Las fiestas miden la igualdad real
La persistencia de celebraciones discriminatorias convive en Euskadi con una ley muy progresista - El debate resurge en v¨ªsperas del d¨ªa de San Sebasti¨¢n
Las fiestas populares y los espacios ciudadanos en que se celebran obran en buena medida como un laboratorio de la sociedad, un term¨®metro m¨¢s con que poder calibrar, por ejemplo, la igualdad real entre los hombres y las mujeres. Euskadi presume de ser una sociedad moderna y desde febrero de 2005 cuenta con una ley de Igualdad que sorprendi¨® a m¨¢s de uno por su car¨¢cter avanzadamente progresista. Sin embargo, y aunque se han registrado adelantos, todav¨ªa se mantienen en el Pa¨ªs Vasco profundamente enraizadas algunas fiestas o actividades ligadas de forma directa con ellas en las que las mujeres no pueden participar en las mismas condiciones que los hombres. Los casos m¨¢s paradigm¨¢ticos son los alardes bautizados como "tradicionales" de Ir¨²n (30 de junio) y Hondarribia (8 de septiembre). Las mujeres no pueden desfilar como escopeteras o tocando el p¨ªfano y su papel se reduce al de cantineras. Sobre la mesa est¨¢n tambi¨¦n la comida que celebra la Cofrad¨ªa de San Roque de Llodio cada ¨²ltimo domingo de agosto desde 1599, restringida a los hombres, o el pu?ado de tamborradas donostiarras que todav¨ªa se resisten a incorporar a las f¨¦minas tocando el tambor o el barril.
"Se intenta dar una imagen moderna, pero existen claras desigualdades"
Varias tamborradas se resisten a¨²n a integrar ma?ana a las mujeres
En v¨ªsperas precisamente de la fiesta de San Sebasti¨¢n, EL PA?S ha planteado a una antrop¨®loga social, un soci¨®logo, el Ararteko y la Defensor¨ªa para la Igualdad la siguiente pregunta: ?Por qu¨¦ persiste esa diferencia entre modernidad social y atavismo en algunas citas festivas vascas? Casi a modo de introducci¨®n, la antrop¨®loga social Margaret Bullen admite que, durante mucho tiempo, "a las fiestas, por ser fiestas, no se le ha prestado la atenci¨®n suficiente" por parte de quienes trabajan en favor de la igualdad, ya que en la agenda hab¨ªa cuestiones que "parec¨ªan m¨¢s urgentes", como el trabajo, la familia o la sexualidad. Sin embargo, a ra¨ªz sobre todo del conflicto de los alardes de Ir¨²n y Hondarribia, el foco se dirigi¨® tambi¨¦n a las fiestas, porque, en algunos casos reflejan ese "orden social", ese "sistema de g¨¦nero" en el que los hombres siguen teniendo m¨¢s poder y protagonismo que las mujeres.
Un orden social que poco a poco, aunque con dificultades, se va quebrando en ¨¢mbitos como el laboral y el familiar. Tambi¨¦n en el festivo se registran avances, aunque aqu¨ª las resistencias resultan, si cabe, mayores. "Tiene que ver con que el ¨¢mbito festivo pertenece al orden simb¨®lico y tiene adem¨¢s una alta carga emocional. Es decir, que todo lo que es simb¨®lico, tradicional, suele ir unido a una experiencia emotiva para las personas, y donde entran las emociones tiende a ser m¨¢s dif¨ªcil reaccionar de una forma m¨¢s racional", apunta Bullen, profesora de Antropolog¨ªa Social en la Facultad de Filosof¨ªa y Ciencias de la Educaci¨®n de la Universidad del Pa¨ªs Vasco (UPV).
Junto a los aspectos simb¨®lico y emotivo, entrar¨ªa en juego "el aspecto sagrado" que se otorga a buena parte de las fiestas populares, incluso aunque no cuenten con un componente religioso. "Los ritos conllevan un orden establecido que cobra un significado para la colectividad que viene a ser sagrado", inmodificable. Quienes defienden estas tesis "se cierran en estos argumentos y ya no se puede discutir m¨¢s", a?ade la antrop¨®loga social, coautora del libro Tristes espect¨¢culos: las mujeres y los alardes de Ir¨²n y Hondarribia.
