V¨ªctimas y verdugos
En sus ¨²ltimas intervenciones, am¨¦n de valorar negativamente la iniciativa del juez Garz¨®n, Santiago Carrillo viene insistiendo en dos ideas. Una, el derecho de los descendientes de las v¨ªctimas de la guerra a dar sepultura a los asesinados que acabaron en fosas comunes. L¨®gico. Otra, que no debe insistirse en la b¨²squeda de la identidad de los verdugos, porque ese estigma recaer¨ªa sobre sus descendientes, que ninguna culpa tienen de contar con un asesino como antepasado.
Semejante idea ser¨ªa sostenible de no existir los descendientes de las v¨ªctimas, a quienes tal vez no les consuele ver c¨®mo el ejecutor de su abuelo, caso de bastantes generales franquistas, sigue siendo recordado en calidad de patriota insigne. Y de no existir una sociedad a la cual se le debe el respeto de contarle la verdad. Sin advertirlo, Carrillo se desliza as¨ª hacia el campo de los verdugos, pues seg¨²n su planteamiento al de las v¨ªctimas s¨®lo les toca una sepultura digna y respetar el olvido impuesto nada menos que para no herir a los herederos de este o aquel criminal pol¨ªtico. Seguramente no tiene en cuenta los ejemplos, cada vez m¨¢s frecuentes, de hijos o nietos de nazis preocupados, no por esconder los actos de barbarie de sus antepasados, sino por encontrar a los supervivientes de un lager y compartir su dolor. Puede hablarse de un deber moral para los sucesores del criminal pol¨ªtico si se sienten llamados a la acci¨®n: superar el v¨ªnculo de la sangre y optar por la justicia. Es lo que mostraba el filme de Costa-Gavras, La caja de m¨²sica, cuya visi¨®n ser¨ªa ¨²til para Carrillo antes de seguir opinando sobre el tema.
El que la democracia se encuentre consolidada no significa que hayan sido resueltas cuestiones b¨¢sicas
En un inteligente art¨ªculo aqu¨ª publicado hace semanas, Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao consideraba incompatible la creencia en la consolidaci¨®n de la democracia en Espa?a, lo cual permitir¨ªa afrontar sin reservas el tema de la memoria hist¨®rica, con la estimaci¨®n de que sin atender a la misma, la democracia no estar¨¢ completa. "O una cosa o la otra", nos dice. Tropezamos de este modo con un falso dilema, ya que el hecho de que la democracia se encuentre consolidada, no significa que hayan sido resueltas cuestiones b¨¢sicas, por ejemplo la financiaci¨®n y la articulaci¨®n de las comunidades aut¨®nomas, sin lo cual evidentemente el r¨¦gimen democr¨¢tico dista de estar "completo". S¨®lo que las instituciones no peligran porque tales obst¨¢culos sean reconocidos. Otro tanto sucede con la memoria hist¨®rica relativa a la guerra civil y al franquismo. Hubo forzosas cortinas de humo para hacer posible una transici¨®n en que instituciones franquistas como el ej¨¦rcito segu¨ªan monopolizando la fuerza. Pero ahora, ?qu¨¦ sentido tiene erigir una muralla de impunidad retrospectiva? Bien est¨¢ tratar conforme a derecho a figuras tan relevantes como Hitler, Mussolini o Franco, y a sus seguidores y ejecutores, pero tal vez ser¨ªa prioritario utilizar ese mismo derecho en dejar claro para siempre qui¨¦nes y c¨®mo emplearon el poder en destruir a sus semejantes.
Espa?a va aqu¨ª camino de ser una excepci¨®n en Europa. Los franceses se han acostumbrado a admitir que el resistente Mitterrand tuvo una inclinaci¨®n ultraderechista que no desapareci¨® con el acceso a la presidencia, o a reconocer la brutal gesti¨®n de las guerras de Indochina y de Argelia. En la siempre denostada Italia ha sido posible realizar filmes como Il caimano, de Nanni Moretti, destripando a Berlusconi, y sobre todo Il divo, "el divino", de Sorrentino, con un despiadado retrato de un gobernante a¨²n vivo como Andreotti, comprometido con la Mafia y con asesinatos pol¨ªticos. En el libro de Angelo del Bocca, Italiani brava gente?, son expuestos los cr¨ªmenes contra la humanidad cometidos por Italia en Etiop¨ªa o en Eslovenia, con nombres de militares genocidas (Badoglio) y de simples soldados depredadores, siguiendo instrucciones del gran miserable que fue el Duce. Y su nieta Alessandra, y los nietos de los dem¨¢s asesinos, deben soportarlo. As¨ª se explica el viraje de Giancarlo Fini, desde la militancia negra a la condena del fascismo y del holocausto.
No se trata de satanizar, sino de ponderar los juicios. En estos d¨ªas conmemoramos el 70 aniversario de la defenestraci¨®n del estudiante Enrique Ruano, joven militante del Felipe sometido tras el crimen a una campa?a de difamaci¨®n con Fraga Iribarne como ministro de Informaci¨®n. Tambi¨¦n lo era cuando tuvo lugar el asesinato judicial de Juli¨¢n Grimau. Fue luego positivo para la democracia, pero los homenajes a las v¨ªctimas no bastan para cancelar responsabilidades. La condena retrospectiva de los verdugos, siquiera simb¨®lica, constituye un acto inexcusable de justicia.
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