Volver a P¨¦rez Minik
En 1985, cuatro a?os antes de su muerte, Domingo P¨¦rez Minik recibi¨® en Tenerife un homenaje, uno de los m¨²ltiples agasajos con que los isle?os fueron despidiendo la vida ejemplar de uno de los personajes m¨¢s jubilosos e inteligentes del siglo XX en Canarias. Muri¨® cuatro a?os m¨¢s tarde, en la casa donde vivi¨® toda su vida, en la calle del General Goded, que fue un punto de encuentro que simboliz¨® tambi¨¦n una ¨¦poca de las islas; don Domingo hab¨ªa sido un socialista liberal, "un gallo al rojo vivo" al que la Guerra Civil le hizo a¨²n m¨¢s rabiosamente libre, un autodidacta que se empe?¨® en aprender m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de su propia curiosidad impenitente.
Los ¨²ltimos a?os de su vida fueron una lucha contra la melancol¨ªa por la p¨¦rdida de su mujer, Rosita Camacho, y para conservar la alegr¨ªa activa, desafiante, con la que arrostr¨® los males, incluida la desgracia de la Guerra Civil, que trunc¨® en las islas (tambi¨¦n) un proyecto intelectual y creativo que hab¨ªa simbolizado el movimiento de Gaceta de Arte, la revista de ra¨ªz surrealista que dirigi¨® el cr¨ªtico Eduardo Westerdahl y de la que P¨¦rez Minik fue cabeza pensante y principal.
Entrada y salida de viajeros
Domingo P¨¦rez Minik.
Edici¨®n de Daniel Duque.
Caja de Ahorros de Canarias, 2008.
157 p¨¢ginas. 15 euros.
En medio de la penuria a la que arroj¨® el franquismo a la cultura, fue capaz de mantenerse (como ¨¦l dec¨ªa de Russell) con "sus ojos de acero, siempre alertas"
En aquel homenaje con el que se agasajaba a P¨¦rez Minik y se subrayaba su contribuci¨®n al entendimiento de la modernidad en unas islas sobre cuyo car¨¢cter ¨¦l hab¨ªa trabajado tanto, hab¨ªa un joven abogado, Julio P¨¦rez Hern¨¢ndez, ahora secretario de Estado de Justicia, que agarr¨® el papel en el que hab¨ªa basado su intervenci¨®n elogiosa el historiador rumano Alejandro Cioranescu, residente en la isla desde que termin¨® la ¨²ltima guerra mundial.
Hab¨ªa escrito Cioranescu: "Parece jubiloso con el tiempo pasado. Las aristas agudas de su cara se perfilan m¨¢s y m¨¢s. Hasta que acusan todos los surcos del entrecejo, que parece irradiar sonrisas m¨²ltiples. Sus ojos de acero, siempre alertas. Y la cabeza, con su amplia y profusa cabellera blanca, mantenida alta con una cierta gracia de adolescente".
Y adem¨¢s dijo Cioranescu, leyendo de su papel, que hab¨ªa sido el reverso de una felicitaci¨®n navide?a: "Un hombre sencillo, alerta y tranquilo. Sutil y suave. Claro y acogedor. En resumen, un hombre sugestivamente peligroso en el mundo de las ideas y de su arte, pues sencillez, tranquilidad y vigilancia no esconden, sino que exhiben un pensamiento atrevido, una voluntad terminante y un desinter¨¦s est¨¦tico al servicio de la obra... Un equilibrio formal y tolerante, una simplicidad de ingenuidad intelectual, un juego armonioso de respeto e indignaci¨®n. Esta tolerancia -y esto es lo m¨¢s importante de su personalidad- va siempre unida a unas ideas genuinamente subversivas".
Claro, don Domingo -as¨ª le llam¨¢bamos los m¨¢s j¨®venes, y as¨ª ¨¦l no quer¨ªa que le llam¨¢semos- sonre¨ªa en su rinc¨®n. De la sala abarrotada, ¨¦l era quiz¨¢ el ¨²nico que sab¨ªa que eso que estaba leyendo el historiador rumano, su amigo, hab¨ªa sido escrito por ¨¦l mismo, en circunstancias distintas, y cuando ¨¦l era a¨²n joven periodista ejerciendo el oficio de recibir impactos de personalidades que iban a terminar construyendo su propia estatura de intelectual disconforme; la primera frase -"parece jubiloso..."- la hab¨ªa escrito P¨¦rez Minik para presentar a la ciudadan¨ªa isle?a la figura de Bertrand Russell, y la segunda fue su manera de resumir la actitud est¨¦tica y pol¨ªtica, y cultural, de uno de sus grandes amigos de m¨¢s tarde, el arquitecto suizo Alberto Sartoris, cuyo cari?o por la isla y por lo que ¨¦sta represent¨® en las vanguardias europeas de comienzos de siglo le vincul¨® a Tenerife casi hasta su muerte, hace unos a?os.