Precisamente por esta "enorme carga cultural y simb¨®lica" de las fiestas y los espacios festivos, el ararteko, I?igo Lamarca, remarca la necesidad de trabajar en ellas "con ah¨ªnco" para que "penetre y se despliegue toda la virtualidad del principio de igualdad". Y es que esos espacios festivos guardan "una importancia tremenda en la percepci¨®n que la ciudadan¨ªa, y sobre todo ni?os y ni?as, tienen sobre los roles que los hombres y las mujeres cumplimos en la sociedad".
El soci¨®logo Gorka Moreno recurre a un ejemplo pr¨¢ctico. Toma una pareja defensora del Alarde tradicional, mayoritario, y otra del Alarde mixto, con una sola compa?ia en Ir¨²n y otra en Hondarribia. En el primer caso, seg¨²n describe, mientras el hombre desfila, la mujer contempla el espect¨¢culo y cuida de los hijos. En el segundo, y partiendo de que tanto el hombre como la mujer quieren participar, se turnan para desfilar (uno lo hace por la ma?ana y otro, por la tarde) y para cuidar a los ni?os.
"Se intenta dar una imagen de modernidad de la sociedad vasca, pero al igual que en otros muchos lugares de nuestro alrededor, existen unas desigualdades de g¨¦nero manifiestas", constata Moreno, profesor de Sociolog¨ªa en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicaci¨®n de la UPV. Y a?ade que en casos como los de los alardes existe una brecha entre "la tradici¨®n y el concepto de comunidad m¨¢s cerrada y la democracia y los derechos de la ciudadan¨ªa unidos a la modernidad".
La defensora de la Igualdad, Maite Erro, reconoce que "tanto la cultura como tradiciones transmitidas a trav¨¦s de la cultura son principales fuentes de identidad personal, brindan sentido de pertenencia y posibilitan la cohesi¨®n interna a la ciudadan¨ªa". Desde esa perspectiva, considera que "deben protegerse como parte de un legado". Ahora bien, opina que no se deben tolerar actuaciones que, "en nombre de la tradici¨®n, invaliden avances en materia de igualdad".
Entre quienes defienden mantener las fiestas sin modificaciones, resulta recurrente el argumento de que apenas una minor¨ªa de personas apoya las reivindicaciones de igualdad y los cambios. O que las propias mujeres se oponen a introducri variaciones. Erro considera que no son argumentos v¨¢lidos: "As¨ª se han alcanzado muchos de los logros del movimiento feminista [como el derecho al voto para las mujeres] y luego se han extendido a grupos m¨¢s amplios".
"La costumbre tiene una fuerza tan descomunal, que absorbe las actitudes de todos, incluidas las mujeres", comenta Lamarca. Las fiestas "forman parte de nuestro bagaje social y cultural, y eso es igual para los hombres y las mujeres. Como muchas de las cosas que aprendemos durante nuestras vidas, hasta que alguien no las reta las solemos absorber sin cuestionarlas", incide Bullen.
No hay que olvidar, subraya la antrop¨®loga, que las fiestas "se viven en colectividad, son importantes para la identidad y la vida social". Por eso, resulta muy dif¨ªcil "separarse de una mayor¨ªa de gente que ve las cosas de otra forma", pues "te distancia de tu entorno".
En definitiva, "la igualdad formal est¨¢ garantizada, pero para alcanzar la igualdad real y efectiva queda un largo camino por recorrer", resume Erro. "Cuando nos enfrentamos a cambios sociales, suele darse un fen¨®meno dual: podemos asumir la necesidad de un cambio desde un punto de vista ideol¨®gico. Sin embargo, cuando hay que materializarlo en algo con una implicaci¨®n emocional personal, las cosas pueden cambiar", ahonda Lamarca.
