ataque. Y, menos a¨²n, cabe explicar el horror que muchos espa?oles han experimentado ante las im¨¢genes de cad¨¢veres despedazados a una reacci¨®n ingenua provocada por una supuesta campa?a de propaganda palestina, puesto que esos cad¨¢veres est¨¢n ah¨ª, esos cad¨¢veres pertenecen a v¨ªctimas de los ataques israel¨ªes. Aun en la hip¨®tesis de que Ham¨¢s hubiera ideado un plan maquiav¨¦lico para capitalizar esas im¨¢genes, la responsabilidad de Israel en la muerte de los civiles que aparecen en ellas seguir¨ªa siendo la misma. Y tampoco vale con que se diga que Ham¨¢s ha utilizado a los civiles como escudos humanos; si lo hubiera hecho se habr¨ªa colocado al margen del derecho internacional humanitario tanto como si Israel, sabiendo que eran escudos humanos, no hubiera dudado en abatirlos en pos de su objetivo, convirti¨¦ndolos en v¨ªctimas por partida doble.
Nada tiene de extra?o que, como se ha dicho en Espa?a siguiendo a Glucksman, se niegue que el ataque israel¨ª sea desproporcionado y, al mismo tiempo, se afirme que ¨¦sta no es una guerra para hacer que las reglas se respeten, sino para establecerlas. Lo que Gluscksman y quienes le han seguido en este razonamiento sugieren es que, en las nuevas reglas que se pretende establecer mediante el ataque masivo contra Gaza, la proporcionalidad no ser¨ªa una condici¨®n de la leg¨ªtima defensa. En ese caso, mejor que se diga abiertamente en lugar de librarse al ejercicio de alterar el significado de las palabras. Porque si no s¨®lo se prescinde de una base moral compartida, sino tambi¨¦n de un lenguaje compartido, de un lenguaje en el que hasta ahora se expresaban las reglas que eran muestra y orgullo de civilizaci¨®n, entonces habremos sembrado la semilla del desastre. En Gaza, en Espa?a, en todas partes.
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