Cioranescu obtuvo esas definiciones, que el tiempo convirti¨® en perfectas para describir al propio P¨¦rez Minik, de un libro en el que el ahora veterano maestro contaba c¨®mo hab¨ªa visto a la gente que vino a la isla, al menos desde 1935. Ahora, Entrada y salida de viajeros acaba de ser publicado de nuevo en Tenerife (Caja de Ahorros de Canarias, Biblioteca P¨¦rez Minik) al cuidado de Daniel Duque, y ha permitido resucitar ese esp¨ªritu francamente transgresor de uno de los personajes m¨¢s hondos e interesantes que dio la Espa?a que luego fue tachada.
Entonces, en aquellos a?os republicanos de Gaceta de Arte, Domingo P¨¦rez Minik, que hab¨ªa sido cr¨ªtico de f¨²tbol y era un lector voraz, recibi¨® con sus compa?eros a los intelectuales que entraban y sal¨ªan de la isla, desde Andr¨¦ Breton hasta Friedrich D¨¹rrenmatt, y a todos los situ¨® don Domingo en ese cuaderno de bit¨¢cora que fue primero Gaceta de Arte y luego en publicaciones insulares donde sigui¨® escribiendo, a pesar de la vigilancia del r¨¦gimen que le meti¨® en prisi¨®n.
De todos aquellos personajes que visitaron la isla y que ¨¦l encontr¨® (a veces fortuitamente: al dramaturgo suizo D¨¹rrenmatt se lo encontr¨® en la calle, mientras paseaban los dos junto al muelle de Santa Cruz), el que m¨¢s le hab¨ªa apasionado, y le apasion¨® siempre, acaso porque guardaba similitudes con su propia actitud, fue el ingl¨¦s Bertrand Russell. Russell estuvo en Tenerife en 1935, y le fueron a ver los responsables de Gaceta de Arte. Ante el fil¨®sofo, que fumaba una pipa olorosa e interminable, estaban el propio P¨¦rez Minik, Eduardo Westerdahl, el poeta Pedro Garc¨ªa Cabrera... Entonces, P¨¦rez Minik era un joven de 33 a?os, y Russell ten¨ªa 63. Medio siglo m¨¢s tarde, y a¨²n antes, el retratista alcanz¨® la apariencia de su retratado. Don Domingo, en efecto, parec¨ªa ya un gallo veterano, enflaquecido por la edad y por las enfermedades, pero a¨²n con el pelo encabritado, blanco, sus ojos azules siempre alertas, "las aristas de su cara" cada vez m¨¢s perfiladas...
La lectura del libro, y de los subrayados de Cioranescu, arroja melancol¨ªa sobre aquel periodo, y entusiasmo sobre la figura de P¨¦rez Minik. En medio de la penuria a la que arroj¨® el franquismo a la cultura emergente de los a?os veinte y treinta del siglo XX en las islas, este personaje que discuti¨® de todo (de teatro, de pol¨ªtica, de literatura) consigo mismo y con los dem¨¢s fue capaz de mantenerse (como ¨¦l dec¨ªa de Russell) con "sus ojos de acero, siempre alertas", pr¨¢cticamente hasta que los males que le acompa?aron hasta 1989 terminaron con su curiosidad de gallo de pelea.
De la melancol¨ªa habl¨® ¨¦l mismo, muchas veces; pero la ¨²ltima vez que lo hizo (probablemente) fue ante un estudiante de bachillerato, Alejandro Krawietz, que le fue a ver para un trabajo escolar; Krawietz es ahora un poeta destacado de las nuevas generaciones insulares, y dio a la estampa esa ins¨®lita conversaci¨®n estudiantil, que representa muy bien el esp¨ªritu de P¨¦rez Minik, m¨¢s cerca siempre de la curiosidad juvenil que del cinismo solemne al que convocan otras edades. Krawietz le pregunt¨® si cre¨ªa que el canario era consciente "de la importancia que tuvo aquel momento para la configuraci¨®n de su espacio cultural", y don Domingo le respondi¨® como era ¨¦l, rotundo: "No. No. No. No lo creo. Yo creo que el canario de hoy es un canario completamente distinto. Que va por lo suyo. Con una mentalidad completamente extra?a. El canario es un personaje que nada tiene que ver con aquel momento, que se ha alejado de la cultura".
Cioranescu ley¨® en aquel homenaje a¨²n una frase m¨¢s, una descripci¨®n que P¨¦rez Minik hizo del hispanista Jean Camp: "A pesar de sus a?os, hay en ¨¦l en todo momento un destello alegre de juventud, de amor y de libertad, de seguridad en el destino del hombre. Una lecci¨®n muy viva, atrevida y tensa, para todos los que le escuchamos con nuestra esperanza medio real y medio inventada".
As¨ª fue ¨¦l; que haya salido de nuevo ese libro (que incluye una foto de Carlos A. Schwartz durante el ¨²ltimo largo paseo de P¨¦rez Minik por el muelle, precisamente, el lugar de la entrada y salida de viajeros) permite reconstruir, en los personajes que ¨¦l vio, al Domingo P¨¦rez Minik que tanto a?oramos. -
Entrada y salida de viajeros. Domingo P¨¦rez Minik. Edici¨®n de Daniel Duque. Caja de Ahorros de Canarias, 2008. 157 p¨¢ginas. 15 euros.
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