Del 'tel¨¦fono rojo' a la Blackberry
Obama ser¨¢ el martes el primer presidente con ordenador en la mesa, pero, en principio, deber¨¢ prescindir de sus 'e-mails' - Kennedy revolucion¨® las comunicaciones con el 'tel¨¦fono rojo' y el NCS
El martes, cuando tome posesi¨®n de la presidencia, Barack Obama recibir¨¢ un malet¨ªn con secretos nucleares y, en principio, le quitar¨¢n su Blackberry y su cuenta de Twitter, algo a lo que el futuro presidente se resiste. Tambi¨¦n ser¨¢, probablemente. el primer presidente norteamericano con un ordenador en su mesa de trabajo.
Obama se reconoce adicto a Internet y al e-mail en particular. Su campa?a electoral se financi¨® principalmente por las donaciones por Internet; pero el martes, el hombre m¨¢s poderoso de la tierra no podr¨¢ seguir con sus h¨¢bitos tecnol¨®gicos. Por ley (la Presidential Records Act), todas sus comunicaciones escritas han de quedar registradas y protocolizadas. Adem¨¢s, motivos de seguridad nacional imponen que los canales de comunicaci¨®n sean seguros, a prueba de intrusos. Por eso, a menos que la Casa Blanca encuentre una alternativa t¨¦cnica, Obama tendr¨¢ que ir aparcando su Blackberry y sus cuentas de correos.
La cuenta de Bush
Hace ocho a?os, su predecesor tuvo que hacer algo parecido. Antes de jurar el cargo, Bush envi¨® un mensaje de despedida a sus amigos a trav¨¦s de su correo: g94b.aol.com, que ya no volvi¨® a activarse.
En la Casa Blanca, muchos funcionarios disponen de e-mail, pero no el presidente. Todas sus comunicaciones emplean canales exclusivos, como el National Communications System (NCS). Hace siglo y medio, Lincoln utilizaba el tel¨¦grafo para estar en contacto con sus generales; pero en la Casa Blanca no hab¨ªa transmisor y ten¨ªa que cruzar la calle para ir a la oficina de comunicaciones. En los a?os 30, Roosevelt recurri¨® a la radio comercial en sus famosas Charlas junto a la chimenea. Treinta a?os m¨¢s tarde, el debate Kennedy-Nixon fue el primer televisado.
Por esa misma ¨¦poca, Kennedy ya dispon¨ªa de un tel¨¦fono codificado inmune a intentos de espionaje, aunque el enlace trasatl¨¢ntico se hac¨ªa a trav¨¦s de l¨ªneas telef¨®nicas convencionales. S¨®lo docena y media de destinatarios pod¨ªan descifrar sus llamadas: el primer ministro brit¨¢nico; las embajadas en Londres, Par¨ªs y la ONU; el Pent¨¢gono, y los comandantes militares en Europa, Alaska y Hawai.
En 1962, cuando estall¨® la crisis de Cuba, Kennedy se encontr¨® con serias dificultades para mantener un contacto ¨¢gil con los departamentos de su Gobierno. Decidi¨® crear la NCS. ?sta fue una agencia modesta (s¨®lo interconectaba seis departamentos) hasta que Reagan la reestructur¨® en 1984, cuadruplicando el n¨²mero de sus miembros. Hoy garantiza comunicaciones gubernamentales en cualquier circunstancia. NCS utiliza l¨ªneas comerciales de telefon¨ªa, inal¨¢mbricas y por sat¨¦lite. Algunos de sus servicios son p¨²blicos (previo pago), aunque la idea es dar a ciertas organizaciones un acceso prioritario. El segmento de emergencias se ha empleado en terremotos, huracanes y ataques terroristas.
Tambi¨¦n fue Kennedy quien propuso la instalaci¨®n del tel¨¦fono rojo en 1963, despu¨¦s de sufrir el primitivo estado de ciertos sistemas de comunicaci¨®n. Se cuenta que durante la crisis de los misiles, el embajador ruso en Washington tuvo que recurrir a un mensajero en bicicleta para llevar sus mensajes a la oficina de tel¨¦grafos.
El tel¨¦fono rojo no era tel¨¦fono, ni era rojo ni estaba en el despacho del presidente. Se trataba de un sistema de t¨¦lex directo entre el Pent¨¢gono y el Kremlin, para evitar malos entendidos. Transmit¨ªa cada tres minutos una p¨¢gina, codificada en cinta de papel perforada.
El telefax rojo
El primer sistema utilizaba dos l¨ªneas de comunicaci¨®n: la principal aprovechaba el primer cable submarino trasatl¨¢ntico de alta velocidad hasta Londres y luego segu¨ªa v¨ªa Copenhague y Helsinki hasta Mosc¨²; la secundaria iba v¨ªa T¨¢nger, pero fue abandonada en los a?os 80.
Ahora, el tel¨¦fono rojo es un telefax que funciona por sat¨¦lite: un Intelsat americano y un Gorizon ruso. La realidad es que se ha utilizado poco, pero en ocasiones claves. La primera llamada, desde Mosc¨², fue en 1967, a ra¨ªz de la guerra entre Israel y Egipto; m¨¢s tarde volvi¨® a funcionar con ocasui¨®n del conflicto indopaquistan¨ª y la invasi¨®n de Afganist¨¢n, entre otros casos.
El tel¨¦fono rojo sigue siendo un sistema basado en texto. Los mensajes americanos se escriben en ingl¨¦s y alfabeto latino; los rusos, en ruso y alfabeto cir¨ªlico. En ambos casos se traducen en destino. Aunque esta l¨ªnea se utiliza poco, sus operadores la prueban y ejercitan cada d¨ªa. Se ha convertido en una especie de reto para ver qui¨¦n plantea los textos m¨¢s dif¨ªciles de traducir. Los rusos env¨ªan retorcidos textos de novelistas del XIX; los americanos responden con recetas de cocina mexicana cargada de especias... Kubrick se qued¨® corto en 1964 con su hilarante Tel¨¦fono rojo, volamos hacia Mosc¨².
THE FOOTBALL: www.usatoday.com/news/washington/2005-05-05-nuclear-football_x.htm
'The football'
Una vez en la Casa Blanca, Obama recibir¨¢ the football, un malet¨ªn negro con el sistema para desencadenar un ataque nuclear.
El origen del malet¨ªn se remonta a la era de Kennedy, cuando no exist¨ªan los tel¨¦fonos celulares, pero s¨ª la misma necesidad de comunicarse con urgencia. Pesa unos 20 kilos y en su transporte se turnan cinco militares, que deben encontrarse a menos de 30 segundos del presidente y montar en el mismo ascensor.
El malet¨ªn es un modelo de la marca Zero-Halliburton, de aleaci¨®n de aluminio recubierta de cuero negro. A donde va el presidente va el malet¨ªn. Estuvo con Reagan en la plaza Roja, con Bush I en Buckingham y con Bush II en una audiencia papal.
En el malet¨ªn hay poca cosa: un tel¨¦fono v¨ªa sat¨¦lite encriptado, los c¨®digos de lanzamiento, las instrucciones para acceder al sistema nacional de comunicaciones de emergencia y un manual de actuaci¨®n, el libro negro, 80 p¨¢ginas con las respuestas ante un eventual ataque: desde lanzar un misil crucero hasta descargar toda la panoplia nuclear.
Si decide lanzar un ataque, el presidente tendr¨¢ que identificarse; por eso debe llevar siempre una chuleta de c¨®digos, que cambia a diario, igual que las claves de lanzamiento.
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