Ante este panorama, ?qu¨¦ se puede hacer? "Una gran pedagog¨ªa", indica Lamarca. El papel de las instituciones p¨²blicas deviene fundamental para "promover la reflexi¨®n con el mayor sosiego posible entre la ciudadan¨ªa", pero tambi¨¦n para "tomar medidas".
Moreno contrapone el papel de los ayuntamientos de Ir¨²n, gobernado por el PSE, y Hondarribia, peneuvista, con el de San Sebasti¨¢n, tambi¨¦n en manos socialistas. Acusa a los dos primeros de "neoliberalismo alard¨ªstico". Los alardes tradicionales han recurrido a la privatizaci¨®n de su organizaci¨®n para esquivar la ley de Igualdad sin que los consistorios hayan puesto ning¨²n tipo de objeci¨®n. En cambio, el Ayuntamiento donostiarra ha realizado "una gesti¨®n adecuada". Ya en 2005, respald¨® la creaci¨®n de la Comparsa Tradicional de Caldereros de la Hungr¨ªa, en la que tanto hombres como mujeres pueden cantar y tocar la sart¨¦n por la Parte Vieja, lugar al que tradicionalmente est¨¢ ligado este festejo, aunque con los a?os se ha extendido a otros barrios. La agrupaci¨®n mixta surgi¨® de la escisi¨®n de la comparsa primitiva, en la que el protagonismo lo siguen teniendo los hombres.
En enero de 2006, a la sociedad masculina Gaztelubide, una de las de m¨¢s solera en la ciudad, no le qued¨® m¨¢s remedio que incorporar a mujeres a su tamborrada. El alcalde, el socialista Od¨®n Elorza, esgrimi¨® la ley de Igualdad y le dej¨® entrever que si no incorporaba a f¨¦minas a su compa?¨ªa podr¨ªa perder el privilegio de protagonizar la izada de la bandera donostiarra, acto con el que arranca cada medianoche del 19 de enero la fiesta de San Sebasti¨¢n. Este a?o, el Ayuntamiento ha retirado la subvenci¨®n a las tamborradas de adultos (18 de 105) que contin¨²an oponi¨¦ndose a que las mujeres toquen el barril y el tambor y restringen su papel al de cantineras y abanderadas.
La Cofrad¨ªa de San Roque de Llodio -a la que pertenecen pol¨ªticos como el lehendakari Ibarretxe, adalid de la ley de Igualdad, o el parlamentario del PP Carlos Urquijo- sigue "en fase de reflexi¨®n" para decidir si cambia o no sus estatutos y permite que las mujeres se sumen a la tradicional comida que celebra cada ¨²ltimo domingo de agosto en el p¨®rtico de la iglesia parroquial de San Pedro de Lanuza.
Pendiente de la asamblea que celebrar¨¢ pr¨®ximamente la cofrad¨ªa, el alcalde de Llodio, el peneuvista Jon Karla Menoyo, ya le ha advertido de que si no ajusta sus estatutos a la ley, el consistorio no autorizar¨¢ la comida y ¨¦l mismo no asistir¨¢.
La cena de Pilar Mir¨®
En 1987, el Ayuntamiento de San Sebasti¨¢n otorg¨® el Tambor de Oro de la ciudad a la entonces directora de RTVE, Pilar Mir¨®, y a Beltr¨¢n Alfonso Osorio, duque de Alburquerque. El duque cen¨® en la sociedad Gaztelubide con el alcalde en esa fecha, el peneuvista Ram¨®n Labayen. Era costumbre que el consistorio invitase all¨ª a los galardonados. Ella no pudo. La sociedad prohib¨ªa y sigue prohibiendo la entrada a mujeres la noche del 19 de enero. En medio de la pol¨¦mica, cen¨® en Arzak con la teniente de alcalde peneuvista Pilar Larraina, el entonces edil Od¨®n Elorza y la esposa de Labayen. Fue el principio del fin de una cena oficial que no se celebra en Gaztelubide desde hace dos d¨¦cadas.
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